Friday, July 18, 2008

Chile y la Maquina del Miedo

Por Nieves y Miro Fuenzalida.

La mitología indo-europea representa a la soberanía política con dos cabezas el Rey y el Jurista, el Mago y el Sacerdote, el Déspota y el Legislador, que aparentemente se presentan como dos fuerzas opuestas, pero que en realidad funcionan como pares que se alternan mutuamente, constituyendo una unidad soberana. Son los elementos principales del aparato estatal que tienen a su disposición el monopolio de la violencia que ejercen a través del uso del cuerpo policial y las cárceles más bien que del soldado. Opera por medio de la captura previniendo el combate social. Cuando el Estado adquiere un ejercito lo hace a través de la integración jurídica de la maquina de guerra. Solo que, esta máquina, en si misma, pareciera ser irreducible al aparato estatal, permaneciendo fuera de su soberanía y anterior a su ley. Resiste ser reducida a uno u otro y se constituye como un tercer miembro. Un poder en contra de la soberanía, una fuerza en contra del aparato civil que sostiene otro tipo de justicia. A veces, de una piedad incomparable y, otras, de una crueldad incomprensible. La maquina de guerra es de otra especie, de otra naturaleza, de un origen diferente al aparato civil. Se podría decir que se ubica entre las dos cabezas del estado y no es reducible a ninguna de ellas. El Estado no tiene una maquina de guerra propia. Solo se apropia de una de ellas en la forma de una institución militar, pero, una que continuamente le causa problemas. Esta es la razón de la desconfianza que el Estado le tiene a las instituciones militares y que su apropiación permanezca siempre incompleta.
El General en Jefe de las Fuerzas Armadas chilenas Ricardo Izurieta, durante un homenaje a Bernardo O’Higgins en el año 2000, recuerda que uno de los ejemplos del padre de la patria no fue solo la capacidad para confrontar conflictos y luchar por los intereses de la Patria sino, también el de reconocer que después de restablecer las instituciones y emprender grandes trabajos, es necesario cerrar las heridas que afectan al alma de la Nación es en este espíritu de reconciliación, dice, en el que se dieron la amnistía de 1819 y 1822. Este discurso, dado el contexto en que se dio, obviamente tenía como fin un claro objetivo político él ejército quería que los civiles dejaran a Pinochet en paz. Si después de diez años de transición los militares todavía se sentían confortables influyendo en las decisiones del gobierno es porque siempre han sido actores permanentes, visibles o no, en la lucha perpetua por mantener influencia y aumentar sus recursos. Lo que hace altamente cuestionable la vuelta a la democracia en Chile es el hecho de que después de 1989 las Fuerzas Armadas nunca volvieron completamente a los cuarteles y se han mantenido como una poderosa fuerza independiente capaz de cambiar las políticas gubernamentales.
La supremacía civil es un elemento básico en el orden democrático. Si la autoridad civil esta sujeta a los constreñimientos militares, entonces, las preferencias del electorado se supeditaran a las preferencias militares en áreas claves y los procedimientos democráticos serán subvertidos. Desde el mismo momento en que se inicia la transición en Chile los legisladores civiles se han visto forzados, una y otra vez, a aceptar las demandas militares para cambiar políticas, hacer concesiones o, simplemente, eliminar ciertas proposiciones legislativas. Tanto el Presidente como los Ministros, los miembros del Congreso y el Poder Judicial se han vistos incapacitados, en muchas ocasiones, de llevar a cabo sus mandatos. Si los militares han dejado el Gobierno ello no significa que hayan dejado de controlarlo en aquellas áreas que les interesan, lo que hace imposible afirmar que hoy, en Chile, exista una completa supremacía civil.
Cuando la Junta abre el camino al Gobierno civil, las fuerzas armadas quedaron en una excelente posición de privilegio e influencia. A diferencia de Uruguay, Perú o Argentina, las dictaduras de Brasil y Chile lograron, en un mayor grado, institucionalizar el autoritarismo militar (la constitución de 1989 en Chile, por ejemplo, institucionaliza la vigilancia autoritaria sobre el régimen civil, el sistema electoral que favorece a la derecha, el poder limitado del Presidente sobre las Fuerzas Armadas, el papel del Consejo de Seguridad Nacional, la institución de senadores no electos, el Tribunal Constitucional y los requerimientos rígidos de votos para cualquier intento de reforma constitucional), lo que les proporciona una mayor base de poder durante la transición permitiéndoles determinar de por si los grados de compromiso con el poder civil. Y, el plebiscito de 1988 mostró, además, que todavía una significante minoría de chilenos compartía las preocupaciones militares en relación con la eficacia de un gobierno civil. El apoyo público significaba que los grupos pro-reformas encontrarían serias dificultades para efectuar cambios. La popularidad de la oposición significaba un serio obstáculo a cualquier reforma constitucional o institucional sustantiva.
En 1989 la Concertación dio a conocer sus ambiciosas proposiciones programáticas que buscaban cambiar virtualmente cada aspecto de las relaciones político-militares y reformar gran parte de los elementos autoritarios de la Constitución de 1989 (investigar, juzgar y procesar las violaciones de derechos humanos en Cortes Civiles, derogar la ley de amnistía de 1978, poder presidencial para despedir comandantes en jefes, reformar la ley de Seguridad del Estado, disolver el CNI, etc.). La respuesta militar fue rápida y negativa (Medina Lois, General retirado, el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas A. Matthei y Pinochet) y la concertación se sintió forzada a eliminar o suspender sus objetivos programáticos. La primera crisis cívico militar durante el gobierno de Patricio Aylwin, motivada por la investigación del Congreso a propósito del fraude económico militar en el que se encontraba involucrado el hijo de Pinochet, le dio la oportunidad a este de mostrar donde el poder de la Nación realmente radicaba. El 19 de Diciembre de 1990 Pinochet llama al acuartelamiento del ejército, medida que tradicionalmente es asociada con la preparación para el combate y, también, como un signo precursor de rebelión militar. El coronel J. Emilio Cheyre, futuro Comandante en jefe, hace notar que la seguridad nacional se pone en peligro cada vez que el General es amenazado. La fusión entre Pinochet y la Institución permanecía intacta. El “ejercicio de enlace” de Diciembre culmina con la aceptación gubernamental de todas las demandas del ejercito. Posteriormente, el 28 de Mayo de 1993, frente al intento renovado de investigar el mismo fraude financiero y las violaciones