Sunday, February 14, 2010

La Concertación y Piñera: los Matices Invisibles

Por Andrés Figueroa Cornejo*

Ahora ocurre que el gobierno concertacionista, a un mes de su partida de La Moneda, luego de que Piñera diera a conocer la composición de su primer gabinete, ha bautizado a la próxima administración, como “el gobierno de los gerentes”, comparándolo con el mandato del derechista Jorge Alessandri de 1958. El mote acuñado por la Concertación para el multimillonario no es incorrecto; lo falso es el intento de la componenda derrotada en las últimas elecciones de representarse así misma como la alternancia popular, toda vez, que las políticas anunciadas por Piñera no resultan estratégicamente antagónicas a las implementadas durante 20 años por Aylwin, Frei Ruiz-Tagle, Lagos y Bachelet. Por el contrario, son complementarias y continuistas. No por nada, un democratacristiano, ex presidente de esa tienda, y con un abundante prontuario de cargos públicos los últimos 20 años de gobiernos civiles, será el ministro de Defensa de Piñera.
Como el Imperio norteamericano (en aprietos por el acoso chino e hindú), tanto la Concertación, como la Alianza por Chile (tanto, la nueva derecha, como la antigua) forman el marco de gobernabilidad para dicha del capital y condena de los pueblos, y está garantizada por dos agrupaciones de representación política cuyos proyectos jamás resultan excluyentes, sino siempre siameses. Como los demócratas y los republicanos en EEUU.
En el capitalismo otoñal –destructivo de fuerzas productivas, de trabajo precario, de despojo de recursos naturales; belicoso, alienante, estructuralmente desigual, regido por el capital financiero especulativo; inhumano, que concentra la riqueza y democratiza la miseria-, Chile no sólo es cobre, madera, pescado y racimos de uva para la exportación. También es el sitio donde se experimentan de manera fundamentalista y como vanguardia, las fórmulas más radicales y de última generación del capitalismo. Lo que en Chile ocurre primero, se replica en el vecindario mundial, de acuerdo a las resistencias y variantes moduladas por la lucha de clases en cada territorio o país en particular. Basta darle un vistazo a la privatización ampliada de los ahorros previsionales, la salud, la educación, el mar, los recursos naturales, la tierra, los barrios, las carreteras, el borde costero, y las obras “públicas”. Por eso el planeta capitalista y sus polos centrales, colocan a Chile como paradigma económico y político, a través de sus instituciones-industrias de la deuda mundial, como el FMI, el BM, la OMC y las calificadoras de riesgo.
En la misma línea, La Nación de Argentina bautizó como “el gobierno de los técnicos” al inminente mandato de Piñera en el país. Asimismo, El Clarín trasandino relevó el rol de consultor del Fondo Monetario Internacional del que será ministro de Hacienda, Felipe Larraín; mientras el Financial Times de Londres señaló que la designación de Larraín es un signo de “continuidad macroeconómica”. La BBC, por su parte, aseguró que la misión de la nueva cartera ministerial deberá “centrarse en impulsar el crecimiento económico y la creación de empleos, junto con continuar con las políticas sociales de la Presidenta saliente, Michelle Bachelet.” En buenas cuentas, se impone la sugerencia de que la administración de la derecha vieja no debe dejar de implementar los procedimientos de contención y control social inaugurados por la Concertación por medio del asistencialismo a los quintiles más pobres de la población. Asimismo, el discurso piñerista de ubicar a tecnócratas en los ministerios cumple los objetivos de ofrecer la impresión de “neutralidad” y “eficiencia” por sobre la partidocracia de las carteras; y refleja el mito burgués de que un país se puede manejar “con éxito” igualmente que una empresa cualquiera. Naturalmente, y del mismo modo que la Concertación a lo largo de sus 2 décadas en el Ejecutivo, los “especialistas” son cualquier cosa menos neutrales.
