Saturday, November 22, 2008

Obama y la Política de la Esperanza

*Nieves y Miro Fuenzalida.

Estados Unidos ha construido la imagen del presidente electo Barack Obama como un nuevo tipo de político capaz de lograr grandes cosas y actualizar las esperanzas del pueblo americano por un nuevo futuro que transformara al país y al mundo. Su mensaje de cambio y renovación ha energizado el ambiente político y provocado lágrimas de felicidad en sus partidarios que no veíamos por mucho tiempo. La misma prensa también considera a Obama como el senador mas liberal del partido demócrata. Si todo esto es así ¿que podemos esperar de su política exterior?
Criticando la pol
ítica norteamericana un profesor de la Universidad de Harvard mencionaba la limitación de las libertades cívicas, la detención sin defensa, el asalto al Estado de Bienestar, el apoyo al rico, la aceptación de la desigualdad económica global, el cambio de la doctrina estratégica en las relaciones internacionales y la transferencia del control político a las manos del Presidente. Pero, continuaba, a pesar de ello, EEUU continua siendo una democracia liberal. Frente a esto uno podría preguntarse si, a pesar de esto, EE.UU. continua siendo una democracia liberal ¿no será, entonces, la democracia liberal el problema?
Michael C. Desch en un reciente ensayo hace notar que si no fuera por la tradición liberal EEUU vería la amenaza del terrorismo global en forma mucho menos alarmista y adoptaría políticas más restringidas como respuesta a su amenaza. Incluso, dice, la actitud política predominante en el gobierno de George W. Bush tiene profundas raíces en la misma tradición liberal.
Dentro de EE.UU. el absolutismo liberal alimenta la ambici
ón de extender el liberalismo más allá de sus bordes. El origen de esta ambición es posible encontrarlo en la influencia de Kant. Según él una sociedad justa y próspera en uno o pocos países no es posible a largo plazo. Para hacer al mundo seguro para las democracias occidentales uno tiene que hacer a todo el mundo democrático. Un país con un buen orden presupone buen orden en todos los países y entre todos los países. La intervención exterior para cambiar un régimen tiránico se justifica por la necesidad de actualizar la hegemonía global del sueño liberal. La presencia de estados no liberales es una amenaza y el liberalismo kantiano puede servir de justificación filosófica para la intervención y la hegemonía. John Rawls, uno de los mayores exponentes del liberalismo del siglo XX, justifica la expansión del liberalismo, no solo por razones defensivas, sino como una obligación política natural del principio liberal. Las sociedades liberales están obligadas a dejar el estado natural y someterse, junto con otras, a la regulación de una ley razonable y justa. Para obtener esto, afirma, las sociedades pueden, incluso, emplear la fuerza militar.
El liberalismo, en principio, es tolerante de regímenes no liberales. Pero, en la práctica, los
únicos regímenes no liberales que la sociedad liberal puede tolerar son los que adoptan valores liberales. Los Estados Liberales, entre 1871 y 1965, iniciaron el 65% de las guerras menores en contra de estados más débiles (Melvin Small y David Singer). La paradoja de la tolerancia liberal se rebela en su impulso expansionista. El presidente Wilson expande la democracia liberal en Europa después de la Primera Guerra Mundial, mayormente, a través de acuerdos y organizaciones internacionales. En cambio, tomo una aproximación diferente en América Latina en donde uso la fuerza militar en siete ocasiones diferentes (Cuba 1917. Republica Dominicana, 1916-24. Haití, 1914, 1915-17, 1918-24 y México, 1916-24) lo que ilustra en que medida su capacidad hegemónica, su superioridad militar, determinan la forma en que la tradición liberal se va a manifestar.
El presidente G.W.Bush no ha sido ajeno a esta tradición liberal norteamericana. Liberales y neo-conservadores son más parecidos de lo que est
án dispuestos a admitir en sus ambiciones ideológicas y en sus justificaciones morales. La diferencia entre intervensionistas liberales e intervensionistas neoconservadores es una cuestión de grado más que de principio. En relación a las instituciones internacionales los neo-conservadores son más unilaterales que los liberales, que creen que la política exterior se debe conducir dentro de un marco multilateral y bajo los auspicios de instituciones internacionales. Pero, a pesar de esta diferencia, ambos tienen en común lo suficiente para ubicar a los neo-conservadores en la tradición liberal norteamericana. La administración de Bush, por ejemplo, participa de las premisas claves de la tradición liberal…“creo que EEUU es el farol de la libertad en el mundo. Y creo que tenemos la responsabilidad de promover la libertad, que es tan solemne como la responsabilidad de proteger a la Nación, porque las dos van juntas (en entrevista con Bob Woodward). La libertad de Irak será un ejemplo para la región y el pueblo americano estará mas seguro. La administración de Clinton y la de Bush han compartido la misma idea. Mientras mas democracia y liberación política y económica haya en el mundo mas segura estará nuestra nación y mas prospero será nuestro pueblo (Clintons National Security Strategy, 1999).
Para Jimmy Carter
