Sunday, September 21, 2008

El legado de Pinochet y los Derechos Humanos

Por Nieves y Miro Fuenzalida*
En las últimas tres centurias hemos venido viéndonos a nosotros mismos como mucho mas maleables de lo que Platón o Kant soñaron. Y, mientras más impresionados quedamos con esta maleabilidad, más débiles se nos aparecen las nociones invariables de naturaleza o humanidad. Nuestro orgullo de pertenecer a una comunidad moral, o mejor dicho, a la cultura de los derechos humanos, es tan externo a nuestra "naturaleza" como lo es nuestro deseo por éxito económico o artístico. Es en este sentido que no podemos decir que Pinochet fue inhumano y sordo al imperativo "de las normas y reglas de la especie". Por el contrario. Él pertenecía a ese tipo de ser humano cuyo tratamiento de los que forman parte de su reducido círculo es moralmente impecable, pero que permanece indiferente al sufrimiento y dolor de todos aquellos que quedan fuera del grupo y que considera pseudo-humanos (“ratas comunistas”). Por ello no es de extrañar que cuando se descubrieron las sepulturas conteniendo, cada una de ellas, dos prisioneros asesinados por el régimen militar, respondiera ”Que económico” (Revista Hoy, Septiembre 9,1991).
Para ayudar al anhelo de una "comunidad planetaria" dominada por una "cultura de derechos humanos" no basta con decir que lo que tenemos en común, nuestra humanidad, es más importante que nuestras diferencias triviales. La prueba esta en aquellos que tratamos de convencer. Moralmente se sienten ofendidos frente a la idea de tratar a alguien que es "diferente" como si fuera un prójimo. Este tipo de mentalidad no se considera a sí misma como simplemente ser humano, sino como un "buen" tipo de ser humano, definido explícitamente en oposición a otro considerado "esencialmente" malo. Esta dualidad es imperiosa a su sentido de identidad. Él termino "ser humano" pasa, de esta manera, a ser sinónimo de miembro de mi "grupo” que se transforma en "paradigma" de la especie. El contraste los transforma en lo auténticamente real en oposición a aquella seudo humanidad rudimentaria, pervertida o deformada (marxista, sediciosa, terrorista o infiel) que es necesario silenciar o eliminar.
Desde el renacimiento adelante el mundo empezó a presenciar cambios que revelaron el surgimiento de nuevas formas de coexistencia. La magia, el mito y el dogma empiezan a quedar atrás para dar paso a la razón y a la posibilidad de una moral universal. No lo que es bueno para mi grupo o mi raza, sino lo que es bueno y justo para todos los seres humanos, independientemente de raza, sexo o creencia. Vemos una explosión de movimientos liberadores… de esclavos, de mujeres, de intocables. En no más de 100 años (de 1788 a 1888) la esclavitud fue puesta fuera de la ley y eliminada de cada sociedad industrial existente. La edad de la razón fue la edad de la revolución. Es el mito de la razón revolucionaria que pretende transformar la sociedad hasta sus mismos cimientos. Es la lucha apasionada por la abolición de la subyugación del hombre y la mujer al poder de la Iglesia y el Estado. Es la lucha por la igualdad de los derechos, por la existencia de la democracia y el pluralismo. Para materializar este sueño se establecen las instituciones legales y jurídicas capaces de llevar a cabo y defender estos derechos y extenderlos a toda la humanidad. Todo esto es elemental. Y, sin embargo… todo esto es lo que el golpista Pinochet negó, retrotrayendo la historia de Chile a una etapa dictatorial en donde el único criterio legal provenía, exclusivamente, de “mi General” y el derecho a la vida se fundó, no en el estado jurídico universal, sino en los caprichos ideológicos del dictador. Con la fuerza arbitraria del tanque y la metralleta hace tabla raza de la razón y borra de una plumada una tradición democrática nacional que, laboriosa y difícilmente, Chile había venido construyendo a través de toda su historia en su intento de liberar al estado del poder militar. Con Pinochet la prisión, la tortura, la desaparición y el crimen sin juicio tomaron precedencia sobre el estado de derecho. La respuesta golpista militar al gobierno legítimamente constituido fue rápida, violenta y sangrienta. La justificación de esta masacre colectiva, dada por la dirección militar, se