de derechos humanos contenidas en el informe Rettig, el ejército nuevamente despliega su fuerza física en lugares públicos forzando al gobierno a abandonar la investigación del escándalo financiero, a modificar la política de derechos humanos y despedir al subsecretario de guerra. El Gobierno de Frei, el segundo de la Concertación, evitó el problema de los derechos humanos y las relaciones cívico militares. El objetivo fue el de evitar cualquier confrontación, forjar mejores relaciones con las Fuerzas Armadas y suspender la búsqueda de supremacía civil. Sin embargo, el caso en contra del General retirado Manuel Contreras y el Brigadier Pedro Espinosa por el asesinato de Orlando Letelier en Washington DC en 1976, muestra nuevamente la considerable autonomía de poder que las Fuerzas Armadas poseían y la habilidad en resistir las decisiones de las autoridades civiles. La demora en aceptar la decisión de la Corte para entregar a Contreras a las autoridades civiles para cumplir la condena le crea serios problemas de credibilidad al Presidente Frei, que muestra la limitación del Gobierno al aceptar la custodia mixta de Contreras (personal militar y gendarmería) y poner punto final a la prosecución de la violación de los derechos humanos. Mas adelante, a causa del arresto de Pinochet en Londres, los militares reiteran su capacidad de determinación al formular una serie de medidas en defensa de Pinochet llamando al Gobierno a sumar su apoyo, el que responde con una serie de medidas diplomáticas. Cuando Ricardo Lagos, el primer presidente socialista después del asesinato del Presidente Allende, asume el mando a comienzos del año 2000 continúa los esfuerzos de Frei y las Fuerzas Armadas por temor a crear un conflicto cívico-militar. El ejército logra exitosamente unir al Gobierno, la derecha política y al Arzobispo de Santiago en una estrategia basada en la defensa de la soberanía nacional. En Marzo del 2000, el Secretario del Interior, Jack Straw, anuncia que el General retornará a Chile porque actualmente es incapaz de tomar parte en un juicio debido al deterioro de sus facultades mentales. La ironía de todo esto es que gracias a los esfuerzos de un Gobierno socialista el dictador, que fue responsable por el encarcelamiento sin juicio, el exilio, la tortura, el desaparecimiento y el asesinato de miles de chilenos se le otorga la libertad por razones humanitarias. Su retorno obliga a algunos jueces a salvar las apariencias acelerando sus esfuerzos para obligar a Pinochet y a otros a comparecer en la Corte para responder por las violaciones de derechos humanos ocurridos bajo su mando. Pero, al igual que antes, estos esfuerzos solo logran un limitado resultado y la Administración del Presidente Lagos no tuvo más éxito que sus predecesores en constreñir la dirección militar.
Se podría decir que la transición a la era pos-dictatorial se ha caracterizado por la habilidad de los grupos dirigentes en hacer creer al pueblo que sus intereses están en olvidar activamente la historia dictatorial y los procesos institucionales a los cuales estuvieron sujetos bajo el dominio militar. Los amos de la violencia, al reclamar la propiedad única de los intereses universales de la Nación, convencen al electorado a adoptar decisiones racionales y aceptar los términos de la transición democrática ofrecidas por la dictadura y las negociaciones, en ultima instancia, son resueltas por la presión del miedo y la política del apaciguamiento. Los grupos dirigentes, dice Moulian, usaron el miedo como justificación para interpretar el bien común y las necesidades de Chile. La transición a una democracia libre de la cultura dictatorial del miedo se promueve sosteniendo la misma cultura del miedo como condición necesaria para el logro de la democracia. Esta se garantiza suprimiendo la democratización y sosteniendo la autoridad militar como su guardián. Cuando Moulian hablaba de la sangre seca, del interminable dolor de los que esperan el retorno de los desaparecidos, el gemido de los torturados, el remordimiento de los que fueron obligados a traicionar, la nostalgia de los exiliados, el sufrimiento sordo de los miles que se encontraron sin empleo o incapaces de trabajar por años, lo hacia para remover el encubrimiento de sus marcas y confirmar el sonido de su tragedia. Para abrir momentáneamente el discurso critico de las experiencias colectivas y exponer la política del consenso como la fantasía de la perfecta transición a la democracia que las elites políticas desean proyectar al mundo. Es la crítica a la transparencia neo-liberal al llamar la atención a un mundo de experiencias que la transición a la democracia continuo silenciando. El proceso de poner punto final a la historia de esta violencia muestra el fracaso del Estado en responder al problema del antagonismo social. O dicho de otra manera el Estado chileno confirma la afirmación de que todas las formas particulares que el Estado adopta son, en última instancia, los diferentes intentos fallidos para lograr una solución a este problema.
Se podría argüir que algún tipo de sistema se ha consolidado en Chile, a pesar de no ser verdaderamente democrático. Ciertamente, Chile no esta congelado en una vaga situación constitucional. El desafío político actual es el de moverse hacia la liberación de las fuerzas sociales que los custodios de la identidad nacional mantienen bajo su control. Supremacía civil implica la capacidad para formular y conducir políticas generales sin interferencia, incluyendo la definición de intereses y objetivos nacionales en todos sus aspectos y el papel de las Fuerzas Armadas, que no deben ejercer una influencia autónoma que pudiera alterar o detener las iniciativas legales civiles. La constitución, las leyes nacionales y los códigos militares deben definir la posición subordinada de las Fuerzas Armadas. La ausencia de esta legalidad solo da la apariencia de una supremacía civil que desaparece tan pronto como la autoridad militar decide que el país esta en medio de una crisis. Este movimiento hacia la supremacía cívica es crítico para cualquier definición significativa de democracia.
¿Cuan democrática es la mentalidad chilena? Según una encuesta conducida por Latino barómetro en el 2001, menos de la mitad (45%) de los chilenos esta de acuerdo con que la “democracia es preferible a cualquier otro tipo de gobierno”. El 19% esta de acuerdo en que “en ciertas circunstancias un Gobierno autoritario es preferible a la democracia.” ¿Cuánto tiempo demorará cambiar el abrumador balance de fuerzas en la relación cívico militar? Dadas todas estas premisas se podría decir que una seria reforma democrática continuara siendo extremadamente difícil dentro de los próximos años.
Nota: Los autores son escritores y docentes chilenos residentes en Ottawa.