Sin embargo, el economista, analista y académico de la Universidad de California, Sebastián Edwards, al conocer el gabinete y los criterios de su formación, señaló que “Me temo que muchos de estos ministros no durarán mucho tiempo en sus puestos” debido a “la ausencia de experiencia política”. La campaña del diario La Tercera (derechista como el que más) también ha “tirado las orejas” a Piñera en el mismo sentido que Edwards. Esto quiere decir simplemente, que la inteligencia de la vieja derecha, permanentemente irá supervisando los pasos de Piñera con el fin de que la alianza que representa gane también las próximas elecciones de 2013. Tomando nota, Sebastián Piñera, rápidamente, se contactó con el UDI (ultra conservador), Pablo Longueira, para reordenar el loteo partidista del nuevo gobierno. Todavía hay que repartir la piñata de las subsecretarías, intendencias y otros sabrosos bombones. Pero para ello hay tiempo suficiente.
Al ex candidato presidencial de la UDI, Joaquín Lavín (quien estuvo a unos cuantos miles de votos de ganar las elecciones contra Ricardo Lagos en 1999), le “tocó” encabezar el ministerio de Educación. Aquí no es extraño hipotetizar que procurará cambiar el pago de la deuda histórica con los profesores por la eliminación del Estatuto Docente (que es una suerte de carrera profesional que ofrece cierta seguridad laboral a los educadores). Es el mismo trato generalizado de los empresarios al enfrentar una negociación colectiva con los trabajadores: cambian los reajustes salariales y el mejoramiento de las condiciones de trabajo por un bono de fin de conflicto. Ya la educación particular y particular subvencionada en Chile raya en un 60 % respecto de la pública y gratuita. Ello es una tendencia impulsada por la Concertación que ya tiene un movimiento propio. En este ámbito, Lavín ya tiene “la pega” hecha. En el mismo sentido, las políticas del ministerio del Trabajo consagrarán la flexibilidad laboral, el casi inexistente poder negociador de los asalariados; el fin de la indemnización por años de servicio canjeado por un ridículo seguro de cesantía; y la consolidación del subcontratismo y la tercerización. Todo ello también es una tendencia pavimentada por los gobiernos concertacionistas.
El resto de los ministerios está liderado por probados empresarios, gerentes y tecnócratas del capital. Se desploman las máscaras “ciudadanistas” de los gabinetes de la Concertación (donde también había empresarios) y los trabajadores y el pueblo enfrentarán el rostro puro y duro de los intereses corporativos que rigen la estrategia burquesa para Chile. Al respecto, la Concertación –con ingentes recursos y lengua bipolar- intentará reconquistar al electorado ofreciendo mayor regulación económica, más y mejor trabajo, más democracia, y criticando las mismas políticas que ellos implementaron sin asco durante los 4 gobiernos consecutivos que capitanearon.
Mientras tanto, la izquierda anticapitalista prepara sus luchas y propuestas, cautelando su independencia política respecto de la Concertación. En este ámbito, el anticapitalismo en Chile amplía su plataforma de lucha, tonificándola con las nuevas formas de expoliación del capital contra el despojo de los recursos naturales; propiciando un nuevo sindicalismo acorde a la actual organización del trabajo; incorporando sinceramente al ambientalismo consecuente; y las luchas ancestrales de la mujer y de los pueblos originarios a su carta de navegación estratégica. Es cierto; estos días son opacos y enemigos de la emancipación. Sin embargo, la fatalidad de la coyuntura comenzará a destruirse combinadamente, con ideas y en la calle, en los lugares de trabajo, en las aulas y en las poblaciones; arruinando el sectarismo, exudando unidad popular. Las maneras del anticapitalismo sólo pueden desenvolverse en un solo movimiento que sintetice la protesta con la construcción del proyecto político de los pueblos y los trabajadores.

