Saturday, July 25, 2009

A Dónde Podría Conducir el Golpe en Honduras

Por Manuel E. Yepe
Aún sin claro desenlace los acontecimientos desencadenados por el golpe de estado en Honduras contra el presidente José Manuel Zelaya, ya saltan a la vista y la inteligencia algunas importantes lecciones para los pueblos de América Latina sobre viejos temas en los nuevos tiempos.
Con espanto recibieron los latinoamericanos y caribeños en el último domingo de junio la noticia que revelaba la posibilidad real del regreso a un reciente pasado de opresión y represión pretendidamente sepultado.
Cobraron actualidad en el recuerdo los infaustos tiempos en que los ejércitos del continente se desempeñaban apenas como custodios de los intereses imperiales de dominación estadounidenses vigilando que los gobiernos de turno ajustaran su actuación al juego político democrático representativo, con normas y límites dictados por las oligarquías locales dependientes. Si alguno sobrepasaba los límites o quebraba las reglas, la hoja de parra se quitaba y eran lanzados los militares a la toma del poder.
Durante todo el siglo XX, el golpe de Estado, más o menos cruento, fue el recurso que sirvió para derrocar a los gobiernos nacionales que se desmarcaron de la subordinación a los intereses de las oligarquías y, de paso, llevaron al poder a repudiados dictadores que manchan la historia de prácticamente todos los países de Latinoamérica y el Caribe. Es rasgo común de todos los golpes de Estado en el continente el haber sido ordenados, organizados y/o autorizados por Washington.
Lo novedoso del golpe militar en Honduras es que ha tenido lugar en las condiciones de la nueva correlación de fuerzas políticas en América Latina y el Caribe que se ha ido estructurando a lo largo del último medio siglo, ahora con un presidente de características singulares en la Casa Blanca, envuelto en incógnitas o expectativas diversas para todos los bandos.
De ahí que algunos analistas políticos califiquen ya al de Honduras como un ensayo de golpe de nuevo tipo para responder a nuevas formas de lucha en la región, donde líderes izquierdistas libremente electos desafían el status-quo y se resisten a acatar los límites de la democracia permitida.
Así como el golpe de Estado en Honduras generó consternación, la masiva resistencia contra la asonada y el apoyo del pueblo hondureño al presidente Zelaya, con sus organizaciones sociales integradas en un pujante movimiento popular, han sorprendido a muchos especialistas.
Desde el primer momento, tanto en Honduras como en la región y el mundo, las especulaciones giraban en torno a la actitud que asumiría el gobierno de los Estados Unidos, principal sospechoso de haber instigado la asonada a causa de los antecedentes de su reiterado patrocinio de delitos de golpe militar en el continente.
Solo que en esta ocasión las esperanzas sembradas por el flamante presidente Barack Obama al proyectarse en su campaña electoral por una política de cambios muy diferente a la de su infausto predecesor prometían la posibilidad de una pronunciamiento estadounidense diferente.
Pero con el desarrollo de los sucesos han aflorado contradicciones en la actuación del gobierno estadounidense que no pocos estudiosos de la política internacional han considerado indicativas de que las miras del golpe no excluían objetivos neoconservadores hostiles a Obama.
Quienes mantenían, para no contrariar al presunto culpable, que había que negociar una solución con los golpistas, parecieron satisfechos de que, esta vez, el gobierno de Estados Unidos no violentó, como era antes su conducta habitual, el consenso regional ni obligó a sus más cercanos aliados a distanciarse de la voluntad de la mayoría, lo que permitió que prevaleciera la unidad regional.
Pero pronto se hicieron sentir en la actuación de Washington maniobras discordantes que dejaban en triste posición a su Presidente.
El discurso de Obama parecía definitivo cuando declaró que el golpe fue ilegal y que José Manuel Zelaya, democráticamente electo, seguía siendo el único presidente, al tiempo que reconoció que “sería un terrible precedente regresar a una era en que veíamos golpes militares como medios para transiciones políticas en vez de elecciones democráticas.”
Sin embargo, dos semanas después de formuladas estas declaraciones y otras aún más concretas en apoyo al regreso de Zelaya a la presidencia, Estados Unidos ni siquiera ha retirado a su Embajador de Honduras como lo han hecho los demás países del continente. Aunque oficialmente el gobierno de facto ha hecho ver que solo cuenta con el reconocimiento y apoyo externo de Israel y Taiwan, es evidente que la base militar de Palmerola, célebre por su papel en la guerra sucia contra Nicaragua durante el primer gobierno sandinista, donde hay cientos de miles de soldados estadounidenses, es el centro de mando del golpe militar y, junto con otros cientos de asesores en otras dependencias oficiales, Washington controla la situación en Honduras.
Como presagiara Fidel Castro, el más acreditado líder revolucionario continental, si el presidente Zelaya no es reintegrado a su cargo, una ola de golpes de Estado se desataría para barrer a muchos gobiernos de América Latina y la autoridad de muchos gobiernos civiles en Centro y Suramérica quedaría debilitada sin que los militares golpistas presten atención al poder civil de Estados Unidos.
Si ello ocurriera, la revolución incontenible que bulle en las entrañas del continente no se detendría. Con todas las condiciones subjetivas y concretas dadas para su desarrollo, la opción del cambio pacífico se habría esfumado y no quedaría más camino que el de la insurrección y la lucha armada, como la que libraron los cubanos hace 50 años, solo que ahora a escala de muchos países más experimentados y unidos, que no admitirán el despojo de sus modestos avances democráticos del pasado reciente ni el regreso a la violencia de los regímenes tiránicos y nuevas operaciones del tipo “Cóndor”.
Nota: El autor es abogado, economista y profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de la Habana.