Sunday, July 6, 2008

Identidad esencial en Che y Allende

Por Armando Hart Dávalos

Hemos conmemorado el 80 aniversario del Guerrillero Heroico y el 26 del propio mes el centenario de Salvador Allende; entendemos que lo más significativo de estos dos aniversarios está en lo siguiente:
Ante la grave crisis de ideas filosóficas que la humanidad necesita con urgencia y con la cual ha comenzado el siglo XXI, lo más útil sería encontrarlas a partir del análisis de los hechos y acontecimientos históricos y extraer conclusiones para la interpretación del momento en que vivimos.
Nosotros los cubanos, y siento que también los latinoamericanos y caribeños, podemos, a partir de José Martí, encontrar, de esta forma, el crisol de ideas necesarias para Cuba y el mundo de hoy. Y debemos hacerlo a partir del método electivo de la tradición filosófica cubana que combatió al llamado método ecléctico de Víctor Cousin.
Es importante tomar en cuenta que tanto Félix Varela como José de la Luz y Caballero, desde Cuba, en la primera parte del siglo XIX, como Marx y Engels en la segunda, rechazaron el llamado eclecticismo de Cousin. Esto es digno de estudiarse. Sobre esta base, para nombrar a todos los próceres y pensadores de América, propongo recordar al Che y a Allende como símbolos esenciales del siglo XX latinoamericano y caribeño. Esto será útil no solo a nuestro "pequeño género humano", como llamó Bolívar a nuestra América, sino para toda la humanidad, y así podremos exaltar lo mejor de la memoria histórica.
Cuando un hombre pierde la memoria se trastorna psíquicamente, igual sucede a los pueblos, el rescate a escala mundial de la memoria perdida en las centurias transcurridas es, sin duda, una contribución que la América de Bolívar, Martí, el Che, Allende y tantos más, puede hacer a la salvación de la humanidad de los peligros que la acechan y que están bien a la vista de todas las personas sensatas del mundo. Con esto voy directamente al Che y a Allende.
Hace un siglo, en la ciudad de Valparaíso, nació Salvador Allende, esa figura extraordinaria de la historia de nuestra América. Su imagen como presidente constitucional de Chile y su muerte heroica en el Palacio de la Moneda, haciendo frente al golpe fascista de Pinochet y su pandilla, es un símbolo de la dignidad de nuestros pueblos.
Pocos días antes habíamos recordado y exaltado a esa otra figura excepcional que es el Che en el aniversario 80 de su natalicio y he querido unir el homenaje a estos dos hombres sobresalientes, de modo que podamos apreciarlos mejor en toda su grandeza.
Ambos, Che y Allende, representan pues la tradición patriótica, antimperialista y ética de nuestra América. Su ejemplo viene enmarcado por la correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace. Las diferencias están dadas por la forma en que cada uno escogió para plantearse el propósito de transformación revolucionaria de la sociedad.
Cuando Guevara le dedicó su libro La guerra de guerrillas expuso lo que ambos perseguían, por caminos distintos, el mismo ideal del socialismo.
Emociona recordar que el entonces senador y luego presidente se trasladó en 1967 a la frontera boliviana para recoger a los últimos combatientes de la guerrilla que tuvieron que salir del país tras la tragedia de Quebrada del Yuro.
Ernesto Guevara, con su guerrilla internacionalista, fue vocero mayor del pensamiento leninista en la segunda mitad de la pasada centuria. El presidente mártir representó, como nadie, el ideal de un programa socialista por vías legales e institucionales durante este mismo tiempo histórico.
En Europa, lo más valioso del pensamiento socialista del siglo XX, el leninismo de un lado y el programa de transformaciones que preconizaba la llamada socialdemocracia del otro, fueron conducidos a la claudicación y a la derrota. En cambio, el Che y Allende, desde el Nuevo Mundo, llevaron esas ideas, como correspondía a nuestra tradición, hasta sus últimas consecuencias y entregaron sus vidas a favor de la utopía universal del hombre. Es la lección de moral política que han dejado para la historia estas dos grandes figuras ejemplares.
Esta aspiración a cambiar el mundo bipolar se hallaba presente tanto en la guerrilla internacionalista en Bolivia como en la victoria electoral de la Unidad Popular chilena en 1970. Había que crear varios Vietnam para hacer avanzar el socialismo o había que conquistar, dentro del marco de la constitucionalidad burguesa, el poder pleno para el pueblo trabajador. Esto no se consiguió y la tragedia del Che y Allende marcó para la historia una aspiración ideal que expresa una gran necesidad histórica.
Tengo un recuerdo conmovedor y aleccionador de una conversación de Fidel en un rincón de la embajada cubana en Chile cuando visitó ese país en 1971. Reunido con unos combatientes de la izquierda les dijo: "ustedes deben comprender que aquí la revolución la hace Allende o no la hace nadie". Decía así el Comandante en Jefe para mostrar la necesidad de la más estrecha unidad en torno al presidente.
Las formas de acción del Che para la realización de su ideal pueden ser distintas a otras que hoy se aplican, y lo son en efecto, pero la esencia de su pensamiento tiene vigencia creciente. Para ir a lo fundamental de lo que trasciende del mensaje de Salvador Allende, es útil no olvidar jamás que la enseñanza de que su martirologio mostró la crisis del sistema democrático-burgués y su ineficacia para mantener una legalidad que responda a los intereses de las grandes mayorías.
Era Chile el país latinoamericano donde más alto desarrollo alcanzó el llamado pluripartidismo. Allí precisamente entró en crisis este sistema político-jurídico de la más elevada democracia burguesa latinoamericana, porque la aplicación consecuente y honesta de un programa social radical era incompatible con el régimen económico vigente que tenía a su disposición su recurso preferido: las Fuerzas Armadas y la violencia fascista. Se comprobó dramáticamente que cuando los intereses creados aprecian que las vías legales pueden conducir a un cambio radical, apelan a violentar todo el sistema jurídico. De esta forma, Allende, con el sacrificio de su vida, alcanzó la más alta dignidad de la ley y la democracia sobre fundamentos populares, que es lo que necesita América. La defendió en su martirologio escribiendo una página de gloria en la historia del derecho.
Una situación en su forma distinta, pero que en esencia revela el mismo problema, se había dado en Cuba durante la década de los cincuenta, cuando Fulgencio Batista, al servicio del imperio, dio el golpe de Estado contra un gobierno constitucional en vísperas de unas elecciones generales en las que iba a triunfar un partido de extracción popular y donde se movían fuerzas radicales de izquierda.
Aquí, el régimen de partidos fue incapaz de evitar el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 y de organizar la resistencia contra él. No podía tampoco restaurar la legalidad destruida. Ante esta incapacidad surgió la revolución popular democrática bajo la dirección de Fidel Castro. El sistema de partidos corrompidos hasta la médula feneció en el proceso de lucha contra la tiranía antes del triunfo de la revolución. No fue, pues, la Revolución cubana la que disolvió los partidos; fue la incapacidad del pluripartidismo la que nos llevó por el camino de la revolución. Incapacidad que se revelaba en la podredumbre moral y en el entreguismo de las oligarquías cubanas al imperialismo yanki.
Ahora, cuando han triunfado en América Latina procesos políticos que han conducido a la instauración de gobiernos que encarnan las aspiraciones populares y se va abriendo paso una conciencia hacia la integración de nuestros países, cobra mayor importancia el significado histórico de la ruptura del régimen democrático chileno en 1973. Esa experiencia muestra que cuando se lleva de forma consecuente un programa democrático por vía electoral, hay que estar preparados para hacer frente a las dificultades y obstáculos que inevitablemente se levantan para impedir su materialización. Eso está muy claro en aquella experiencia histórica chilena. Se hace más necesario que nunca antes levantar las banderas de la ética y la juridicidad para la defensa de los procesos en marcha.
En los dos símbolos —Allende y Che— se expresa una voluntad de transformación social que América y el mundo necesitan de forma objetiva. La experiencia del Che y Allende muestra que la disyuntiva no era entre caminos pacíficos o violentos. El asunto es más sutil. El entrecruzamiento de sus concepciones de lucha es la enseñanza más importante que estos dos hombres dejaron para la historia americana. El futuro dirá cómo se produce esta articulación y ha de ser, desde luego infinitamente compleja y adecuada a cada situación particular.
En estos dos símbolos se expresa una voluntad de transformación social en América que esta objetivamente necesita. En las formas complejas que se presentan en la vida, el enlace de las concepciones de lucha que tuvieron el presidente mártir y el guerrillero heroico revela una síntesis política a la que nuestra América no va a renunciar.
Nota: El autor es un prominente intelectual, doctor y
presidente de la Oficina del programa Martiano de Cuba.
Publicado originalmente en el diario Granma.

