Wednesday, December 17, 2008

Capitalistas Estúpidos


Joseph Stiglitz


Algún día se habrán calmado las amenazas más urgentes posadas por la crisis crediticia y nos veremos ante la tarea principal de elaborar una dirección para los pasos económicos del futuro. Será un momento peligroso. Detrás de los debates sobre la política futura hay un debate sobre la historia: un debate sobre las causas de nuestra situación actual. La batalla por el pasado determinará la batalla por el presente. Por lo tanto es crucial entender bien la historia.
¿Cuáles fueron las decisiones críticas que llevaron a la crisis? Se cometieron errores en cada encrucijada – tuvimos lo que los ingenieros llaman una “falla del sistema:” cuando no solo una decisión sino una cascada de decisiones producen un resultado trágico. Consideremos cinco momentos cruciales:

No. 1: Despido del Presidente

En 1987 el gobierno de Reagan decidió remover a Paul Volcker de su puesto de presidente del Consejo de la Reserva Federal y nombrar en su lugar a Alan Greenspan. Volcker había hecho lo que supuestamente es la tarea de los banqueros centrales. Bajo su control, la inflación fue reducida de más de un 11% a un 4%. En el mundo de la banca central, eso le habría significado un grado de A+++ y asegurado su renombramiento. Pero Volcker también entendió que los mercados financieros deben ser regulados. Reagan quería a alguien que no creyera algo semejante, y lo encontró en un devoto de la filósofa objetivista y fanática del libre mercado, Ayn Rand.
Greenspan tuvo un doble papel. La Reserva Federal controla el grifo del dinero, y en los primeros años de esta década, lo abrió a todo dar. Pero la Fed también es un regulador. Si se nombra a un anti-regulador como brazo ejecutor, se sabe el tipo de ejecución que se tendrá. Un torrente de liquidez combinado con diques reguladores defectuosos resultaron ser desastrosos.
Greenspan presidió la Fed en un período de dos burbujas financieras. Después de que reventó la burbuja de la alta tecnología, en 2000 – 2001, ayudó a inflar la burbuja de la vivienda. La primera responsabilidad de un banco central debería ser el mantenimiento de la estabilidad del sistema financiero. Si los bancos prestan sobre la base de valores artificialmente altos de los activos, el resultado puede ser una catástrofe como la que estamos viendo, y Greenspan lo debiera haber sabido. Tenía muchos de los instrumentos necesarios para hacer frente a la situación. Para encarar a la burbuja de la alta tecnología, podría haber aumentado los requerimientos marginales (la cantidad de dinero que deben financiar los compradores con sus propios medios para adquirir acciones). Para deflacionar la burbuja de la vivienda, podría haber limitado los préstamos depredadores a hogares de bajos ingresos y prohibido otras prácticas insidiosas (los préstamos sin documentación o “mentirosos”, los préstamos sólo con intereses, etc.). Esto habría ido bastante lejos para protegernos. Si no tenía los instrumentos, podría haber ido al Congreso y haberlos solicitado.
Desde luego, los actuales problemas con nuestro sistema financiera no son sólo el resultado de préstamos incobrables. Los bancos han hecho mega-apuestas mutuas mediante instrumentos complicados como los derivados, “credit-default swaps” (CDS), etc. Con estos, una parte paga a la otra si ocurren ciertos eventos; por ejemplo, si quiebra Bear Stearns, o si el dólar aumenta. Estos instrumentos fueron originalmente creados para ayudar a gestionar el riesgo, pero pueden también ser utilizados para jugar por dinero. Por lo tanto, si uno se siente seguro de que el dólar va a caer, podría hacer una gran apuesta correspondiente, y si el dólar verdaderamente cayera, sus ganancias aumentarían considerablemente. El problema es que, con este complejo entrelazado de apuestas de gran magnitud, nadie podía estar seguro de la posición financiera del otro, o incluso de la propia. No es sorprendente que los mercados crediticios se hayan paralizado.
Greenspan también jugó un papel en esto. Cuando yo era presidente del Consejo de Asesores Económicos, durante el gobierno de Clinton, participé en un comité de todos los principales reguladores financieros federales, un grupo que incluía a Greenspan y al Secretario del Tesoro Robert Rubin. Incluso entonces, era obvio que los derivados planteaban un peligro. No lo señalé de un modo tan memorable como Warren Buffett – quien vio en los derivados “armas financieras de destrucción masiva” – pero comprendimos lo que quería decir. Y sin embargo, con todo ese riesgo, los desreguladores a cargo del sistema financiero – en la Fed, en la Comisión de Mercados e Inversores de Estados Unidos, (SEC), y en otros sitios – decidieron no hacer nada, preocupados de que cualquier acción podría interferir con la “innovación” del sistema financiero. Pero la innovación, como el “cambio,” no tiene un valor inherente. Puede ser mala (los préstamos “mentirosos” son un buen ejemplo) así como buena.