*El autor es periodista chileno y encargado de comunicaciones del Movimiento de los Pueblos y los Trabajadores (MPT). El articulo fue publicado originalmente por el periódico digital PiensaChile.

Tuesday, February 2, 2010

La Derrota de la Concertación y la Izquierda

por Alejandro Ríos S.*
Los resultados de las elecciones presidenciales en Chile, que significaron la derrota de la Concertación han provocado una serie de comentarios y análisis no sólo en el país, sino también fuera de él.
Los análisis desde dentro de la Concertación –pasados los primeros días- han sido controlados desde un principio. A su pesar reconocen la derrota, pero tienden a evitar a toda costa que se produzcan quiebres y que se dañe la imagen de la Presidenta. El lema pareciera ser “cuidar” la unidad por sobretodas las cosas. Eso quedó claro, después de sus respectivas reuniones el fin de semana pasado (23 y 24 de Enero) todos los partidos decidieron “mantener la unidad”, “no ahondar en el análisis profundo de la derrota” y preparar los recambios necesarios para el próximo período, sin que los líderes salgan dañados. Así en la Democracia Cristiana (DC) confirman en su cargo a Juan Carlos Latorre, en el Partido por la Democracia (PPD) proponen de nuevo a Pepe Auth como candidato a presidente, en el Partido Radical Social Demócrata (PRSD) vuelve José A. Gómez de presidente y en el Partido Socialista (PS), Camilo Escalona negocia saliendo sin ni un rasguño y asume Fulvio Rossi hasta nuevo aviso. La autocrítica, el reconocimiento de los errores y las responsabilidades personales estuvieron ausentes en todos ellos.
Si alguien pensó que la derrota provocaría una necesaria y exhaustiva evaluación, para poder diseñar la estrategia futura, se equivocó. Más fácil es echarle la culpa a ME-O y a las platas de la derecha.
Es probable que haya un cambio de discurso, nuevas estrategias en lo político, pero buscar en lo profundo, nada. Es casi seguro que la Concertación seguirá existiendo. Hasta el instante no se ven fisuras, salvo uno que otro grito aislado. Manipularán de nuevo a las bases, a la CUT, pero eso de hablar de estar en sintonía con la gente, creo que no, porque eso es una contradicción. El desarrollo del modelo económico del cual son confesos seguidores, no permite “servir a dos señores” no pueden estar bien con los empresarios y al mismo tiempo con los intereses de los trabajadores y pueblo pobre en general. Por eso no cambiarán. Porque tienen que seguir defendiendo el sistema y eso supone dejar los intereses de los más pobres y de los trabajadores en segundo plano.
El futuro de la Concertación es aún incierto, pero no es nuestra principal preocupación. El punto central que me interesa abordar son las implicancias de la derrota de la Concertación en el campo de la Izquierda chilena.
Partamos por definir la izquierda. Sin que a nadie le preocupe, se acepta llamar a la Concertación una alianza de centro-izquierda. Suponiendo que el centro es la DC, el PRSD y PPD y la Izquierda, el PS. Es diferente cuando la derecha llama a alguien de Izquierda o lo hacen desde otros sectores. En EEUU, para los ultraconservadores, Obama es de Izquierda. En Chile, para la derecha el PS y PPD y obviamente el PC son de izquierda, Más allá del PC son todos terroristas.
El PS, se define asimismo de izquierda, heredero del legado de Allende, dueño de los símbolos y dicen ser socialistas moderados. Sin embargo, desde un punto de vista mucho más serio, no hay duda que los símbolos y los timbres no avalan para nada los principios que sustentan este partido. Abandonaron el Marxismo-leninismo como base de principios y método de análisis de la realidad. Han ocultado de modo deliberado el legado de Allende, sólo han conservado el monumento. Han abrazado el capitalismo como forma de organización social y económica, y no hace diferencia de si es de mercado social o no. Destruyeron conciente y sistemáticamente la organización nuclear que daba sustento a la democracia interna y el desarrollo de las ideas, para convertirlo en un partido asambleísta útil al apetito de caciques y padrinos, más dispuestos a utilizar el partido para manejos oscuros, adquirir poder dentro del gobierno y servirse del Estado para objetivos personales. Eso inevitablemente condujo al alejamiento de las bases y al corte de su cordón umbilical con los trabajadores y gente pobre. Cuando se elige el capitalismo, se pasa al lado del enemigo de la clase obrera. (Muchos ven estas reivindicaciones del marxismo y del concepto de clase como “análisis anacrónicos” de “los que se niegan a ver la nueva realidad”, “de los que no dan cuenta de los nuevos tiempos”, pero la realidad es más porfiada y esos enunciados siguen vigentes). De manera que este PS no tiene absolutamente nada que ver con el PS que tenía en su interior sectores que reivindicaban el socialismo y postulaban un camino revolucionario. En otras palabras se puede afirmar que al interior de la Concertación NO HAY IZQUIERDA, al menos como siempre la definimos en Chile. Ni siquiera en el discurso se parecen nada a la izquierda, porque hoy hablan del “progresismo” sin que digan que es eso, pero todos sabemos que no es sino neo-liberalismo y economía de mercado.