Thursday, July 3, 2008

Las Ultimas Fotos del Presidente Allende en La Moneda.

Por Hermes H. Benítez (*)

En un interesante artículo publicado el año pasado en La Nación,(1) el periodista Camilo Taufic afirma haber desentrañado de modo definitivo uno de los tantos enigmas que rodean la muerte del Presidente Allende, ocurrida, como se sabe, esa trágica tarde del 11 de septiembre de 1973. Lo que Taufic ha hecho es revelar públicamente, aunque sin exhibir ninguna prueba más que su palabra, que el verdadero autor de aquellas fotos históricas de Allende en La Moneda, armado y con casco, protegido por varios miembros del GAP, y portando un fusil AK 47, que recorrieron el mundo casi desde aquel mismo día, no fue otro que el propio fotógrafo oficial de Palacio, el legendario "Chico Lagos". Según lo que nos indica Taufic, por razones de seguridad personal, y otras circunstancias un tanto oscuras, el propio Luis Orlando Lagos Vásquez se habría encargado de ocultar celosamente la paternidad de tan extraordinarias fotografías, pero al fallecer recientemente en un hogar de ancianos de Santiago, a los 94 años de edad, quienes creían conocer el secreto desde hacía mucho tiempo (2) decidieron que ya no existía ninguna razón para no revelar la verdad.
Sacar a la luz información como esta pudiera parecerle a más de alguien un asunto de escasa importancia, pero en un hecho de tanta trascendencia histórica como es la muerte de Allende, y en donde, debo decirlo, han primado la superficialidad y la falta de rigor científico, el conocimiento, incluso, de un detalle aparentemente menor, pudiera abrir nuevas e insospechadas posibilidades de investigación y descubrimiento, como esperamos ponerlo aquí de manifiesto.
En uno de los párrafos inciales de su artículo escribe Taufic lo siguiente: "El chico Lagos retrató desde dentro el drama que se desencadenaría en La Moneda, con una cámara Leica, a primeras horas del 11-S-73. Registró así para la historia el último recorrido de Salvador Allende por las dependencias de palacio, rodeado de Gaps y carabineros hasta ese momento leales, cuando ya los aviones golpistas sobrevolaban el centro de Santiago, eligiendo el trayecto posterior de sus bombas contra la sede del Gobierno."(3)
Como hombre profundamente interesado en el tema, me llamó poderosamente la atención el pasaje citado, pues plantea al investigador un cierto número de interesantes problemas interpretativos. Primero ¿cómo supo Taufic que la foto en cuestión fue tomada "a primeras horas" del 11 de septiembre"? La respuesta es sencilla: porque los carabineros no abandonaron la defensa de La Moneda, y del Presidente Allende, antes de las 10 de la mañana. Segundo ¿cómo supo Taufic que aquella foto correspondió "al último recorrido de Salvador Allende por las dependencias de palacio". Mi opinión es que él no lo sabe, ni tiene modo de saberlo, por lo menos a partir de lo que hasta hoy se conoce acerca de estos últimos instantes. Tercero y último ¿cómo supo Taufic que en ese preciso momento uno o varios aviones golpistas sobrevolaban la Moneda? Creemos que por medio de una simple deducción hecha a partir de lo que muestra la fotografía, en la que se ve al Presidente y sus escoltas armados mirando atentamente hacia el cielo(4).
A partir de estas consideraciones se nos ocurrió preguntarnos si acaso sería posible establecer, con algún grado de precisión, la hora en que fue tomada aquella foto. Por suerte contamos con algunos indicadores indirectos del momento en que uno, o varios, aviones Hawker Hunter sobrevolaron La Moneda aquella mañana. La primera indicación nos la da el propio Allende, cuando en su cuarta comunicación radial por las ondas de CB 114, Radio Corporación; hecha a partir de las 9:03 de la mañana, comienza diciendo: "En estos instantes pasan los aviones. Es posible que nos acribillen, pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen...etc.".
Afortunadamente existe otro testimonio, aunque mucho menos conocido, que permite confirmar la hora indicada indirectamente por Allende en aquella comunicación radial. Es el que entrega el propio aviador golpista que comandó el ataque aéreo a La Moneda, el general (R) Mario López Tobar, en su libro titulado: El 11 en la mira de un Hawker Hunter. Las operaciones y blancos aéreos de septiembre de 1973 (Santiago, Editorial Sudamericana, 1999). En las páginas finales de este libro justificatorio del Golpe y de los ataques aéreo y terrestre al palacio presidencial, el piloto de la FACH relata con lujo de detalles técnicos, y con manifiesto orgullo y satisfaccion, cómo destruyó las antenas de las radios Corporación y Luis Emilio Recabarren, mediante el disparo de cohetes, los que más tarde serían lanzados contra los techos y paredes del antiguo edificio de La Moneda. López Tobar nos cuenta, a continuación, que una vez destruidos aquellos blancos, recibe ordenes radiales de subir con su avión a una altura superior a los 20 mil pies:
"...para permanecer media hora sobre la capital y luego si no hay nuevos objetivos por batir, ...aterrizar en Los Cerrillos"... Nuevamente se me informa que no hay novedades con lo que pasa en La Moneda, pero que en general, la situación está tranquila. En la casa presidencial de la calle Tomás Moro hay gente, probablemente del Gap o miembros de la guerrilla(?) que está parapetada, resistiendo. Me dedico a observar las poblaciones donde vive mi personal y mi familia, y puedo constatar que no se ve gente por los alrededores. Sólo en el sector del centro de Santiago, en especial en las cercanías del Palacio de Gobierno, se detectan soldados casi como puntos vistos desde aquí arriba, los que se mueven en las plazas y avenidas. También puedo observar con toda claridad a los vehículos del Ejército, tanques, transportes blindados de tropa, camiones y jeeps, como igualmente algunos cañones, probablemente de esos sin retroceso y otros menores. Hay humo en la zona producto de los disparos. Son casi las nueve de la mañana, y me parece que llevo horas desde que despegamos desde Concepción."(5)