No. 2: Demoliendo los Muros

La filosofía de la desregulación pagó dividendos indeseados durante años. En noviembre de 1999, el Congreso revocó la Ley Glass-Steagall – culminación de un esfuerzo de cabildeo de 300 millones de dólares por las industrias bancarias y de servicios financieros, y liderado en el Congreso por el senador Phil Gramm. Glass-Steagall había separado desde hace tiempo a los bancos comerciales (que prestan dinero) y a los bancos de inversiones (que organizan la venta de bonos y valores); había sido promulgada como consecuencia de la Gran Depresión y debía limitar los excesos de esa era, incluidos los conflictos de intereses. Por ejemplo, sin separación, si una compañía cuyas acciones habían sido emitidas por un banco de inversión, con su fuerte apoyo, se metía en problemas, ¿no sentiría su brazo comercial, si lo tuviera, presión para prestarle dinero, tal vez insensatamente? No cuesta prever la espiral resultante de malas decisiones. Yo me había opuesto a la revocación de Glass- Steagalll. Sus defensores dijeron, en efecto: Confiad en nosotros, creamos murallas chinas para asegurar que los problemas del pasado no vuelvan a ocurrir. Como economista, yo poseía ciertamente un grado saludable de confianza, confianza en el poder de los incentivos económicos para desviar la conducta humana hacia el interés propio a corto plazo, en todo caso, en lugar del “interés propio bien entendido” de Tocqueville.
La consecuencia más importante de la revocación de Glass-Steagall fue indirecta – ésta cambió toda una cultura. Se supone que los bancos comerciales no son empresas de alto riesgo; se supone que administran el dinero de otros de un modo muy conservador. Basado en este entendimiento el gobierno acepta pagar la cuenta si llegan a quebrar. Los bancos de inversión, por otra parte, han administrado tradicionalmente el dinero de gente acaudalada – gente que puede tomar riesgos mayores para obtener mayores ganancias. Cuando la revocación de Glass-Steagall juntó a los bancos de inversiones y comerciales, la cultura de la banca de inversiones salió ganando. Existía una demanda para el tipo de altas ganancias que sólo podían ser obtenidas mediante un alto apalancamiento y la aceptación de grandes riesgos.
Hubo otros pasos importantes en el camino desregulador. Uno fue la decisión en abril de 2004 de la Comisión de Mercados e Inversores de Estados Unidos, (SEC), tomada en una reunión a la que no asistió casi nadie y que fue pasada por alto en gran parte, de permitir que los grandes bancos de inversiones aumentaran su ratio de deuda a capital (de 12:1 a 30:1, o más) para poder comprar más valores respaldados por hipotecas, inflando al hacerlo la burbuja de la vivienda. Al aceptar esa medida, la SEC argumentó a favor de las virtudes de la autorregulación: la noción peculiar de que los bancos pueden controlarse efectivamente a sí mismos. La autorregulación es disparatada, como reconoce ahora hasta Alan Greenspan, y como asunto práctico no puede, en todo caso, identificar riesgos sistémicos – los tipos de riesgos que aparecen cuando, por ejemplo, los modelos utilizados por cada uno de los bancos para administrar sus carteras de inversiones indican a todos los bancos que vendan de golpe algunos valores.
Cuando echamos por tierra las antiguas regulaciones, no hicimos nada por encarar los nuevos desafíos planteados por los mercados del Siglo XXI. El desafío más importante fue el planteado por los derivados. En 1998, la jefa de la Comisión del Comercio en Futuros sobre Mercancías de EE.UU., Brooksley Born, había llamado a que hubiera una tal regulación – una preocupación que ganó en urgencia después que la Fed, en ese mismo año, organizó el rescate de Long-Term Capital Management, un hedge fund cuya quiebra de más de un billón de dólares amenazó los mercados financieros globales. Pero el Secretario del Tesoro, Robert Rubin, su Secretario-Adjunto, Larry Summers, y Greenspan, fueron inflexibles y exitosos en su oposición. No se hizo nada.

No. 3: Aplicando Sanguijuelas

Luego vinieron los recortes tributarios de Bush, el primero efectuado el 7 de junio de 2001 y el segundo dos años después. El presidente y sus asesores parecían creer que recortes tributarios, especialmente para estadounidenses de altos ingresos, constituían un cura-lo-todo para cualquier enfermedad económica – el equivalente moderno de sanguijuelas. Las reducciones de impuestos jugaron un papel fundamental en la conformación de las condiciones que crearon el trasfondo de la actual crisis. Como su contribución al estímulo de la economía fue mínima, el verdadero impulso quedó en manos de la Fed, que emprendió la tarea con tasas bajas y liquidez sin precedentes. La guerra en Iraq empeoró las cosas, porque llevó a un aumento brutal de los precios del petróleo. Ante la dependencia de EE.UU. de las importaciones de petróleo, tuvimos que gastar varios cientos de millones de dólares más para comprar petróleo – dinero que de otra manera habría sido gastado en bienes estadounidenses. Normalmente eso hubiera llevado a una ralentización económica, como lo hizo en los años setenta. Pero la Fed enfrentó el desafío del modo más miope que se pueda imaginar. El diluvio de liquidez hizo que el dinero fuera fácilmente disponible en los mercados hipotecarios, incluso para los que normalmente no estarían en condiciones de pedir prestado. Y, sí, eso logró impedir una desaceleración económica: la tasa de ahorro doméstica de EE.UU. cayó a cero. Pero debiera haber sido obvio que estábamos viviendo de dinero prestado, y de tiempo prestado.
La reducción de la tasa de impuestos sobre ganancias del capital contribuyó de otra manera a la crisis. Fue una decisión que enfocaba los valores: los que especulaban (léase: jugaban con dinero) y ganaban eran gravados menos que los que ganaban un salario, los que simplemente trabajaban duro. Pero más que eso, la decisión alentaba el apalancamiento, porque los intereses eran deducibles de los impuestos. Si, por ejemplo, se pedía prestado un millón para comprar una casa o se tomaba un préstamo sobre la apreciación inmobiliaria por 100.000 dólares para comprar acciones, los intereses serían totalmente deducibles cada año. Cualquier ganancia de capital que se hacía era levemente gravada – en algún día posiblemente remoto en el futuro. El gobierno de Bush hacía una invitación abierta a los excesos al pedir prestado y prestar – pero los consumidores estadounidenses no necesitaban que los estimularan para hacerlo.