Sunday, July 12, 2009

El Espectro del Marxismo Esta de Nuevo Entre Nosotros

Por Rolando Hugo Vergara*
Un fantasma recorre de nuevo el mundo, es el fantasma del marxismo. Desde Londres a Berlín, de Moscú a Washington y desde Montreal a Paris las ideas marxistas comienzan a resurgir con fuerza en el suelo fértil de la desastrosa crisis del capitalismo.
Leo Panitch, hasta hace muy poco desconocido dentro y fuera de las fronteras de su país, se ha convertido, de la noche a la mañana, en una celebridad a quien le llueven las invitaciones para dictar conferencias, clases magistrales, o dar entrevistas.
Muchos no saben, incluidos los canadienses, que este investigador y Profesor de Ciencias Políticas de la York University de Toronto, es uno de los más prominentes pensadores marxistas contemporáneos, a la altura de Edward P. Thompson, brillante intelectual marxista ingles, historiador, escritor y fundador de la nueva izquierda en Gran Bretaña en la década de los 50’.
El Profesor Panitch se dio cuenta que el marxismo estaba de vuelta después de recibir una inesperada invitación de una radioemisora local, más popular por sus programas deportivos que los temas políticos, para explicar un hecho también insólito como era el acuerdo de la General Motor, a través del cual los contribuyentes de Estados Unidos y Canadá y los trabajadores de la empresa pasaban a ser dueños mayoritarios de los medios de producción del gigante automotriz (72.5% y 17.5% respectivamente). La crisis económica global, imprevistamente, lanzaba a este modesto investigador al centro del escenario político y académico internacional.
En marzo de este año, Panitch fue invitado por la Ryerson University de Toronto para dar una clase magistral titulada “Still a Marxist After All” (Marxista Aún, Después de Todo) donde explica las razones por las cuales el Marxismo es, hoy día, más relevante que nunca. Una versión resumida de su exposición fue publicada por la revista Foreign Policy considerada como la Biblia del establisment político de Washington.
El vigoroso resurgimiento de las ideas marxistas no es un hecho aislado, sino un fenómeno de carácter global. En Alemania, donde por estos días se discute la nacionalización de los bancos, solo una empresa editorial vendió en 2008 miles de ejemplares del libro Das Capital, la obra maestra de Karl Marx. El libro “Renewing Socialism” del mismo Leo Panitch ha vendido más copias en los meses recientes que en los últimos siete años.
Más impresionante aún es la invitación personal que recibiera Panitch, nada menos, que de Dmitry Medvedev, Presidente de Rusia, para participar durante la primera semana de Junio en un foro sobre economía mundial, que algunos han considerado como la versión rusa de Davos, para discutir la factibilidad de revitalizar el socialismo en el contexto de la actual crisis económica global.
Otra invitación, no menos importante, que espera en su agenda para los próximos días, es aquella cursada por la prestigiosa London School of Economics de la Universidad de Londres para participar junto a otros destacados intelectuales británicos en una conferencia titulada “Revisiting Marxism: Is Marxism Still Relevant” con ocasión de una nueva publicación del Manifiesto Comunista.
El Profesor Panitch argumenta que una de las principales razones del resurgimiento del marxismo en medio del derrumbe de la ortodoxia neoliberal, es que Marx se adelantó a su época al predecir la exitosa globalización capitalista que tuvo lugar en las últimas décadas; e igualmente fue capaz de prever con bastante exactitud mucho de los funestos factores que han provocado la actual crisis económica global, algo que Marx llamaría “contradicciones” inherentes a un mundo conformado por mercados competitivos, producción de materias primas y especulación financiera.