Pareciera no caber duda, entonces, que la foto del Presidente y su escolta mirando al cielo debe haber sido tomada en los momentos mismos en que el Hawker Hunter piloteado por López Tobar pasaba a baja altura por sobre el Palacio de La Moneda, muy cerca de las 9 de aquella mañana.(6) Pero además, la descripción del aviador golpista resulta particularmente iluminadora, porque permite comprender que el avión que Allende debió ver y escuchar en el momento en que se le tomaba la fotografia, no se aprontaba a atacar el Palacio Presidencial, como pudiera pensarse, sino que se trataba de uno que, casi tres horas antes del bombardeo, sobrevoló el centro de Santiago con fines de reconocimiento(7) y muy probablemente de intimidación del "enemigo". El hecho de que en la foto, tomada supuestamente por Orlando Lagos, aparezcan varios carabineros detrás de Allende, sirve como una confirmación adicional de que el avión en cuestión tiene que haber volado sobre La Moneda antes de que las tanquetas de carabineros abandonaran sus posiciones de defensa de Palacio, cerca de las 10 de la mañana; y no poco antes del bombardeo aereo de la Moneda, que ocurriría casi dos horas después.
De modo que puede afirmarse, con un alto grado de certeza, que las fotos (8) del Presidente con casco y fusil al hombro junto a sus escoltas armados, deben haber sido tomadas escasos minutos antes de las 9 de la mañana del 11 de septiembre de 1973.
Aquí se nos plantea una vez más la pregunta que por mucho tiempo han venido haciendose periodistas e historiadores: ¿fue esta la última fotografía de Allende con vida? Premunidos de la conclusión arriba indicada creemos que es posible dar ahora una respuesta definitiva a esta cuestión.
En un artículo escrito por el afamado fotógrafo argentino Amadeo Becquer Casaballe, fechado en 1997, se nos relatan la circunstancias en que el fotógrafo transandino Horacio Villalobos, de la United Press International (quien había arribado a Santiago el día anterior con el fin de tomar algunas fotos del Presidente en una entrevista que le haría el mismo 11 de septiembre la revista norteamericana Times), abandona su hotel y decide salir a tomar fotografías en torno a La Moneda, en los momentos mismos en que el Golpe se encuentra en plena marcha. El siguiente es el relato de Becquer Casabelle de las actividades de Villalobos aquella mañana:
"En este momento las tanquetas se retiran y los carabineros dejan la Plaza [de la Constitución]. Fue [entonces] cuando por una de las ventanas del primer(sic) piso [en realidad se trata del segundo] Allende se asoma para constatar que lo estaban abandonando a su suerte. Yo tenía dos cámaras, una con un zoom y la otra con un granangular. Me pongo a correr y grito: 'Allende', 'Allende'. Al lado mío corría Arielo Netto, un camarógrafo amigo, uruguayo, que era más respetuoso y gritaba: 'Señor presidente, 'Señor presidente'. Esa cuadra de La Moneda había estado realmente desierta y entonces sucede algo mágico: justo aparecen caminado unos chicos que nos habían escuchado, Allende vuelve a abrir el balcón y hace un saludo fugaz. Yo tomo dos fotografías con el granangular, para que se vean los chicos. Uno [de ellos se dirige] a Allende y le dice: Deles duro compañero presidente.(9)
Como conocemos la hora en que las tanquetas de carabineros abandonaron los alrededores de La Moneda, esto es, poco antes de las 10 de la mañana, podemos sostener que la foto de Horacio Villalobos, tomada cerca de aquella hora al Presidente Allende saludando a varios estudiantes desde uno de los balcones del segundo piso del Palacio Presidencial es, efectivamente, su última foto en vida. Mientras que las fotografías tomadas en el interior del Palacio, con ser de mucho mayor valor expresivo y dramático, son anteriores, por lo menos en una hora.
Pero queda un importante detalle por aclarar. En el artículo de Becquer Casaballe recién citado se contiene una afirmación, sin duda basada en información equivocada, que es preciso corregir. Dice el fotógrafo que la foto que en 1973 apareció en la portada de todos los grandes periódicos del mundo, "en realidad, había sido obtenida varios meses antes, en junio de 1973, durante el fallido golpe militar conocido como el Tancazo". Esto manifestamente no es así, porque no cabe duda que aquellas fotos fueron tomadas la mañana del 11 de septiembre, lo que por lo demás sería confirmado por las recientes revelaciones de Taufic y por otros detalles de la historia interna de aquella fotografía. Pero si a alguien le quedara alguna duda al respecto bastaría con observar, con algún detenimiento, la conocida foto aquella en que aparece Allende muerto sobre una camilla militar de lona,(10) en la que a pesar de su oscuridad y baja resolución pueden distinguirse claramente la chaqueta de tweed y el sweter de figuras rombolidales, que el Presidente se puso aquella mañana temprano, luego de haberse informado de que el Golpe se había ya puesto en marcha en el puerto en el que 65 años antes desembarcara en este mundo.