No. 4: Falsificación de las Cifras

Mientras tanto, el 30 de junio de 2002, después de una serie de grandes escándalos – notablemente el colapso de WorldCom y Enron – el Congreso aprobó la Ley Sarbanes-Oxley. Los escándalos habían involucrado a cada firma contable estadounidense, a la mayoría de nuestros bancos, y a algunas de nuestras principales compañías, y dejaron en claro que teníamos serios problemas con nuestro sistema de contabilidad. La contabilidad es un tópico que causa sueño a la mayoría de la gente, pero si no se puede confiar en las cifras de una compañía, no se puede confiar en nada respecto a una compañía. Por desgracia, en las negociaciones sobre lo que llegó a ser Sarbanes-Oxley, se tomó la decisión de no encarar lo que muchos, incluyendo el respetado anterior jefe de la SEC, Arthur Levitt, consideraban un problema subyacente fundamental: las opciones de compra de acciones. Las opciones de compra de acciones habían sido defendidas como la contribución de saludables incentivos para una buena administración, pero en realidad eran sólo tenían el nombre de “pagos de incentivos”. Si a una compañía le va bien, su jefe ejecutivo obtiene grandes compensaciones en la forma de opciones de compra de acciones; si a una compañía le va mal, la compensación es casi del mismo tamaño, pero otorgada de otras maneras. Es bastante malo. Pero un problema colateral con las opciones de compra de acciones es que ofrecen incentivos para llevar una mala contabilidad: el personal directivo superior tiene todos los incentivos para suministrar información distorsionada a fin de elevar los precios de las acciones.
La estructura de incentivos en las agencias de calificación también resultó ser perversa. Agencias como Moody's y Standard & Poor's son pagadas por los mismos a los que supuestamente deben calificar. Como resultado, tienen todos los motivos del mundo para dar buenas calificaciones a las compañías, en una versión financiera de lo que los profesores universitarios conocen como inflación de notas. Las agencias de calificación de riesgos, como los bancos de inversión que les pagaban, creían en la alquimia financiero – que hipotecas tóxicas de grado F podían ser convertidas en productos suficientemente seguros para estar en poder de bancos comerciales y fondos de pensión. Habíamos visto el mismo fracaso de las agencias de calificación durante la crisis del Este Asiático durante los años noventa: altas calificaciones facilitaron una fuerte corriente de dinero hacia la región, y luego una repentina inversión de las calificaciones produjo la ruina. Pero los supervisores financieros no se interesaron.