Si Marx estuviera observando la actual situación, sostiene Panitch, ciertamente con mucho entusiasmo señalaría como los defectos inherentes del capitalismo han conducido a la actual crisis económica. Observaría como el desarrollo moderno de los mercados financieros con la utilización de instrumentos tales como los derivados y la administración y comercio de títulos de deuda han permitido que los mercados propaguen los riegos de la integración económica global. Y concluiría indicando que sin estas innovaciones financieras y sin la, cada vez mas, profunda penetración de la economía financiera en toda la sociedad, la acumulación del capital habría sido significativamente más baja en la últimas décadas.
El resultado ha sido que la demanda del consumidor y por lo tanto la prosperidad de los años recientes, se ha sostenido en el incrementado constante de la deuda de las tarjetas de crédito y los prestamos hipotecarios. Al mismo tiempo se ha debilitado el poder de las organizaciones sindicales y se han reducido los programas sociales dejando a la gente desprotegida y vulnerable a los impactos del mercado.
Es cierto que el volátil sistema financiero global contribuyó a impulsar el crecimiento económico, pero también produjo una serie de inevitables burbujas financieras, siendo la más peligrosa de todas, la burbuja hipotecaria que emerge en los Estados Unidos. La explosión posterior de dicha burbuja tiene un tremendo impacto en todo el mundo, precisamente, porque esta en el mismo centro del sostenimiento de la demanda de los consumidores en los Estados Unidos y los mercados financieros internacionales. Marx, sin dudas, apuntaría que esta crisis es un perfecto ejemplo de como el capitalismo se parece “al hechicero que no puede controlar los poderes de mundo infernal que el mismo ha creado con sus maleficios”.
Panitch, sostiene también, que a pesar de la magnitud de las dificultades actuales, Marx no se haría ilusiones de que la catástrofe económica por si misma efectúe los cambios necesarios. Marx sabia muy bien que el capitalismo por naturaleza engendra y promueve el aislamiento social. Es un sistema escribió, que “no deja en pie otro vinculo entre los hombres, que el desnudo interés personal, el interés del dinero constante y sonante”. En efecto, el capitalismo deja a las sociedades sumidas en “las aguas heladas de sus cálculos egoístas”.
El aislamiento social crea, a su vez, pasividad frente a las crisis personales causadas ya sea por los despidos de los trabajos o las perdidas de las casas e impide que las comunidades de ciudadanos activos e informados se encuentren para comenzar a elaborar alternativas radicales al capitalismo.
Marx si estuviera con nosotros, asegura Panitch, se preguntaría en primer lugar como vencer esta pasividad social que nos consume. En su época, él pensaba que el surgimiento de los sindicatos y los partidos de trabajadores eran un paso adelante. Por eso, en El Capital escribió que el “objetivo inmediato” era la “organización de los proletarios como clase” y su “primera tarea” sería “ganar la batalla por la democracia”. Hoy día, probablemente, Marx estimularía la formación de nuevas identidades colectivas, asociaciones e instituciones a través de las cuales el pueblo pudiera resistir el status quo capitalista y comenzar a decidir la mejor manera para satisfacer sus necesidades.
En el último tiempo no sólo el Profesor Leo Panitch en Canadá, sino muchos otros intelectuales, políticos y luchadores sociales en distintos lugares del planeta, se han dado cuenta que el espectro del marxismo se encuentra de nuevo entre nosotros.
Si usted fue uno de aquellos que hace, un par de décadas, se creyó el cuento ese de que había llegado el “fin de la historia”, “el término de la lucha de clases” o el “fin del socialismo”, si aún no lo ha hecho, le aconsejamos que comience a desempolvar y a releer los escritos Karl Marx, pues continúan siendo una poderosa herramienta para entender el caos al cual ha arrastrado la humanidad el capitalismo globalizado y una guía, clara como el sol, para impulsar la acción y la transformación de la realidad actual.