Notas:

(*) Hermes H.Benítez es el autor del libro LAS MUERTES DE SALVADOR ALLENDE (Santiago, RIL Editores, 2006), cuya segunda edición se encuentra a punto de aparecer en Chile.
1. Camilo Taufic, "La secreta historia del Chico Lagos", La Nación, Domingo 4 de febrero de 2007.
2. Al parecer Taufic no es el único que habría estado en el secreto. Por ejemplo, en su libro Allende, un mundo posible (RIL Editores, 2003, pág. 208), el periodista Tito Drago señala que la foto en cuestión habría sido tomada "por un trabajador de la OIR [Oficina de Informaciones y Radiodifusión, de la Presidencia de la República] y que, sin firma, da la vuelta al mundo." Se trataría, aparentemente, de una manera velada de referirse a Orlando Lagos.
3. Camilo Taufic, Art. Cit.
4.
La foto completa, que a menudo se publica recortada, muestra a la derecha de Allende a otro miembro del Gap armado, también mirando hacia lo alto, cuyo nombre desconocemos. En todas las fotos tomadas aquella mañana en el interior de La Moneda, aparece el doctor Danilo Bartulín junto al Presidente, y detrás de él un oficial de carabineros, que algunos afirman ser el capitán José Muñóz, quien le facilitó a aquél su propio casco.
5. Mario López Tobar, Op. Cit, pp. 118-119. Ascanio Cavallo y Margarita Serrano han registrado, también, esta coincidencia. Escriben: "Este cuarto mensaje [de Allende] coincide con el paso del Hawker Hunter piloteado por el comandante Lopez Tobar, que ha recibido órdenes de hacer unas pasadas de reconocimiento a 20 mil pies sobre Santiago". GOLPE 11 de septiembre de 1973, Santiago, Aguilar Chilena, 2003.
6. El siempre bien informado redactor de Le Monde, Pierre Kalfon, registra esto de manera admirable: "( 9 h 00: ...
Des avion des chasse Hawker Hunter passent en vol rasant dans un bruit assourdissant. Una maniere à la foix d'impressionner et de prendere les repères" Allende. Chili: 1970-1973, Chronique, Biarritz, Atlantica, 1998, pág. 266. (Traducción: "Aviones de casa Hawker Hunter pasan en vuelo rasante [sobre La Moneda] haciendo un ruido ensordecedor. Una manera a la vez de impresionar y de tomar las marcas [para el ulterior bombardeo]".
7. Así lo indica el propio López Tobar en su libro.
8. Uso aquí el plural, porque las fotos, supuestamente de Orlando Lagos, evidentemente fueron tomadas consecutivamentes y con segundos de diferencia, una de la otra, según puede apreciarse en las págs. 196 y 197 del libro Salvador Allende. Una época en blanco y negro, de la escritora Alejandra Rojas. Madrid, El País/Aguilar, 1998.
9. A. Becquer Casaballe, "La última fotografía de Salvador Allende"
http://www.chilevive.cl/homenaje/allende/allende-foto.shtml
10. Esta foto fue publicada en Chile por primera vez en el número especial (de septiembre de 1983), de la revista Análisis. Ha sido reproducida por Mónica González, en su libro titulado: Chile: La conjura. Los mil y un días del golpe, Santiago, Ediciones B/Grupo Zeta, 2000, pág. 15.