No. 5: Que se Desangre

El momento decisivo final vino con la aprobación de un paquete de rescate el 3 de octubre de 2008 – es decir, con la reacción del gobierno a la crisis en sí. Sentiremos las consecuencias durante años. Tanto el gobierno como la Fed habían sido impulsados desde hace tiempo por ilusiones, esperando que las malas noticias fueran sólo un accidente pasajero, y que un retorno al crecimiento estuviera a la vuelta de la esquina. Mientras los bancos de EE.UU. enfrentaban el colapso, el gobierno viraba de un modo de actuar a otro. Algunas instituciones (Bear Stearns, A.I.G., Fannie Mae, Freddie Mac) fueron rescatadas. Lehman Brothers no. Algunos accionistas recuperaron algo. Otros no.
La propuesta original del Secretario del Tesoro, Henry Paulson, un documento de tres páginas que habría proporcionado 700.000 millones de dólares al secretario para gastar a su sola discreción, sin supervisión o revisión judicial, fue un acto de extraordinaria arrogancia. Vendió el programa como necesario para restaurar confianza. Pero no encaró las razones subyacentes de la pérdida de confianza. Los bancos habían otorgado demasiados préstamos incobrables. Tenían grandes agujeros en sus balances. Nadie sabía lo que era verdad y lo que era ficción. El paquete de rescate fue como una masiva transfusión a un paciente con hemorragia interna – y no se hizo nada en cuanto a la fuente del problema, es decir todas esas ejecuciones hipotecarias. Se desperdició un tiempo valioso mientras Paulson presionaba por su propio plan: “efectivo por basura,” comprando activos malos y trasfiriendo el riesgo a los contribuyentes estadounidenses. Cuando terminó por abandonarlo, suministrando a los bancos el dinero que necesitaban, lo hizo de una manera que no sólo estafó a los contribuyentes estadounidenses sino no logró asegurar que los bancos utilizaran el dinero para reiniciar los préstamos. Incluso permitió a los bancos que entregaran dinero a sus accionistas mientras los contribuyentes depositaban su dinero en los bancos.
El otro problema que no fue encarado tenía que ver con las amenazantes debilidades en la economía. La economía había sido sostenida con préstamos excesivos. Ese juego se había acabado. Al contraerse el consumo, las exportaciones mantuvieron en funcionamiento la economía, pero con el fortalecimiento del dólar y la debilidad en Europa y en el resto del mundo, era difícil ver cómo eso podría continuar. Mientras tanto, los Estados enfrentaban masivas caídas de los ingresos – tendrían que reducir sus gastos. Sin una acción rápida del gobierno, la economía enfrentaba un receso. E incluso si los bancos hubieran prestado sabiamente – lo que no habían hecho – era seguro que el receso significaría un aumento en las deudas perdidas, debilitando aún más al sector financiero en dificultades.
El gobierno habló de desarrollo de confianza, pero lo que presentó fue en realidad un timo. Si el gobierno hubiera querido realmente restaurar confianza en el sistema financiero, habría comenzado por encarar los problemas subyacentes – las estructuras deficientes de incentivos y el sistema regulador inadecuado.
¿Hubo una sola decisión aislada que, si hubiera sido revertida, habría cambiado el curso de la historia? Todas las decisiones, incluidas las de no hacer algo, como han sido muchas de nuestras malas decisiones económicas, son consecuencia de decisiones anteriores, una red interrelacionada que va desde el pasado lejano hasta el futuro. Se escuchará a algunos de la derecha apuntar a ciertas acciones del propio gobierno – como ser la Ley de Reinversión Comunitaria (CRA), que requiere que los bancos pongan a disposición dinero para hipotecas en vecindarios de bajos ingresos. (En los hechos los incumplimientos de pagos en los préstamos basados en la CRA fueron efectivamente mucho menores que en otros préstamos.) Muchos han culpado a Fannie Mae y Freddie Mac, los dos inmensos prestamistas hipotecarios, que originalmente eran de propiedad gubernamental. Pero en los hechos llegaron tarde al juego de las hipotecas de alto riesgo, y su problema fue similar a los del sector privado: Sus jefes ejecutivos tuvieron el mismo perverso incentivo para lanzarse al juego.
La verdad es que la mayoría de los errores individuales se reducen a sólo uno: la creencia en que los mercados se ajustan solos y que el papel del gobierno debiera ser mínimo. Al mirar retrospectivamente esa creencia durante las audiencias en el otoño de este año en el Congreso, Alan Greenspan dijo en voz alta: “He encontrado un defecto.” El congresista Henry Waxman lo presionó, diciendo: “En otras palabras, usted ha descubierto que su visión del mundo, su ideología, no era correcta; no funcionaba.” Ciertamente, precisamente,” dijo Greenspan. La adopción por EE.UU. – y gran parte del resto del mundo – de esa filosofía económica defectuosa hizo inevitable que hayamos llegado al lugar en el que nos encontramos actualmente.

*Joseph E. Stiglitz, economista galardonado con el Premio Nobel, es profesor de la Universidad Columbia.
Nota: Publicado originalmente en la revista estadounidense Vanityfair (http://www.vanityfair.com/magazine) y traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens.

Saturday, November 22, 2008

Obama y la Política de la Esperanza

*Nieves y Miro Fuenzalida.