Nota:
Leo Panitch, “Thoroughly Modern Marx”, Foreign Policy, Washington, USA, Mayo/Junio 2009.
Ian Brown, “The 18th Brumaire of Barack Obama”, Globe and Mail, Canada, 13 de Junio de 2009.
*El autor es Profesor e Investigador del Latin American Research Institute (LARI), Canada.

Wednesday, July 1, 2009

El Pentágono Está Detrás del Golpe de Estado en Honduras, ¿Con o Sin la Aprobación de la Casa Blanca?

Por Eva Golinger*
Cuando el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, fue brutalmente secuestrado en su residencia presidencial en Tegucigalpa en la madrugada del domingo 28 de junio, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, disfrutaba de la paz y tranquilidad del campo en Camp David, la residencia vacacional del jefe del Estado estadounidense. Mientras el Presidente Zelaya era golpeado por soldados hondureños e introducido a la fuerza en un avión sin conocer su destino, el presidente Obama desayunaba con el relajante sonido de los pajaritos del bosque en el Estado de Maryland. Y durante el desarrollo del golpe de estado en Honduras ayer, que produjo múltiples violaciones de los derechos humanos, el secuestro y la violencia contra la canciller de Honduras, Patricia Rodas, la brutalidad y secuestro de los embajadores de Cuba y Venezuela en Honduras y la toma ilegal del poder por un gobierno de facto, ilegítimo, el Presidente Obama estaba tomando una decisión muy, muy difícil sobre la iglesia a la que él y su familia asistirán durante los próximos años.
El titular de hoy, "Obama escoge en Camp David la misma iglesia a la que asistía George Bush", está más destacado en los medios estadounidenses que este titular que, además, minimiza y manipula la verdad, "Chávez y sus aliados respaldan al derrocado presidente de Honduras". Por lo tanto, es obvio que la selección de la iglesia donde la familia Obama pasará sus domingos durante los próximos cuatro años es mucho más importante que un golpe de Estado en un país centroamericano. Ahora también se entiende por qué las declaraciones de ayer de la Casa Blanca sobre el golpe en Honduras, efectuadas sólo por voceros y no directamente por el presidente, fueron tan ambiguas y mesuradas. Obama no sólo estaba de retiro en el campo con su familia, sino que además estaba tomando decisiones de alta prioridad sobre sus futuras estadías dominicales. No tenía tiempo para preocuparse de asuntos ajenas a su dominio personal. ¿Golpe?, ¿qué golpe? Obama estaba decidiendo sobre su propia vida y muerte, porque según reseña un artículo en la Revista Time, "a pesar de que Obama quería asistir a una congregación en Washington, luego de probar varias iglesias, decidió que 'era incómodo' estar en un lugar público donde 'la gente' se acercaba para verlo." Entonces, por eso tuvo que trasladarse urgentemente a Camp David para aislarse de su pueblo.
La cuestión es que Obama, a pesar de que es el actual comandante en jefe del ejército estadounidense y el presidente del imperio, todavía no controla directamente toda la maquinaria imperial. Fuentes cercanas a Washington han confirmado que el Pentágono, a través de la misión militar (grupo militar) de Estados Unidos en Honduras, ha estado trabajando con los militares golpistas involucrados en el golpe de Estado contra el Presidente Zelaya. El Comando Sur realiza anualmente cerca de 55 maniobras con las fuerzas armadas de Honduras. La misión militar de la embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa financia a las fuerzas armadas de Honduras aproximadamente con dos millones de dólares cada año, y eso no incluye los millones de dólares que Washington suministra a través de otros programas de cooperación con Honduras y la gran inversión en la base militar de Estados Unidos en Soto Cano, Honduras.