baso en la conclusión de que los intereses nacionales estaban en peligro y temían que en corto plazo el país se vería convulsionado por una guerra civil que pondría en peligro, no solo la integridad de las fuerzas armadas, sino la existencia misma de la Nación. Inmediatamente después del golpe la junta diseminó un documento argumentando que los marxistas tenían planeado un auto golpe que empezaría con el asesinato de oficiales militares y policiales. En tales circunstancias cualquier acción preventiva para proteger la nación era justificable y no institución, sea política o judicial, podría ser respetada, si el objetivo era salvar al país. Pinochet estaba tan seguro de su misión que luego remarco que había sido guiado por la divinidad en sus esfuerzos. La ayuda divina también ha guiado hoy día a Bin Laden y George W. Bush.
Independientemente de la veracidad de estas conclusiones, el liderazgo militar, con unas pocas excepciones honorables que en poco tiempo fueron silenciadas, ignoró la existencia de normas claras que prohíben cierto tipo de conducta en el despliegue de hostilidades, ya sea en conflictos armados internacionales o nacionales. Entre estas normas están aquellas que prohíben matar o torturar prisioneros y las que establecen estándares legales justos para aquellos acusados de ofensas criminales, por muy excepcional que sea el carácter del juicio (Informe de la Comisión Rettig, 1993).
¿Cómo sería posible definirnos en términos no exclusivistas? Ni la argumentación transcendentalista del imperativo categórico ni el esencialismo naturalista han sido suficientes para lograrlo hasta el día de hoy. Él filosofo norteamericano Richard Rorty dice que, tal vez, un argumento más eficaz seria el de concentrar nuestras energías en manipular nuestros sentimientos a través de esa forma de educación que relacione gente de diferente tipo con la esperanza de que el mutuo conocimiento disminuya la tentación de pensar en aquellos diferentes a uno mismo como solo cuasi-humanos. Manipular sentimientos es imaginarse en los zapatos de los oprimidos, despreciados y perseguidos. Es desarrollar la capacidad de sentir por el otro de una manera mucho más intensa de lo que habitualmente somos capaces y de abrir la posibilidad de expandir nuestra identidad más allá de los términos puramente discriminatorios. Cuando Pinochet, hace algunos años atrás, corrió el riesgo de ser juzgado en un tribunal ingles por los crímenes cometidos durante su dictadura, Ariel Dorfman escribió en aquella ocasión “Yo creo que el penúltimo, el último, el definitivo estertor del general debería darse en aquella tierra de Chile”. La magnanimidad del escritor chileno de perdonar al asesino Pinochet en los últimos días de su vida y creer que tenia el derecho a morir en su patria (sabiendo que la patria no tenia el poder ni el coraje para juzgarlo), es posible que se deba, no al imperativo de la especie -normas, reglas, principios- que él imagina escuchar, sino mas bien, a esta manipulación sentimental de la que habla Rorty.
Pero, esta manipulación de nuestros sentimientos ¿nos llama también a ser “simpáticos” con los torturadores, asesinos y fascistas? ¿Qué la inclusión y tolerancia son ilimitadas? Por supuesto que no. La idea aquí no es despojarlos de sus derechos, sino, confrontarlos con sus decisiones y acciones sociales. Los asesinos políticos deben responder a la justicia de su Nación o a la Comunidad Internacional por sus crímenes. Chile no logro estar a la altura de este proyecto. Su impotencia institucional no pudo responder completamente a la necesidad de justicia de las victimas. El poder militar, que sé auto designa custodio de los valores de la Patria (propiedad privada, familia e iglesia), se asegura que los que pertenecen a su elite se ubiquen más allá del poder legal. La amenaza golpista se desata cada vez que su inmunidad esta en juego. Esta fue una oportunidad perdida para ingresar plenamente a la“cultura de los derechos humanos”.