Estados Unidos ha construido la imagen del presidente electo Barack Obama como un nuevo tipo de político capaz de lograr grandes cosas y actualizar las esperanzas del pueblo americano por un nuevo futuro que transformara al país y al mundo. Su mensaje de cambio y renovación ha energizado el ambiente político y provocado lágrimas de felicidad en sus partidarios que no veíamos por mucho tiempo. La misma prensa también considera a Obama como el senador mas liberal del partido demócrata. Si todo esto es así ¿que podemos esperar de su política exterior?
Criticando la pol
ítica norteamericana un profesor de la Universidad de Harvard mencionaba la limitación de las libertades cívicas, la detención sin defensa, el asalto al Estado de Bienestar, el apoyo al rico, la aceptación de la desigualdad económica global, el cambio de la doctrina estratégica en las relaciones internacionales y la transferencia del control político a las manos del Presidente. Pero, continuaba, a pesar de ello, EEUU continua siendo una democracia liberal. Frente a esto uno podría preguntarse si, a pesar de esto, EE.UU. continua siendo una democracia liberal ¿no será, entonces, la democracia liberal el problema?
Michael C. Desch en un reciente ensayo hace notar que si no fuera por la tradición liberal EEUU vería la amenaza del terrorismo global en forma mucho menos alarmista y adoptaría políticas más restringidas como respuesta a su amenaza. Incluso, dice, la actitud política predominante en el gobierno de George W. Bush tiene profundas raíces en la misma tradición liberal.
Dentro de EE.UU. el absolutismo liberal alimenta la ambici
ón de extender el liberalismo más allá de sus bordes. El origen de esta ambición es posible encontrarlo en la influencia de Kant. Según él una sociedad justa y próspera en uno o pocos países no es posible a largo plazo. Para hacer al mundo seguro para las democracias occidentales uno tiene que hacer a todo el mundo democrático. Un país con un buen orden presupone buen orden en todos los países y entre todos los países. La intervención exterior para cambiar un régimen tiránico se justifica por la necesidad de actualizar la hegemonía global del sueño liberal. La presencia de estados no liberales es una amenaza y el liberalismo kantiano puede servir de justificación filosófica para la intervención y la hegemonía. John Rawls, uno de los mayores exponentes del liberalismo del siglo XX, justifica la expansión del liberalismo, no solo por razones defensivas, sino como una obligación política natural del principio liberal. Las sociedades liberales están obligadas a dejar el estado natural y someterse, junto con otras, a la regulación de una ley razonable y justa. Para obtener esto, afirma, las sociedades pueden, incluso, emplear la fuerza militar.
El liberalismo, en principio, es tolerante de regímenes no liberales. Pero, en la práctica, los
únicos regímenes no liberales que la sociedad liberal puede tolerar son los que adoptan valores liberales. Los Estados Liberales, entre 1871 y 1965, iniciaron el 65% de las guerras menores en contra de estados más débiles (Melvin Small y David Singer). La paradoja de la tolerancia liberal se rebela en su impulso expansionista. El presidente Wilson expande la democracia liberal en Europa después de la Primera Guerra Mundial, mayormente, a través de acuerdos y organizaciones internacionales. En cambio, tomo una aproximación diferente en América Latina en donde uso la fuerza militar en siete ocasiones diferentes (Cuba 1917. Republica Dominicana, 1916-24. Haití, 1914, 1915-17, 1918-24 y México, 1916-24) lo que ilustra en que medida su capacidad hegemónica, su superioridad militar, determinan la forma en que la tradición liberal se va a manifestar.
El presidente G.W.Bush no ha sido ajeno a esta tradición liberal norteamericana. Liberales y neo-conservadores son más parecidos de lo que est
án dispuestos a admitir en sus ambiciones ideológicas y en sus justificaciones morales. La diferencia entre intervensionistas liberales e intervensionistas neoconservadores es una cuestión de grado más que de principio. En relación a las instituciones internacionales los neo-conservadores son más unilaterales que los liberales, que creen que la política exterior se debe conducir dentro de un marco multilateral y bajo los auspicios de instituciones internacionales. Pero, a pesar de esta diferencia, ambos tienen en común lo suficiente para ubicar a los neo-conservadores en la tradición liberal norteamericana. La administración de Bush, por ejemplo, participa de las premisas claves de la tradición liberal…“creo que EEUU es el farol de la libertad en el mundo. Y creo que tenemos la responsabilidad de promover la libertad, que es tan solemne como la responsabilidad de proteger a la Nación, porque las dos van juntas (en entrevista con Bob Woodward). La libertad de Irak será un ejemplo para la región y el pueblo americano estará mas seguro. La administración de Clinton y la de Bush han compartido la misma idea. Mientras mas democracia y liberación política y económica haya en el mundo mas segura estará nuestra nación y mas prospero será nuestro pueblo (Clintons National Security Strategy, 1999).
Para Jimmy Carter
la expansión de la democracia es más importante que mantener la estabilidad, y es esta creencia la que lo llevo a empujar a los aliados de Norteamérica a respetar los derechos humanos y llamar a elecciones durante la guerra fría, incluso, cuando eso podía significar la perdida del poder de esos aliados. El mismo compromiso es posible ver en la administración de Bush en Irak después de la caída de S. Hussein, en las elecciones en Gaza y, recientemente, en Pakistán, a pesar de los resultados adversos. Paradójicamente, esta misma creencia liberal ha ayudado a producir muchas de las políticas iliberales del presidente Bush. Es a través del lente del liberalismo, por ejemplo, que EE.UU. ha rechazado la política de contenimiento o cualquier otra estrategia en favor de la eliminación del enemigo de una vez por todas. Es esta misma creencia la que alimenta la tendencia iliberal a la búsqueda de la hegemonía, la guerra preventiva, la restricción de las libertades cívicas e, incluso, el uso de la tortura. Exagera la amenaza que los Estados no liberales presentan a la Nación y sub estima el desafío asociado con la insistencia de expandir el liberalismo más allá de sus fronteras.
Bush no ha sido una excepci
ón en la búsqueda de la hegemonía de EE.UU. en el mundo. El presidente B. Clinton también afirmaba que EE.UU. tiene una responsabilidad especial en proveer dirección global (National Security Strategy, 1996). Madeline Albright declaró en Europa que nosotros somos la Nación indispensable. Sobresalimos y miramos más lejos dentro del futuro. Por ello, cuando Condoleezza Rice declaró en el año 2002 que EE.UU. era el guardián del mundo (Office of the Press Secretary, National Security Advisor Speaks at Texas A&M) no constituyó un alejamiento dramático de la administración anterior. Y, hace un año atrás, el presidente electo B. Obama afirmó que América es la última, la mejor esperanza de la tierra (Remarks of Senator Barack Obama to Chicago Global Affairs Council," Chicago, Illinois, April 23, 2007). Este excepcionalismo contenido en el liberalismo norteamericano, al unirse con los intereses de las corporaciones, irónicamente, se transforma en un nuevo mito imperialista. Al comentar la invasión a Irak Tony Judt decía Hoy día, los liberales americanos son los tontos útiles de la política internacional iliberal de la Administración de Bush.
El ambiente político norteamericano, ciertamente, se compone de múltiples tradiciones. Pero el liberalismo ha sido, y continua siendo, la ideología más consistente e influyente en la historia del pa
ís. La derecha evangelista, en los últimos años, ha tenido un notable resurgimiento, adoptando una posición moral teológica que desafía el relativismo cultural neoliberal. Pero, esta también contiene la misma ambición de dominio, esta vez, en lenguaje teológico. La visión hegemónica de la política americana, ya sea en su versión liberal o evangélica, no es solo un agregado externo a sus ambiciones militares, sino la que impulsa estas ambiciones. La vacilación liberal entre aislacionismo, cuando no puede cambiar el mundo, y el mesianismo, cuando puede hacerlo revela el hecho de que no puede vivir confortablemente con lo que es diferente o ajeno a su visión y que no puede afirmar su interés nacional sin tener que rehacer el resto del mundo a su imagen.
No hace mucho B. Obama sugiri
ó que bajo su presidencia EE.UU. podría iniciar acciones unilaterales en contra de los militantes concentrados en Pakistán si el gobierno no lo hacia (Foreignaffairs.org, September 20, 2007), indicando con ello que el también participaba del consenso en mantener y usar una fuerte presencia militar en el mundo. A pesar del reconocimiento de los problemas que esta política ha causado comparte el mismo optimismo en la continuación de la hegemonía mundial de EEUU. Si el legado de Irak pudo haber proveído algún equilibrio y una nueva base a la política exterior norteamericana del siglo XXI este no ha sido el cambio de fines. Solo el cambio en los medios a emplear. Ambos partidos, a pesar de las diferencias de detalle, empiezan a favorecer una política multilateral y una mayor apreciación del papel de las instituciones internacionales para recuperar cierta legitimidad en la persecución de los mismos fines. La convergencia filosófica entre Obama, el partido demócrata y el partido republicano pareciera ser mayor de lo que la retórica electoral expresa.
Mirando las lágrimas de regocijo por el triunfo de Obama, que trae la promesa de un mundo mejor, uno quisiera suspender la duda y el cinicismo político y unirse al sue
ño de que un nuevo mundo se nos abre Después de todo no olvidemos que Obama también es parte de otra corriente de luchas sociales que nace con los esclavos y da origen al movimiento cívico de los 60s con lideres como Malcom X que desarrolla una de las mas lúcidas criticas al imperialismo norteamericano y Martín Luther King con su poderoso llamado a la lucha por la igualdad y justicia económica y que hoy continua en la Teología Negra. Nos preguntamos ¿Cuál de estas narrativas ocupara un lugar central en las decisiones de esta extraordinaria figura política? ¿Los millones de electores que exigen un nuevo mundo serán espectadores pasivos o empujaran con toda su participación para que esto ocurra? Y ¿Por cuanto tiempo podremos suspender el escepticismo?