Ayer, miembros del congreso golpista de Honduras anunciaron que durante la semana anterior habían celebrado reuniones con el embajador de Estados Unidos en Tegucigalpa, Hugo Llorens. Incluso, un congresista hondureño declaró que el embajador quería que dejaran que se realizara la encuesta programada para el domingo pasado sobre un futuro referéndum para la convocatoria de una asamblea constituyente, porque "más adelante podemos resolver el problema de la reforma constitucional, no se preocupen". Pero, según el congresista, no querían esperar hasta noviembre y permitir que Zelaya, junto al pueblo, "tomara decisiones sobre el futuro del país".
Es cierto que el gobierno de Estados Unidos se ha unido a la declaración contundente de la Organización de Estados Americanos que condena el golpe de Estado y exige el regreso inmediato del Presidente Zelaya al poder. Pero hasta hoy, los voceros de Washington que han dado la cara sobre la situación en Honduras, han dicho que aún no están considerando la suspensión del apoyo económico y militar a Honduras en caso de que los golpistas se nieguen a cumplir con la Carta Interamericana y los principios democráticos. ¿Será que plantean un golpe al estilo de Haití en 2004, cuando secuestraron al presidente Aristide y lo llevaron al exilio en África antes de que el mundo se enterara de la brutal violación de la democracia que estaba ocurriendo en el país caribeño? Fue un avión estadounidense el que llevó a Aristide, escoltado por militares estadounidenses. Y luego, el gobierno de Estados Unidos junto a la OEA, condenó la ruptura del orden constitucional. Pero en lugar de trabajar para el regreso de Aristide a su puesto legítimo como presidente de Haití, apoyaron a un "período de transición" para restablecer el Estado de derecho y permitir un proceso electoral "pacífico" durante el año siguiente. Además, enviaron tropas de la ONU a Haití, que principalmente eran estadounidenses, para "garantizar la paz y orden" en el país. Hasta hoy siguen allí.
La Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos (USAID) financia a grupos de la llamada "sociedad civil" en Honduras con más de 50 millones de dólares al año. A través de la National Endowment for Democracy (NED) y el Departamento de Estado, también canalizan millones de dólares y ayuda estratégica a los principales partidos y organizaciones políticas en Honduras a través del Instituto Republicano Internacional, el Instituto Demócrata Nacional y otras agencias de Washington. Grupos como Paz y Democracia, que salieron a la luz pública ayer respaldando el golpe de Estado en Honduras, reciben parte de ese dinero procedente de los autodenominados "promotores de la democracia". Tanto como en el caso de Venezuela, durante el golpe de Estado de abril 2002, el gobierno de Estados Unidos financió a los grupos involucrados en el golpe de Estado, y continuaba financiándolos a pesar de conocer sus planes golpistas. Tal vez no sea el "smoking gun" (o la evidencia directa) que comprueba la mano de Washington en el golpe, pero es suficiente para demostrar su complicidad.
El vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, declaró una vez que el Presidente Obama se vería sometido a una prueba internacional durante su primer año en el gobierno. La condena de Washington del golpe de Estado en Honduras tendrá que ser mucho más fuerte que su simple firma al final de la declaración de la OEA. Si no declaran que suspenderán el apoyo financiero al gobierno golpista en Honduras si éste continúa en el poder, el "cambio" que tanto avaló el presidente Obama con referencia a la relación entre su administración y América Latina quedará como un chantaje.

*Eva Golinger es abogada y escritora de nacionalidad estadounidense-venezolana y permanente colaboradora de TeleSUR.