La sensación de frustración de los que han venido luchando por los derechos humanos surge, primariamente, debido a la ausencia de estructuras institucionales adecuadas capaces de implementarlos. El único poder disponible pareciera ser la persuasión moral y la manipulación afectiva, como dice Rorty. Solo que, a pesar de sus importantes logros, constituyen meros mecanismos retóricos más bien que marcos legales. La intervención de la NATO en Kosovo en 1998 se basó en él poder militar de las naciones dominantes que colocaron la defensa de los derechos humanos por encima del principio de la soberanía nacional, pero solo, en tanto esta soberanía era la de los otros, no la nuestra. La lección de ello fue que la aplicación universal de los derechos humanos no puede realizarse sin la institucionalización de su estructura legal. Las diferentes “comisiones de la verdad” que surgieron después de las violaciones masivas de los derechos más elementales en Sud África, Guatemala, Argentina y Chile intentaron establecerse como estructuras legales capaces de trascender los marcos nacionales al confrontar crímenes cometidos por el estado. El problema con ellas es que solo se limitaron a revelar los hechos del pasado sin buscar castigo para los culpables y, muchas veces, incluso, garantizando la inmunidad a aquellos que testificaron. La revisión de los casos históricos apuntaba, principalmente, a una discusión nacional y a un cambio en el balance político y en otros, como en Chile, el objetivo fue la búsqueda de una terapia nacional que dejara los problemas en el pasado y se restaurara el orden tradicional. Al final del día, tales comisiones no constituyeron una institución efectiva de justicia. Los tribunales internacionales, por otra parte, constituidos después de conflictos nacionales para juzgar crímenes de guerra, son otro intento de crear instituciones legales que se ubiquen más allá de las estructuras legales nacionales. Desgraciadamente, su espectro es limitado (solo consideran los crímenes más horribles, con mandato limitado) y muchas veces funcionan únicamente como una excusa para cubrir las operaciones de los victoriosos o neutralizar y pacificar conflictos más que para crear justicia. Diferentes de estos son los experimentos de la corte internacional permanente. En el 2002 la Corte Criminal Internacional Permanente fue establecida. Todos los países que ratificaron sus estatutos están sujetos a sus dictámenes. Pero, a diferencia de los Tribunales Internacionales de Rwanda y Yugoslavia, no tiene precedencia sobre las cortes nacionales y solo considera crímenes que están mas allá de su jurisdicción. Sin embargo, a pesar de ello, las cortes internacionales, mas que ninguna otra institución existente hasta el momento, abren la posibilidad de un sistema global de justicia cuya función es la de proteger igualitariamente los derechos de todos. El mayor obstáculo a instituir un sistema global o supra nacional de justicia proviene de las naciones más poderosas (como Estados Unidos, por ejemplo) que se niegan a ratificar los estatutos de la corte criminal internacional, haciendo imposible la consolidación de las aspiraciones a una justicia universal, lo que deja solo en su lugar la ley del mas fuerte. Hasta ahora, no es mucho lo que podemos esperar de las “comisiones de la verdad”, de los tribunales y de las cortes internacionales de justicia criminal. En muchas ocasiones ellas solo han funcionado para neutralizar o pacificar conflictos, más que para hacer justicia.
La afirmación de alguna forma de universalidad de los derechos humanos, sin los cuales una sociedad realmente democrática es imposible, es uno de los vocabularios construidos temporalmente por agentes sociales que han entrado a formar una parte central de nuestros valores y nuestra cultura. Su universalidad es mejor entendida en su versión histórica y contingente mas bien que en su versión metafísica (dios, naturaleza, razón). Se originan en el discurso religioso, se insertan en el mundo político durante el iluminismo y empiezan a generalizarse, cada vez más, con las revoluciones democráticas de los dos últimos siglos. La conciencia de su historicidad nos hace responsables de su existencia. Confrontados con las masacres del siglo XX necesitamos, en lugar de buscar refugio en el trascendentalismo de lo mitos religiosos o racionalistas, de todo nuestro coraje moral para admitir la contingencia de nuestras creencias y que, a pesar de su contingencia, o mejor, debido justamente a ella, la lucha por los derechos humanos es una lucha que vale la pena llevar a cabo.