*Los autores son escritores y docentes chilenos residentes en Ottawa.

Thursday, October 23, 2008

“La realidad jamás estuvo a la altura del sueño americano”


Entrevista a Paul Krugman
Paul Krugman, profesor de economía de la universidad de Princeton y columnista del diario New York Times, acaba de recibir el premio Nóbel de economía 2008. En esta entrevista publicada en Alternatives Economiques, realizada por Christian Chavagneux,analiza la situación social norteamericana.
"Es necesario suprimir los bajos impuestos establecidos por Bush porque sabemos que son inútiles. Tuvimos una economía muy próspera bajo el gobierno de Clinton con una tasa de impuestos sobre las rentas superiores al 39,6 por ciento, y una economía menos próspera con Bush a pesar de una tasa del 35 por ciento. No hay un solo argumento racional para seguir en la misma vía. Por otro lado, no hay razón para aceptar los paraísos fiscales y desvíos que ellos permiten. Finalmente, hay un margen para aumentar las cargas fiscales sobre los más ricos. El objetivo no es penalizar a la gente rica, consiste solamente en hacerles pagar su parte del financiamiento de las políticas públicas que el resto de la población necesita."

-Los Estados Unidos han conocido recientemente un ciclo de expansión económica importante, sin embargo las desigualdades y la pobreza se acrecentaron. ¿Cómo lo explica?

Esto responde, en gran parte, a un cambio en las relaciones de fuerza políticas. La masa de los asalariados perdió mucho poder de negociación y como lo explico en mi último libro (1), las condiciones políticas tienen una influencia esencial en la distribución de la renta.

-¿Cuál ha sido el papel de las políticas seguidas por el gobierno de Bush?

Bush hizo dos cosas. Modificó el sistema fiscal en un sentido muy regresivo, con fuertes bajas en los impuestos sobre las rentas más elevadas, los dividendos y las ganancias de capital. Ello benefició a los más ricos y al mismo tiempo redujo los fondos disponibles para las políticas públicas y la ayuda a los más necesitados. Podemos estimar que entre el 35 y el 40 por ciento de las reducciones de impuestos de Bush han beneficiado a las personas que ganan más de 300.000 dólares por año (alrededor de 210.000 euros), lo que representa una redistribución importante a favor de aquellos que son justamente los que mejor están en condiciones de pagar impuestos. El gobierno de Bush, por otro lado, aceleró la perdida de poder de negociación de los asalariados, reduciendo muy fuerte toda posibilidad de organización sindical.

-¿Cuál es el papel de la globalización en el aumento de las desigualdades?