Tuesday, July 1, 2008

ALLENDE

Por Joan E. Garcés

Cien años sobrepasan el ciclo vital activo de los seres humanos pero son un pestañeo en el de los pueblos. Así podría resumir el sentido de la historia de Salvador Allende, una sucesión de etapas que se condicionan unas a otras en las que el progreso de la Humanidad resulta de la acumulación de organización, experiencia y esfuerzos colectivos e individuales.
Sus bisabuelos, los hermanos Allende Garcés , combatieron junto a O’Higgins y Simon Bolívar en Chile y Nueva Granada por una América republicana que aspiraba a ser dueña de sus destinos. Su abuelo, Allende Padín, sirvió a la sociedad como médico y Gran Maestre de la Masonería, su padre como jurista.
El Allende Gossens nacido en 1908 consagró su vida a combatir la explotación social y defender la causa de las libertades. Sus postulados los enraizaba, como en sus antecesores, en libertad, igualdad, fraternidad, humanismo universalista. Sus acciones, naturalmente, hay que considerarlas en su interacción con las realidades en que tuvieron lugar.

Allende y la coalición del Frente Popular

Para Allende ni las frustraciones ni los éxitos eran permanentes, pero sí debían serlo los principios que postulaba. Daré algunos ejemplos.
En la segunda y tercera década del siglo XX la crisis del sistema económico capitalista mundial afectó muy severamente a la estructura librecambista de la economía chilena. Las consecuencias sociales internas fueron devastadoras para los trabajadores. Los remedios a esta crisis fueron en Chile equivalentes a los buscados en otras latitudes. A la sazón estudiante universitario, Allende se enfrentó con las políticas de la dictadura del general Ibáñez del Campo y la derecha criolla inspiradas en los fascismos europeos; como Diputado en 1937, Ministro de Salud en 1939-1940 y Senador desde 1945, cooperó en la obra social, económica y cultural de los tres sucesivos Gobiernos de Frente Popular elegidos entre 1938 y 1946.
La coalición del Frente Popular fue destruida en 1947 al ser enrolado Chile en la guerra entre las Potencias que derrotaron al III Imperio Alemán entre 1939 y 1945 (guerra ésta última en la que el Gobierno de Chile se declaró neutral). Como Senador elegido sucesivamente por todas las circunscripciones del país, Allende defendió el no alineamiento en la guerra hegemónica y que los recursos del país debían ser dedicados a mejorar la situación social y cultural del pueblo chileno. Para lograrlo consideró necesario restablecer y actualizar la coalición social en que se habían sustentado los programas de los gobiernos del Frente Popular.
En 1952 el ex dictador y general Ibáñez del Campo presentó una candidatura presidencial influenciada por la experiencia del general Perón, a la sazón Presidente de Argentina. Ibáñez del Campo recibió el apoyo del Partido Socialista de Chile, a lo que Allende se opuso por considerar que el populismo no era un camino a seguir, levantando como alternativa la alianza social que en las elecciones de 1958 le situaron a 30.000 votos de ganar la Jefatura del Estado. En la noche del escrutinio el suministro eléctrico se interrumpió durante varias horas. Antes del apagón iba en cabeza del recuento de votos. La sospecha de fraude fue tal que dirigentes del Partido Socialista pidieron al candidato que desconociera el resultado. Allende, que en su fuero interno también creía que se había cometido fraude, respondió que no pudiendo probarlo su responsabilidad era salvaguardar las instituciones republicanas y aceptar la derrota.
A fin de detener a la coalición social liderada por el Dr. Allende en las elecciones presidenciales de 1964, el Gobierno de EE.UU. invirtió secretamente en apoyo del candidato democristiano Eduardo Frei una suma de dinero por votante superior a la hasta entonces jamás gastada en las elecciones presidenciales de EE.UU. Frei obtuvo menos votos que Allende entre los varones pero muchos más entre las mujeres y fue proclamado Presidente hasta 1970. Antes de formar su gobierno, sin embargo, Eduardo Frei encargó a un amigo común, el senador democristiano Rafael Agustín Gumucio, que visitara a Allende en su casa y le formulara tres preguntas: qué tres socialistas de su confianza podía nombrar Ministros en su primer Gabinete; qué planes personales de futuro tenía; cómo estaba su situación económica personal. El Doctor Allende le acompañó hacia la puerta diciéndole: “Rafael Agustín, te estimo demasiado para responder como merecen las preguntas de Frei”.
Desde la oposición, entre 1964 y 1970 el Senador Allende impulsó el fortalecimiento del proyecto nacional alternativo y la ampliación de su base social. Cuando en 1969 se amotinó el Regimiento Tacna de Santiago contra el Presidente Frei y un senador socialista -Erik Schnake- acudió al cuartel a reunirse con los amotinados el senador Allende exigió, y logró, que la dirección del Partido Socialista condenara la iniciativa de Schnake por ser contraria a los principios democráticos que defendían.
Elegido Jefe del Estado en 1970 hasta noviembre de 1976 por votación directa y por el Congreso Pleno, logró que éste aprobara por unanimidad nacionalizar las cuatro más grandes empresas de cobre y creó con ellas la primera exportadora de cobre del Mundo, cuyos beneficios nutren desde entonces los presupuestos públicos de Chile. Rechazó las “fronteras ideológicas” y estableció relaciones diplomáticas con todos los países del Mundo: en 1971 fue el primero en la América continental que reconoció a la China Popular, a la sazón marginada por EE.UU. y la URSS, y al Viet-nam en lucha por liberar su territorio de tropas extranjeras.
El mundo podía estar cayéndose en pedazos a su alrededor, pero era Chile quien asustaba [a Kissinger”], dice Robert Morris, su colaborador en el Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU. (citado por S. M. Hersh: The Price of Power, Summit Books, 1983, p.269: “All kinds of cataclysmic events rolled around, but Chile scared him.
(…) The fear was not only that Allende would be voted into office, but that-after his six-year term-the political process would work and he would be voted out of office in the next election”. Ver resumen en http://www.thirdworldtraveler.com/Kissinger/Chile_Hardball_TPOP.html).
El desarrollo de las libertades, de la igualdad social, de la democracia económica, de la independencia de un país latinoamericano, angustiaban al Gobierno del Presidente Nixon. Observaba la simpatía que despertaba el Gobierno de Allende en los lugares más diversos del Mundo. El Padre Arrupe, general de la Compañía de Jesús, el socialista francés François Mitterrand, acudían a Santiago a mostrarle su solidaridad. Gobiernos neutrales como el de Suecia dirigido por Olof Palme, no alineados como el de Argelia bajo Boumedienne y el de México de Luís Echeverría, revolucionarios como el de Fidel Castro, anticomunistas como el del general Franco en España, militares como el de Argentina bajo el general Lanusse, comunistas en Europa oriental, etc., se negaron a sumarse a la intervención de la Administración Nixon en el país andino.
Lo que en Chile estaba en juego era el derecho de los países a ser independientes, a decidir pacífica y democráticamente su sistema económico, sus opciones internas y externas en conformidad con los valores humanos fundamentales y el derecho internacional. Ese era el simbolismo de Allende que Nixon y Kissinger ordenaron sabotear y desestabilizar para finalmente aplastarlo mediante la destrucción de las libertades e instituciones republicanas en que se sustentaba.
Allende, sus colaboradores, todos los responsables de las instituciones del Estado, fueron plenamente conscientes de los designios liberticidas. El Jefe del Ejército de Chile en octubre de 1970, el general René Schneider, se negó a amotinar las tropas para frustrar el resultado de las elecciones presidenciales, como le exigían Agustín Edwards, dueño del Diario El Mercurio, y el Gobierno de EE.UU. Fue asesinado. El Presidente Allende compartía el postulado del jefe militar: un dirigente no abandona sin defenderlo el puesto que el pueblo y la República le han confiado legítimamente.