*Los autores son escritores y docentes chilenos residentes en Ottawa.

Sunday, September 14, 2008

Nuestro 11 de Septiembre es Creador, Alegre y Popular

Por Mauricio San Cristóbal M.*
“La historia es nuestra y la hacen los pueblos…” Presidente Salvador Allende G.
Ya en los primeros días de septiembre comenzamos a ver como nuestros lugares de trabajo, estudio y vivienda se comienzan a llenar con consignas recordando los 35 años del Golpe de Estado de perrochet y sus secuaces de la mafia militar y empresarial. En la T.V. hacen programas y reportajes sobre un bonachón -con “corazón de abuela” y la “candidez de un adolescente”-, Allende bueno para los “copetes” y las “minas” pero que de economía -según ellos- no sabía mucho, rodeado de organizaciones de Izquierda que lo único que buscaban era la violencia y la destrucción de la “centenaria y pacífica democracia chilena”, democracia de ricos, llena de revueltas burguesas y más de alguna matanza a proletarios.
Se recuerdan 35 años con esa cantinela hippie de “para que nunca más en Chile…para que nunca más en Chile” soñemos, nos organicemos y luchemos por la construcción de una sociedad distinta: Socialista y Popular, y la frase típica de “si todos fuimos responsables de la violencia…”. Cuando hasta el día de hoy los gestores de la violencia son los que poseen el monopolio de ella: el Estado y sus Fuerzas Armadas y de Orden, es decir, los perros guardianes de los ricos y poderosos.
Por otro lado, las izquierdas tradicionales, hacen actos y marchas para ir a expiar sus culpas de no ser tan socialistas como Allende, de ser “socialistas” de mercado y disculparse de ser renovado y dirigir los servicios de inteligencia que encarcelan y matan en “democracia” a nuestras hermanas y hermanos revolucionarios, subversivos y del Pueblo Nación-Mapuche –como Ariel, Cecilia, Andrés, Claudia, Daniel, Alex, Matías y tantos otros. Son los mismos “Socialistas” que privatizan nuestras vidas convirtiendo los derechos a la Educación, Salud y Vivienda en meras mercancías que sólo son accesibles a quienes tienen el capital para comprarlas.
El resto de la izquierda tradicional se preocupa, más que de expiar culpas, de mostrarse como las víctimas únicas de la violencia política del golpe y los años venideros. Su estrategia de luchar por los derechos humanos se limita a las “víctimas” de violaciones de los derechos civiles y políticos dejando de lado las violaciones de los derechos económicos, sociales y culturales de los pobres. Tampoco son capaces de reivindicar el proyecto político, revolucionario en muchos casos, de los miles de compañeras y compañeros asesinados por las hordas pinochetistas y en la política de conflictos de baja intensidad mantenido por la Concertación en los primeros años de la “democracia” y en la actualidad en el territorio Mapuche. Son ellos los que en su propaganda electoral reivindican al Presidente Allende haciéndose dueños absolutos de la iconografía de la “Izquierda”. Son ellos las que hacen acuerdos electorales a espaldas de los(as) pobres para dejar de ser excluidos del poder de los ricos.
Todos estos discursos antes planteados son parte, en el ámbito de lo ideológico, del consenso básico de las clases dominantes, realizado al fin de la dictadura para mantener el capitalismo tal cual pero con nuevos administradores: la Concertación.
Para nosotras y nosotros, estudiantes revolucionarios, cada nuevo 11 es recuperar nuestra memoria de insumisas e insumisos para aprender de ella y aplicarla novedosamente, dialécticamente, en nuestras construcciones y luchas por una Educación Gratuita, Popular y Liberadora. Hacemos que la rabia por tanta soberbia e injusticia de los poderosos se convierta en rebeldía organizada que potencie nuestras ganas de trasformarlo todo por los que fueron, somos y los que vendrán. Para que todos y todas construyamos la más grande de las felicidades, con una alegría infinita que nos alcance a todas y todos en una sociedad radicalmente distinta. Es en este contexto de lucha que recordamos a nuestra hermana, estudiante revolucionaria, Claudia López, asesinada por Carabineros un 11 de septiembre de 1998 en la Población La Pincoya.
Es hora que nosotros y nosotras, los que creemos que los Pobres, más temprano que tarde, tomaremos en nuestras manos la creación de la historia nos tomemos el 11 en las calles, plazas, universidades, liceos y lugares de trabajo, construyamos nuestro 11 alegre y popular.
A Recuperar las Ganas por la Transformación
Con Memoria, Rabia y Rebeldía
Se Organiza la Lucha del Pueblo Cada Día.


Nota:
El autor es estudiante y pertenece al Movimiento de Estudiantes Revolucionarios. Articulo publicado originalmente en el periódico digital El Ciudadano.