Debería, en principio, contribuir, pero mientras que las fuerzas de la globalización afectan a todos los países desarrollados de la misma forma, la distribución de la renta es diferente según el país. Los Estados Unidos forman parte de aquellos en que las desigualdades se acrecentaron mucho. Es menos cierto en Canadá, que está tan abierto como nosotros, y es menos cierto en Europa continental. Las desigualdades aumentaron mucho en el Reino Unido, aunque ello se produjo esencialmente durante los años de Thatcher. Las condiciones políticas nacionales predominan, pues, sobre la globalización, y es en los Estados Unidos dónde crearon un avance masivo de las desigualdades.

-¿Los norteamericanos pueden contar con una fuerte movilidad social para combatir las desigualdades?

No. Algunos individuos logran trepar en la escala social, pero no tanto como nos gusta imaginarlo. Las historias de personas que salen de la pobreza y se vuelven ricas son muy, muy raras. Hay sólo el 3 por ciento de personas nacidas entre el 20 por ciento de los más pobres que acaba su vida entre el 20 por ciento de los más ricos. Los Estados Unidos hasta parecen, en la medida en que se puede medir estas cosas, registrar el grado más débil de movilidad social entre los países avanzados.

-¿El sueño americano está entonces muerto?

No. De todas maneras, la realidad jamás estuvo a la altura de lo que el sueño americano dejaba esperar. ¡Pero nosotros comenzamos a despertarnos!

-¿Qué políticas tendrían que aplicarse para luchar contra esta situación social degradada?

En principio poner en marcha un sistema de seguro de salud que cubra a toda la población. Todos los países avanzados lo tienen. Y la ausencia de cobertura social representa una de las primeras causas de la desigualdad y de la pérdida de movilidad social. Luego, es preciso establecer un mejor sistema educativo, lo que pasa por reformas, pero exige igualmente de nuevos recursos. En fin, es necesario acrecentar el poder de negociación de los asalariados, facilitando la formación de sindicatos. La declinación del movimiento sindical no resulta de una tendencia inevitable a largo plazo: más de la mitad de la pérdida de poder de los sindicatos tuvo lugar durante la era de Reagan. Todo esto permitiría aumentar el número de empleos y las rentas destinadas a la clase media. Podríamos hacer una larga lista de medidas, sin embargo, pienso que poner en marcha una cobertura universal de salud, que es algo que se puede hacer, es una prioridad y representaría un gran paso adelante.

-¿Cómo se financia todo esto?

No es tan costoso como generalmente se piensa. Nosotros tenemos actualmente un sistema un poco particular: decimos no tener una cobertura médica pública, pero todas las personas mayores de 65 años reciben una asistencia financiera pública, también los más pobres. Si tomamos el total de las ayudas disponibles, más de la mitad de la cobertura en salud está ya asegurada por el Estado. Las personas no aseguradas hoy son los jóvenes o las familias jóvenes, las que por la precaria calidad de los empleos y sus ingresos insuficientes no pueden tener los beneficios de un seguro de salud privado. Estas personas no cuestan muy caro en términos de una cobertura de salud. Asegurar una visita médica regular, un control dental, etc. No es muy oneroso. En total, representaría menos del 1 por ciento del PIB.

-Usted reclama en su libro una nueva política fiscal…

En un plano general, necesitamos más ingresos. Es necesario suprimir los bajos impuestos establecidos por Bush porque sabemos que son inútiles. Tuvimos una economía muy próspera bajo el gobierno de Clinton con una tasa de impuestos sobre las rentas superiores al 39,6 por ciento, y una economía menos próspera con Bush a pesar de una tasa del 35 por ciento. No hay un solo argumento racional para seguir en la misma vía. Por otro lado, no hay razón para aceptar los paraísos fiscales y desvíos que ellos permiten. Finalmente, hay un margen para aumentar las cargas fiscales sobre los más ricos. El objetivo no es penalizar a la gente rica, consiste solamente en hacerles pagar su parte del financiamiento de las políticas públicas que el resto de la población necesita.

-A pesar de esta morosidad social, los Estados Unidos continúan siendo la primera potencia económica mundial ¿Cómo lo explica?

Los Estados Unidos continúan siendo un lugar privilegiado para el 5 por ciento de los más ricos. Las rentas de los dirigentes son elevadas. Es una sociedad abierta. Nosotros tratamos muy bien a nuestras elites. Como académico, siempre me ha sorprendido la apertura y la competitividad del mundo intelectual norteamericano en relación con el relativamente más cerrado de Europa, aunque últimamente ha mejorado. Pero vivimos también de nuestros laureles. Los Estados Unidos han sido, de hace mucho tiempo, los primeros en adaptar las nuevas tecnologías. Esto ya no es verdad. Nosotros registramos ahora un cierto retraso con relación a otros países. Una buena parte de la fuerza económica actual de Estados Unidos no es más que el eco del avance que nosotros tuvimos en los años 90.

Nota(1) L´Amérique que nous voulons, Ed. Flammarion, 2008.