Allende ante la insurrección de 1973

En las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 los partidos de la coalición del Gobierno Allende aumentaron en numero de senadores y votos, llegando al 44% del total nacional (frente a 36.4% en 1970). Pero en mayo siguiente el sector liderado por Eduardo Frei y Patricio Aylwin recuperó el control del partido democristiano (perdido desde 1969), y sumó este partido a la acción desestabilizadora financiada por la administración Nixon.
La respuesta del Presidente Allende fue múltiple.
Por un lado, envió una delegación a EE.UU. ofreciendo negociar una solución a los diferendos existentes entre ambos gobiernos.
Por otro lado, incrementó en cuatro mil carabineros las unidades estacionadas en Santiago bajo el mando del Ministro del Interior, para disuadir y en su caso hacer frente a eventuales amotinamientos mientras la inminente Junta de Calificación anual de las FF.AA. pasaba a retiro a oficiales que conspiraban contra la República. Dio instrucciones de aplicar, en caso de necesidad, el “Plan Hércules” elaborado por el Alto Mando militar para hacer frente a una eventual sedición.
Simultáneamente, ofreció un acuerdo al partido democristiano (que Patricio Aylwin y Eduardo Frei rechazaron). Trató de aumentar la base del Gobierno incorporando al Gabinete a dos destacados dirigentes democristianos (la dirección del PDC se lo prohibió), mientras que el 11 de septiembre de 1973 debía hacer público un conjunto de medidas económicas de emergencia y la convocatoria de un referéndum para que la nación escogiera democráticamente el camino que deseaba seguir, en paz y libertad.
En paralelo, el Dr. Allende había iniciado el camino hacia la elección de un nuevo Presidente de la República (la Constitución prohibía su reelección). En las circunstancias entonces existente, ¿a quién vislumbraba Allende con posibilidad de tratar de reunir apoyo político y social bastante para ganar las elecciones presidenciales? El 31 de agosto me confidenció que nadie parecía haber entendido que una semana antes hubiera aceptado la dimisión del general Carlos Prats a la Comandancia en Jefe del Ejército cuando pronto sería la persona más importante de Chile.
Camarillas fascistoides asesinaron en octubre de 1970 al Comandante en Jefe del Ejército, General René Schneider, con armas ingresadas en la valija de la Embajada de EE.UU., después al Presidente Salvador Allende, al general Carlos Prats y a miles de otras personas. Hoy rendimos homenaje a quienes cayeron en el campo del honor en defensa de valores y principios que trascienden a generaciones y pueblos.
Nota: El autor es abogado y escritor español y ex asesor político del Presidente Salvador Allende.
(*) Intervención en el homenaje a Salvador Allende celebrado en la Casa de América, Madrid, 26 de julio de 2008.