Thursday, September 11, 2008

A 35 Años de Salvador Allende: El Lado Oscuro del Chile de Hoy

Por Ernesto Carmona*
¿Qué ha cambiado en Chile desde que fue derribado el gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende? Han transcurrido 35 años, 17 de dictadura militar y 18 de “transición a la democracia” conducida por una coalición hegemonizada por los partidos Socialista, Demócrata Cristiano y Por la Democracia, seguidos de otros menores, como el partido Radical, llamada Concertación de Partidos por la Democracia.
La primera observación es que la “transición” lleva ya más tiempo que la dictadura. Pero las condiciones de vida del pueblo han empeorado dramáticamente desde la época de Allende. Y hay poca cabida para protestar. Hoy existe una perversa democracia formal que limita el acceso de los pobres a la política y excluye de cualquier participación a la minoría comunista y a otros grupos izquierdistas. Existe un sistema binominal de elecciones que fue creado precisamente para que dos grandes bloques –la derecha y la Concertación– se alternen perpetuamente en el poder, tal como ocurre con los demócratas y republicanos en EEUU.
El fin de la dictadura no fue sólo el resultado de la lucha del pueblo, que aportó generosamente su sangre, instigado por quienes hoy gobiernan al país, sino que prevaleció un acuerdo político impulsado por los mismos factores internacionales que provocaron la caída de Salvador Allende, es decir, EEUU, la CIA, la USAID, el Fondo Nacional para la Democracia (NED, su sigla en inglés) y las grandes corporaciones transnacionales, cuyos negocios de explotación de los recursos naturales mejoraron notoriamente en estos últimos 18 años, según todos los indicadores. Los sectores que producen mayores ganancias al capital local e internacional son la minería del cobre, que es 70% privada, y la industria de la celulosa que se extrae de los bosques del territorio indígena, entre muchos otros rubros.

Neo-Derecha “Progresista”
La dictadura sigue presente, pero con otra apariencia, en el exitoso modelo de “desarrollo democrático” que padece Chile, pero que se exporta como imagen envidiable para otros países. La carta magna de la dictadura, que data de 1980, ha sido legitimada por sucesivas reformas constitucionales “de parche” concertadas por el gobierno con la derecha parlamentaria. Cada vez que tienen la oportunidad, las organizacionales patronales de la derecha económica manifiestan su satisfacción por la marcha de sus negocios bajo la administración concertacionista, particularmente bajo el sexenio presidencial de Ricardo Lagos (2000-2006).
En estos 18 años de “transición a la democracia”, la Concertación se convirtió en una neo-derecha, con tintura socialista y social cristiana, como ocurrió antes con los partidos “progresistas” en Europa y en otras latitudes, donde la social democracia imitó a la democracia cristiana como nueva expresión partidaria renovada de la derecha tradicional. El socialismo de hoy no es el mismo de los tiempos de Allende. El partido del presidente inmolado que pretendió realizar reformas sociales involuciona por el mismo camino que siguieron antes sus colegas socialistas de España y Francia, los laboristas del Reino Unido, el partido “trabalhista” de Brasil y tantos otros. El Chile de hoy se puede transitar libremente pero por carreteras privadas. Santiago tiene una red de autopistas urbanas que cobran. La gente se ve triste porque está endeudada, aunque existe algo de trabajo, pero precario y “flexibilizado”. Los empleadores no tienen que complicarse con la seguridad social de sus trabajadores. La educación, la salud y la previsión social se han privatizado, convirtiéndose en negocios o “industrias”.
Una nueva clase política de apariencia “democrática y progresista” se incrustó en la superestructura del poder del Estado para administrar la expoliación del pueblo chileno y de sus recursos naturales con mayor “eficiencia” que los militares y con pocos reclamos de los trabajadores, gracias al control de la Concertación sobre la Central Unica de Trabajadores (CUT). Esa clase política también ha puesto en marcha un proceso de corrupción a expensas de los fondos públicos sin precedentes en la historia política republicana del país.

Los Rebeldes Son Jóvenes

Los disidentes, incluidos cientos de miles de izquierdistas allendistas, no tienen cabida en esta democracia, porque el sistema electoral binominal les bloquea su acceso al Parlamento. Los jóvenes se niegan a inscribirse voluntariamente en los registros electorales. O sea, rehúsan adquirir el derecho al voto. Una vez inscritos tendrían la obligación de concurrir a votar a riesgo de severas sanciones. Si el derecho a voto no se ejerce, en Chile hay castigo. Y el gobierno pretende legislar una inscripción automática al cumplirse la mayoría de edad de 18 años, manteniendo la obligatoriedad del voto, en un esfuerzo desesperado por recuperar la representatividad perdida. Paradojalmente, quienes se oponen a esta medida totalitaria son los propios herederos políticos del pinochetismo que ahora juegan al populismo electoral al mejor estilo del Partido Popular español.

