Wednesday, March 31, 2010

La Libertad de Opinar es un Derecho Irrenunciable

Editorial
Diario Uno es una aventura que no es sino un esfuerzo humano para restaurar los grandes valores de la humanidad, la justicia, la verdad, la solidaridad, el sueño de sentirse mujeres y hombres libres para crear y construir con la frente y la dignidad en alto, en un país que hace rato ya olvidó la generosidad y la solidaridad.
Diario Uno es para quienes aún conservan su espíritu rebelde y deseoso de soñar con vivir de pie y no de rodillas.
La libertad de pensar y de opinar, es un derecho irrenunciable que dice relación con la forma en que nos miramos, nos respetamos y nos sentimos vivos. Este es el desafío que tenemos por delante. Es la repetición de la lucha que ya otros hombres y mujeres han realizado en otras partes del mundo, tales como la Gabriela Mistral en nuestro país por ser reconocida en su capacidad de crear y sentir, Mandela y Martin Luther King en su sueño por la dignidad de los negros, la de Gandhi en su ambición de su patria liberada, la de Chico Mendes en su cruzada por la preservación de la Selva Amazónica y de los campesinos brasileños.
Queremos que piensen que eso es lo que está detrás de esta iniciativa de crear un medio de expresión libre en un país ahogado por la sobre representación de los intereses financieros ya instalados en gloria y majestad en el palacio de gobierno. El éxito de esta iniciativa depende de muchos factores, pero, uno muy importante es el aporte creativo y profesional rigurosamente realizado de periodistas, fotógrafos y reporteros. Si logramos esta meta, ellos y nuestros lectores serán la piedra angular y factor indiscutible del éxito. No solo podremos hacer historia y permitir -una vez más- gracias a la valentía de unos pocos, que la voz de los desheredados vuelva a entrar en la historia y sería, como dice Joan Manuel Serrat, todo un gesto de urbanidad pues abriría la esperanza a que alguna vez los desheredados heredaran la tierra. El desafío es tomar la pluma de la historia y escribirla. Más aún, es arrebatarle la pluma a los usurpadores que la escriben ilegítimamente desde sus intereses, para escribirla desde el pueblo chileno, para que lo injusto no nos sea indiferente y para que la reseca muerte, como canta León Gieco, no nos encuentre vacíos y solos sin haber hecho lo suficiente.
No nos podemos olvidar que la historia es nuestra y la escriben los pueblos, pero, los pueblos dignos que se atreven y se sienten libres para ello. De lo contrario estará siempre en manos de filibusteros y usurpadores y esos pueblos no tendrán una segunda oportunidad.

Nota:
La version digital de Diario Uno-D1 se puede leer en www.diariouno.cl

Friday, March 5, 2010

Un Favor a Propósito del Terremoto en Chile

Por Andrés Figueroa Cornejo
Mi pueblo arde en las plazas públicas y las veredas, aterido por la inclemencia telúrica que cayó como una maldición en medio de la noche del 27 de febrero.
Mi pueblo es noble y sencillo. Como todos los pueblos del mundo. Sus madres persiguen el alimento para sus hijos. Así la noche agazapada huele a calor y hace invisible los terrores infantiles.
Es cierto, mi pueblo no está organizado como el ángulo matemático de las estructuras. Pero paulatinamente se despereza de tantos años de gorilas, primero, y luego de los administradores del egoísmo y la competencia y la concentración de la riqueza.
En medio de mi pueblo hay delincuentes, gente sin salida que busca el dinero perverso con el deseo secreto de ser rica un día -en el sentido de acumular muchas más mercancías que las precisas para vivir decorosamente y también ser famosa y dominar a otros-. Pero mi pueblo, los millones que trabajan sin contrato por un salario que alcanza apenas para endeudarse, son la mayoría. Mi pueblo no es sinvergüenza, ni ladrón, ni asesino. Y los que delinquen son una fracción fabricada por la miseria y la ignorancia.
Los medios de comunicación de masas en Chile, especialmente la televisión, están bajo control absoluto de la minoría privilegiada que manda en la economía, en la política y que es dueña del Estado. Por eso mi pueblo siempre aparece en las pantallas como víctima sin vuelta o victimario, y los poderosos como gente de bien. Y la televisión -la recreación más barata que tiene mi pueblo- es el modo de domesticar, construir temor ambiental y opinión pública siempre favorable a la visión de las cosas que tienen los que poseen todo. Al respecto, la iglesia oficial y la educación formal no se quedan atrás.
En Chile los militares son la guardia armada de los intereses del capital y de la propiedad privada. Por eso en la hora de la desgracia y el terremoto, la oficialidad y la tropa ordenada por la oficialidad, es destacada para custodiar los supermercados y no para ponerse al servicio de los dolores de mi pueblo. Siempre resulta una paradoja extraña que la tropa, que es tan pueblo como el que más, se ponga del lado de la minoría.
Chile no es un país desarrollado. El terremoto devastó también el avisaje publicitario edificado por los poderes para el turismo financiero y el inversionismo transnacional. Chile sólo es exportador de cobre, un poco de madera, pecado, uvas y plataforma de negocios para la región. Es despojado de sus recursos naturales por fuerza y decreto. En Chile ni siquiera queda industria textil. El 60 % de los trabajadores vende algo para vivir y está subcontratado o simplemente no tiene contrato, ni seguridad social. El 80 % se atiende en el espanto de los hospitales públicos -cuyos trabajadores son mártires-, y educa a sus hijos, pagando lo que no tiene, a una enseñanza particular privada pobremente subvencionada por el Estado, la cual sólo repite hasta el hartazgo, las distancias de clase. Porque Chile es una sociedad de clases, y una de las más desiguales del planeta.
Pero mi pueblo también apura su armadura cuando las crisis económicas y naturales le golpean el pecho. Entonces se solidariza, se encuentra en la calle, se reconoce de a poco otra vez, se esperanza, se conduele y de tanto buscarse, comienza a espejearse en el otro como un igual.
Mi pueblo tiembla de ternura cuando está en apuros y entonces sus trozos empiezan a reunirse. Mi pueblo es noble y sencillo. Como todos los pueblos del mundo. Y aunque la televisión ensucie su pantalla con saqueos editados convenientemente para los intereses de los pocos, e incluso, aunque una fracción de mi pueblo habite la puerta mugrosa e individual de la delincuencia, hoy estuve en la calle viendo con gente que acampa en las calles de Santiago viejo a cantores populares y aplaudimos un documental proyectado contra una pared sobre unas mujeres colombianas y pobres que se autoorganizan ejemplarmente en ese territorio tan vasto y dolido.
Cuando usted observe o tenga noticias de mi pueblo no olvide, y es un pedido colectivo, que ha sido muy magullado por asuntos bien conocidos, pero que está hecho de materiales sensibles, amorosamente desordenados, igual que el pueblo suyo.
*El autor es periodista chileno y encargado de comunicaciones del Movimiento de los Pueblos y los Trabajadores (MPT). El articulo fue publicado originalmente por el periódico digital Rebelion.