la expansión de la democracia es más importante que mantener la estabilidad, y es esta creencia la que lo llevo a empujar a los aliados de Norteamérica a respetar los derechos humanos y llamar a elecciones durante la guerra fría, incluso, cuando eso podía significar la perdida del poder de esos aliados. El mismo compromiso es posible ver en la administración de Bush en Irak después de la caída de S. Hussein, en las elecciones en Gaza y, recientemente, en Pakistán, a pesar de los resultados adversos. Paradójicamente, esta misma creencia liberal ha ayudado a producir muchas de las políticas iliberales del presidente Bush. Es a través del lente del liberalismo, por ejemplo, que EE.UU. ha rechazado la política de contenimiento o cualquier otra estrategia en favor de la eliminación del enemigo de una vez por todas. Es esta misma creencia la que alimenta la tendencia iliberal a la búsqueda de la hegemonía, la guerra preventiva, la restricción de las libertades cívicas e, incluso, el uso de la tortura. Exagera la amenaza que los Estados no liberales presentan a la Nación y sub estima el desafío asociado con la insistencia de expandir el liberalismo más allá de sus fronteras.
Bush no ha sido una excepci
ón en la búsqueda de la hegemonía de EE.UU. en el mundo. El presidente B. Clinton también afirmaba que EE.UU. tiene una responsabilidad especial en proveer dirección global (National Security Strategy, 1996). Madeline Albright declaró en Europa que nosotros somos la Nación indispensable. Sobresalimos y miramos más lejos dentro del futuro. Por ello, cuando Condoleezza Rice declaró en el año 2002 que EE.UU. era el guardián del mundo (Office of the Press Secretary, National Security Advisor Speaks at Texas A&M) no constituyó un alejamiento dramático de la administración anterior. Y, hace un año atrás, el presidente electo B. Obama afirmó que América es la última, la mejor esperanza de la tierra (Remarks of Senator Barack Obama to Chicago Global Affairs Council," Chicago, Illinois, April 23, 2007). Este excepcionalismo contenido en el liberalismo norteamericano, al unirse con los intereses de las corporaciones, irónicamente, se transforma en un nuevo mito imperialista. Al comentar la invasión a Irak Tony Judt decía Hoy día, los liberales americanos son los tontos útiles de la política internacional iliberal de la Administración de Bush.
El ambiente político norteamericano, ciertamente, se compone de múltiples tradiciones. Pero el liberalismo ha sido, y continua siendo, la ideología más consistente e influyente en la historia del pa
ís. La derecha evangelista, en los últimos años, ha tenido un notable resurgimiento, adoptando una posición moral teológica que desafía el relativismo cultural neoliberal. Pero, esta también contiene la misma ambición de dominio, esta vez, en lenguaje teológico. La visión hegemónica de la política americana, ya sea en su versión liberal o evangélica, no es solo un agregado externo a sus ambiciones militares, sino la que impulsa estas ambiciones. La vacilación liberal entre aislacionismo, cuando no puede cambiar el mundo, y el mesianismo, cuando puede hacerlo revela el hecho de que no puede vivir confortablemente con lo que es diferente o ajeno a su visión y que no puede afirmar su interés nacional sin tener que rehacer el resto del mundo a su imagen.
No hace mucho B. Obama sugiri
ó que bajo su presidencia EE.UU. podría iniciar acciones unilaterales en contra de los militantes concentrados en Pakistán si el gobierno no lo hacia (Foreignaffairs.org, September 20, 2007), indicando con ello que el también participaba del consenso en mantener y usar una fuerte presencia militar en el mundo. A pesar del reconocimiento de los problemas que esta política ha causado comparte el mismo optimismo en la continuación de la hegemonía mundial de EEUU. Si el legado de Irak pudo haber proveído algún equilibrio y una nueva base a la política exterior norteamericana del siglo XXI este no ha sido el cambio de fines. Solo el cambio en los medios a emplear. Ambos partidos, a pesar de las diferencias de detalle, empiezan a favorecer una política multilateral y una mayor apreciación del papel de las instituciones internacionales para recuperar cierta legitimidad en la persecución de los mismos fines. La convergencia filosófica entre Obama, el partido demócrata y el partido republicano pareciera ser mayor de lo que la retórica electoral expresa.
Mirando las lágrimas de regocijo por el triunfo de Obama, que trae la promesa de un mundo mejor, uno quisiera suspender la duda y el cinicismo político y unirse al sue
ño de que un nuevo mundo se nos abre Después de todo no olvidemos que Obama también es parte de otra corriente de luchas sociales que nace con los esclavos y da origen al movimiento cívico de los 60s con lideres como Malcom X que desarrolla una de las mas lúcidas criticas al imperialismo norteamericano y Martín Luther King con su poderoso llamado a la lucha por la igualdad y justicia económica y que hoy continua en la Teología Negra. Nos preguntamos ¿Cuál de estas narrativas ocupara un lugar central en las decisiones de esta extraordinaria figura política? ¿Los millones de electores que exigen un nuevo mundo serán espectadores pasivos o empujaran con toda su participación para que esto ocurra? Y ¿Por cuanto tiempo podremos suspender el escepticismo?

*Los autores son escritores y docentes chilenos residentes en Ottawa.