Cuando algunos sindicatos que no están bajo el control de la Concertación y ciertos sectores de la sociedad chilena manifiestan su descontento con el nuevo modelo político-económico que favorece a los ricos, son brutalmente reprimidos por el gobierno nominalmente “socialista”, en nombre del sagrado sistema legal heredado de la dictadura que garantiza la expoliación neoliberal. Los más afectados han sido los sindicatos de trabajadores subcontratados –o tercerizados con empleo precario y “flexible”–, los estudiantes y la etnia mapuche, cuyo territorio permanece ocupado militarmente por años, sin nada que envidiarle a Palestina. Y al igual que Israel, Chile hace caso omiso a las recomendaciones de los organismos de derechos humanos de Naciones Unidas. La región mapuche, con sus habitantes en extrema pobreza perpetua, es un territorio ocupado por Carabineros bajo permanente estado de sitio, mientras sus tierras son explotadas por las industrias madereras de los grupos económicos más ricos de Chile.
El gobierno de la socialista Michele Bachelet eligió el camino de la represión, hasta con 1.500 detenciones de jóvenes estudiantes en el mes de julio 2008. La policía militarizada de Carabineros ejerce una brutalidad sin restricciones, incluso en detenciones regulares ordenadas por algún tribunal. El fallecimiento del jefe policial en un accidente aéreo en Panamá, mientras andaba de compras con su familia y ciertos allegados, fue convertido en tragedia nacional por el gobierno y los medios de comunicación, con duelo oficial y un derroche propagandístico que elevó al difunto a la categoría de un santo.

El Rol de los Medios

Todo esto ocurre mientras existe una creciente criminalización de la protesta civil, que comenzó reduciendo a 14 años la responsabilidad penal de los jóvenes. Los estudiantes que protestan en las calles corren el riesgo de ser procesados como autores de crímenes, no de desórdenes públicos, como ya ocurre en países como El Salvador, que hizo suya la ley antiterrorista de EEUU, la Patriot Act. Sin embargo, cuando un estudiante de 15 años es detenido y apaleado por Carabineros en las calles de cualquier ciudad, debe permanecer detenido hasta que sus padres vayan a rescatarlo a la comisaría. Es decir, hay un doble estándar entre los derechos ciudadanos y la responsabilidad penal que siempre opera contra los jóvenes.
El debate parlamentario se realizada entre cuatro paredes, casi igual que en los tiempos de la dictadura, sólo que ahora la sala es más grande y hay más protagonistas de la clase política disfrutando de un salario que pagan “todos los chilenos”. Tampoco hay debate público democrático en la prensa, donde no hay acceso para todas las opiniones ni existe cabida para los críticos y disidentes. Los grandes medios de comunicación –cuya propiedad está súper concentrada– apoyan las medidas represivas y demás políticas del gobierno que son del agrado de los grupos económicos y de los poderes fácticos. Los medios practican un doble juego de apoyo y crítica, aunque las portadas más populares se dedican a temas banales. Dos empresarios controlan la prensa escrita del país, Agustín Edwards y Alvaro Saieh, a través de sus diarios insignia El Mercurio y La Tercera. La televisión exhibe el mismo signo ideológico, estigmatiza las protestas sociales, cultiva la banalidad y criminaliza peyorativamente a sus protagonistas a través de todos los canales. El candidato presidencial Sebastián Piñera, que es la versión local de Silvio Berlusconi, tiene su propio canal de televisión, mientras otro responde al Vaticano, un tercero pertenece al multimillonario Ricardo Claro, del Opus Dei, otros dos pertenecen al magnate mexicano Angel González y el canal del Estado es co-gobernador por los intereses comunes de un directorio acordado en cuotas entre la derecha y la Concertación.

Diputados “Elegidos” a Dedo

Resulta imposible describir in extenso en una simple crónica al Chile de hoy, a 35 años de la muerte de Salvador Allende. Hay múltiples brochazos para pintar esta situación. Por ejemplo, en estos días los chilenos se enteraron de la asunción de un nuevo diputado que jamás fue sometido al voto popular. Se trata del reemplazante socialista del fallecido Juan Bustos, presidente de la Cámara. La ley permitió que el sucesor fuera designado a dedo por el partido del difunto. El premio recayó en Marcelo Schilling, que se hizo célebre como organizador de “La Oficina”, una instancia de espionaje interno creada por Patricio Aylwin (2000-2004) que Ricardo Lagos convirtió en la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), para vigilar a los disidentes domésticos.
Los empresarios exportadores de productos primarios como uvas, manzanas y peras llevan años quejándose de la devaluación del dólar, que es un fenómeno mundial, no chileno. Con dinero proveniente de las ventas del 30% del cobre que el Estado sigue poseyendo (Allende nacionalizó el 100% de ese recurso), el Banco Central destinó 8 mil millones de dólares para comprar dólares durante todo 2008, haciendo subir artificialmente el precio de la divisa extranjera en el mercado interno a fin de beneficiar a los exportadores. Con esta medida se desató una inflación que eleva dramáticamente el costo de la vida y de la energía, que es básicamente importada como gas de Argentina. De paso, se violó una de las sagradas normas de la economía neoliberal, al manipular “la mano libre del mercado”, pero esto no le importa a los diarios como El Mercurio, que defienden a sangre y fuego el neoliberalismo. El ministro de Hacienda Andrés Velasco llegó a decir que las últimas cifras de aumento del desempleo son buenas porque indican que hay más gente buscando trabajo (sic).