Si vamos a hablar de izquierda, tenemos que empezar por el Partido Comunista (PC). No se puede negar que es un partido con principios y con un programa mínimo que busca la defensa de los intereses de los trabajadores. Se puede estar en desacuerdo con sus tácticas políticas, en especial aquellas que tienen que ver con su histórico apego a tratar de construir su fuerza propia y la fuerza del movimiento popular a través de la participación en la institucionalidad, pero no se puede cuestionar su condición de partido de izquierda.
Por eso están felices, hoy, de haber elegido tres diputados y volver al Congreso por primera vez después del golpe militar en 1973. La presencia actual allí del PC, podría tener importancia en la medida que logre abrir espacios para el desarrollo de un proyecto de izquierda mucho más claro que haga la diferencia en los sectores más marginados y sin protección; y que ayude a instalar un nuevo concepto de cambio radical. Pero también existe el peligro que el PC se sume a las posiciones de la Concertación para hacer oposición al nuevo gobierno de Piñera. De hecho algunos dirigentes han anunciado formar un bloque con la Concertación. Si lo anterior sucediera, provocaría un desdibujamiento de su perfil de izquierda y de nuevo una vuelta al pesimismo y la desconfianza de parte de los sectores populares, que no creen en quienes dicen estar del lado de los más necesitados pero inventan componendas, al estilo de los políticos del pasado, para empujar sus propios intereses y sin un discurso que hable de socialismo.
Y para muchos, pareciera que hasta allí llega la izquierda, pues los demás pasan a ser anarquistas sin proyectos, terroristas interesados sólo en la violencia y en el mejor de los casos “soñadores” de utopías del pasado, desfasados en el tiempo que “no quieren ver la nueva realidad.
Pero la realidad es que más allá de PC existe otra izquierda, que sigue creyendo en un proyecto socialista que no es necesariamente el socialismo de hace 40 años atrás. No es cierto que esta izquierda no dé cuenta de los cambios del capitalismo y de la sociedad del siglo XXI. Es una izquierda, en la que parte de ella, sigue trabajando por el desarrollo de las ideas marxistas y el análisis de la realidad utilizando métodos científicos, y que sigue creyendo en la vigencia de la Revolución.
Esta otra izquierda no tiene un discurso moderado, porque no tiene aspiraciones de participación -o forma de crecimiento- en la institucionalidad vigente. Ahora, es claro como el agua que su situación es precaria, que esta mal organizada, que sus herramientas ideológicas son débiles (la lucha contra la represión cultural e ideológica de la derecha y la Concertación no ha sido fácil), y su inserción social (en lo laboral, estudiantil y poblacional) es igualmente escasa. Pero sus ideas siguen siendo una alternativa a considerar. Es más, hay esfuerzos titánicos en desarrollo en busca de la unidad y aunque muchas de estas iniciativas no consigan todos sus objetivos, son válidas por el precedente que van dejando y porque permiten que los militantes de esta izquierda se vayan conociendo mejor.
Entonces, en mi opinión, no se puede reducir la izquierda sólo a la tradicional. Existe esta otra muy débil aún, pero esta ahí; y es necesario considerar cual va a ser su conducta en esta nueva situación de gobierno de derecha.
Desde el punto de vista de esta izquierda, la derrota de la Concertación significa que el espacio será un poco más claro en cuanto a la verdadera cara del sistema, sin el maquillaje de la Concertación y podría mejorar las condiciones para crear conciencia y estimular el desarrollo organizacional y así enfrentar de mejor manera las arremetidas que impulsará Piñera. No sin dificultades, porque Piñera es un experto en demagogia y sabrá manipular la opinión pública. No olvidemos que maneja un tremendo aparato comunicacional que incluye diarios y televisión. Con la excepción del Siglo y Punto Final, no hay más prensa masiva opositora, ya que la Concertación optó por deshacerse hace muchos años de la prensa que se había desarrollado en la lucha contra la dictadura. Lo que viene, sin dudas, es muy interesante desde todo punto de vista. Esta izquierda no-institucional podría jugar un rol importante en el desarrollo de una plataforma unida de enfrentamiento al gobierno de los empresarios que encabezará Piñera. Debería estar atenta al desarrollo de los acontecimientos y visualizar el espacio sobre el que pisa y sacar el mayor provecho posible para la causa, a pesar de todas sus debilidades, para llevar a cabo una línea de acción y movilización.
Como se ve, no es sólo tarea de la Concertación diseñar una conducta frente al gobierno de derecha. También lo será para la verdadera izquierda la cual tiene el difícil desafío de aprovechar con inteligencia, claridad y organización las contradicciones de clase que el gobierno de Piñera indudablemente ira generando. De hecho ya conocemos cual serán algunas de sus prioridades, privatizar CODELCO, quitarle los beneficios de indemnización a los trabajadores e imponer la “flexibilización laboral”.
La derrota de la Concertación nos pone en un escenario diferente a todos los conocidos en los últimos veinte años. La derecha vuelve al asalto de La Moneda y de Chile, esta vez con los votos de una mayoría de los electores. Podría ser una buena oportunidad para la Izquierda para crecer, para convertirse en alternativa y para volver a levantar un programa propio y devolver la esperanza a un pueblo que al momento no tiene ninguna alternativa.

*El autor es miembro del Colectivo PENSARAXION, organización de educación popular.