Y Echaron a Mi Vecino..

Chile fue el país más golpeado por el retrógrado experimento neoliberal mundial que comenzó en los años 70. Precisamente para esa experimentación con un pueblo atado, encarcelado o asesinado, sin capacidad de reclamar, se estableció una dictadura militar. Hoy sus cifras macroeconómicas son buenas, se muestran como ejemplares para otros países, pero los números benefician exclusivamente a los que ya son ricos y al capital extranjero. Los grandes empresarios suelen decir por televisión que ahora sí el país va por “el camino correcto” del crecimiento. Pero crecimiento ¿para dónde? ¿Hacía qué?... Mientras yo escribía esta historia en esta mañana de lunes, vino la policía, un tribunal y la fuerza policial a desalojar y lanzar a la calle a mi vecino de clase media porque no ha pagado su departamento… Como diría Bertolt Brecht, ¿cuándo vendrán por mí?..

Nota:

Ernesto Carmona Ulloa es periodista y escritor chileno. Es autor de varios libros entre ellos Los Dueños de Chile, Chile Desclasificado y Morir es la Noticia. Articulo publicado originalmente en Rebelión.

Thursday, September 4, 2008

El Temple Moral de Allende

Por Hermes H. Benítez*

"Es preferible morir de pie que vivir de rodillas".
Emiliano Zapata
Han transcurrido 35 años desde aquel trágico 11 de septiembre en el que el Presidente Allende, luego de combatir por más de cuatro horas contra las abrumadoramente superiores fuerzas militares golpistas, cuando ya se le había terminado el parque, y no quedaba otra salida digna, enfrentó solo la muerte en el Salón Independencia de La Moneda, en los momentos en que su vetusto edificio era envuelto en las llamas y la humareda provocadas por la metralla, los cañonazos y el bombardeo aéreo.
Tomará aún muchos años más poder comprender en toda su magnitud los efectos y el significado moral, político e histórico de estos hechos, pero fuimos muchos los chilenos que aquella mañana, al escuchar el discurso final de Allende, y posteriormente el zumbido de los aviones y las explosiones de los rockets, comprendimos ahí mismo la grandeza y el valor de la conducta del Presidente.
No cabe duda que Allende tiene asegurado un lugar de honor en la historia de Chile y de las luchas libertarias de los pueblos del Tercer Mundo. Los valores por los que dio la vida, su sentido de la dignidad y del honor serán apreciados, celebrados y emulados mientras haya en este mundo seres humanos amantes de la virtud, la consecuencia y la justicia.
Pero, ¿en qué consistió específicamente la grandeza de Allende? Como es manifiesto, a esta pregunta puede responderse de diversas maneras, según se haga referencia a sus diferentes facetas de hombre, de político y de estadista. Pero hay una especial cualidad suya que se proyecta en cada una de sus dimensiones: nos referimos a la profunda moralidad que caracterizó siempre cada una de las grandes decisiones de su vida política.
Como lo registra su biografía, Allende, que había nacido en el seno de una familia con una larga tradición de profesionales burgueses progresistas, se hizo socialista al tomar conciencia, durante su época de estudiante, de los sufrimientos, la explotación y las postergaciones de las clases trabajadoras chilenas y latinoamericanas. Esa decisión suya se basó en un repudio moral de la desigualdad y la injusticia, que se manifestó inicialmente en él bajo la forma de un compromiso ético contraído con su padre en 1932, ante cuyo lecho de muerte juró dedicar su vida a la lucha social.
Pero es evidente que ese rechazo de las injusticias de la sociedad era sólo la expresión parcial de una profunda disposición moral que abarcaba la totalidad de su identidad de hombre y de médico. Es esta disposición constitutiva suya lo que hizo que se inclinara ya en su juventud hacia el socialismo, y que se vinculara también tempranamente a una institución iniciática como la Masonería, inspirada centralmente en los valores éticos, intelectuales y políticos de la Ilustración. Juan Gonzalo Rocha ha investigado con gran acuciosidad esta faceta de la vida de Allende, en su libro ALLENDE, Masón,(1) al tiempo que ha tratado de iluminar la relación que sus creencias masónicas guardaban con sus convicciones políticas marxistas.
Si se examina la personalidad de Allende a la luz de su decisión final, se ponen de manifiesto a lo menos tres valores característicos: su dignidad de hombre, de líder de la izquierda y de Presidente, la consecuencia entre sus ideas y convicciones, y su valentía. Conjuntamente con estos tres valores personales se destacan en él tres actitudes morales hacia los demás: la compasión por el oprimido, la tolerancia hacia las ideas y creencias ajenas, y el respeto por la vida humana.
Fue su profunda dignidad personal, lo que lo hizo elegir la muerte antes que rendirse y someterse a sus enemigos, sentimiento que se potenciaba en él en una aguda conciencia de la dignidad que conllevaba su doble condición de líder de la Izquierda y Presidente de la República. Una persona es
consecuente cuando su conducta no hace sino confirmar sus creencias, palabras y promesas; Allende había dicho muchas veces, en discursos y conversaciones privadas, que sólo muerto podrían impedirle terminar su mandato, pero la coherencia entre estas palabras y su conducta el 11 de septiembre demandaba una valentía a toda prueba. Por eso, al declarar, refiriéndose a Ernesto Che Guevara, en la famosa entrevista que le hizo Regis Debray en 1971, (2) que no creía "que hubiera existido un hombre en la historia latinoamericana que hubiera demostrado tanta consecuencia en sus ideas, tanto coraje, tanto desinterés", Allende no pudo entonces sino caracterizarse a sí mismo.
De las tres referidas actitudes morales de Allende hacia los demás, la primera de ellas se manifiesta en su constante preocupación, como médico, como dirigente social y como parlamentario, por la salud, los derechos, y los intereses de las grandes mayorías postergadas. La segunda actitud moral, su sentido de la tolerancia, se expresó con gran claridad en su negativa a imponer por la fuerza su propia postura táctica a las fuerzas de la izquierda, polarizadas en un "empate catastrófico" entre ultras y moderados, como lo ha mostrado brillantemente Tomás Moulian.
En cuanto a la tercera actitud moral de Allende hacia los demás, su respeto por la vida humana, se revela en su aspiración a realizar en Chile una revolución sin sangre: pero cobra especial relieve tanto durante el Tancazo del 29 de junio como en el propio 11 de septiembre, en sus esfuerzos por proteger la vida y la integridad física de los partidarios de su gobierno, y de los trabajadores en general. Sin embargo, pocos hechos destacan mejor su profundo respeto por la vida humana que su constante vigilancia y preocupación por sus compañeros y compañeras, durante las horas más críticas de la heroica resistencia en La Moneda.
La actitud viril y digna del Presidente de no rendirse, ni entregarse vivo a sus enemigos, condenó en un mismo acto a la bancarrota moral a aquellos que se habían levantado en armas contra su gobierno. La superioridad moral de la conducta de Allende puso de manifiesto la bajeza de los motivos y la acción de sus enemigos, a los que deslegitimó para siempre, política y moralmente, ante la faz del mundo y de la historia.
¿Qué ocurrió con los valores de la dignidad, la tolerancia y el respeto por la vida humana a consecuencia del Golpe? La violenta irrupción militar en la política chilena vendría a manifestarse en la forma de una completa reversión de los valores que el Presidente Allende había encarnado y defendido con su propia vida. La dignidad del hombre y del líder-Presidente sería reemplazada por la bestialidad ignorante del dictador dotado de poderes homnímodos. La tolerancia hacia las ideas y convicciones ajenas, se convirtió, bajo la dictadura, en la más brutal persecución y represión del pensamiento de Izquierda, y de cualquier forma de disidencia, de que se tenga memoria en el país. Mientras que el respeto de Allende por la vida humana vino a encontrar su más completa negación en los asesinatos, la tortura y el desaparecimiento de miles de chilenos a lo largo de 17 años. Que cada cual saque de esto las conclusiones que sus luces y su código moral le permitan.

Notas:
1. Juan Gonzalo Rocha, ALLENDE, MASON. La visión de un profano, Santiago, Editorial Sudamericana, 2000.
2. R. Debray, CONVERSACION CON ALLENDE, México, D.F., Editorial Siglo XXI, 1971.

*El autor es escritor, profesor, Doctor en Filosofía y miembro fundador del Latin American Research Institute.