Articulo publicado originalmente porAlternatives Economiquesy traducido por Carlos Abel Suárez para SinPermiso.info


Sunday, September 21, 2008

El legado de Pinochet y los Derechos Humanos

Por Nieves y Miro Fuenzalida*
En las últimas tres centurias hemos venido viéndonos a nosotros mismos como mucho mas maleables de lo que Platón o Kant soñaron. Y, mientras más impresionados quedamos con esta maleabilidad, más débiles se nos aparecen las nociones invariables de naturaleza o humanidad. Nuestro orgullo de pertenecer a una comunidad moral, o mejor dicho, a la cultura de los derechos humanos, es tan externo a nuestra "naturaleza" como lo es nuestro deseo por éxito económico o artístico. Es en este sentido que no podemos decir que Pinochet fue inhumano y sordo al imperativo "de las normas y reglas de la especie". Por el contrario. Él pertenecía a ese tipo de ser humano cuyo tratamiento de los que forman parte de su reducido círculo es moralmente impecable, pero que permanece indiferente al sufrimiento y dolor de todos aquellos que quedan fuera del grupo y que considera pseudo-humanos (“ratas comunistas”). Por ello no es de extrañar que cuando se descubrieron las sepulturas conteniendo, cada una de ellas, dos prisioneros asesinados por el régimen militar, respondiera ”Que económico” (Revista Hoy, Septiembre 9,1991).
Para ayudar al anhelo de una "comunidad planetaria" dominada por una "cultura de derechos humanos" no basta con decir que lo que tenemos en común, nuestra humanidad, es más importante que nuestras diferencias triviales. La prueba esta en aquellos que tratamos de convencer. Moralmente se sienten ofendidos frente a la idea de tratar a alguien que es "diferente" como si fuera un prójimo. Este tipo de mentalidad no se considera a sí misma como simplemente ser humano, sino como un "buen" tipo de ser humano, definido explícitamente en oposición a otro considerado "esencialmente" malo. Esta dualidad es imperiosa a su sentido de identidad. Él termino "ser humano" pasa, de esta manera, a ser sinónimo de miembro de mi "grupo” que se transforma en "paradigma" de la especie. El contraste los transforma en lo auténticamente real en oposición a aquella seudo humanidad rudimentaria, pervertida o deformada (marxista, sediciosa, terrorista o infiel) que es necesario silenciar o eliminar.
Desde el renacimiento adelante el mundo empezó a presenciar cambios que revelaron el surgimiento de nuevas formas de coexistencia. La magia, el mito y el dogma empiezan a quedar atrás para dar paso a la razón y a la posibilidad de una moral universal. No lo que es bueno para mi grupo o mi raza, sino lo que es bueno y justo para todos los seres humanos, independientemente de raza, sexo o creencia. Vemos una explosión de movimientos liberadores… de esclavos, de mujeres, de intocables. En no más de 100 años (de 1788 a 1888) la esclavitud fue puesta fuera de la ley y eliminada de cada sociedad industrial existente. La edad de la razón fue la edad de la revolución. Es el mito de la razón revolucionaria que pretende transformar la sociedad hasta sus mismos cimientos. Es la lucha apasionada por la abolición de la subyugación del hombre y la mujer al poder de la Iglesia y el Estado. Es la lucha por la igualdad de los derechos, por la existencia de la democracia y el pluralismo. Para materializar este sueño se establecen las instituciones legales y jurídicas capaces de llevar a cabo y defender estos derechos y extenderlos a toda la humanidad. Todo esto es elemental. Y, sin embargo… todo esto es lo que el golpista Pinochet negó, retrotrayendo la historia de Chile a una etapa dictatorial en donde el único criterio legal provenía, exclusivamente, de “mi General” y el derecho a la vida se fundó, no en el estado jurídico universal, sino en los caprichos ideológicos del dictador. Con la fuerza arbitraria del tanque y la metralleta hace tabla raza de la razón y borra de una plumada una tradición democrática nacional que, laboriosa y difícilmente, Chile había venido construyendo a través de toda su historia en su intento de liberar al estado del poder militar. Con Pinochet la prisión, la tortura, la desaparición y el crimen sin juicio tomaron precedencia sobre el estado de derecho. La respuesta golpista militar al gobierno legítimamente constituido fue rápida, violenta y sangrienta. La justificación de esta masacre colectiva, dada por la dirección militar, se baso en la conclusión de que los intereses nacionales estaban en peligro y temían que en corto plazo el país se vería convulsionado por una guerra civil que pondría en peligro, no solo la integridad de las fuerzas armadas, sino la existencia misma de la Nación. Inmediatamente después del golpe la junta diseminó un documento argumentando que los marxistas tenían planeado un auto golpe que empezaría con el asesinato de oficiales militares y policiales. En tales circunstancias cualquier acción preventiva para proteger la nación era justificable y no institución, sea política o judicial, podría ser respetada, si el objetivo era salvar al país. Pinochet estaba tan seguro de su misión que luego remarco que había sido guiado por la divinidad en sus esfuerzos. La ayuda divina también ha guiado hoy día a Bin Laden y George W. Bush.
Independientemente de la veracidad de estas conclusiones, el liderazgo militar, con unas pocas excepciones honorables que en poco tiempo fueron silenciadas, ignoró la existencia de normas claras que prohíben cierto tipo de conducta en el despliegue de hostilidades, ya sea en conflictos armados internacionales o nacionales. Entre estas normas están aquellas que prohíben matar o torturar prisioneros y las que establecen estándares legales justos para aquellos acusados de ofensas criminales, por muy excepcional que sea el carácter del juicio (Informe de la Comisión Rettig, 1993).
¿Cómo sería posible definirnos en términos no exclusivistas? Ni la argumentación transcendentalista del imperativo categórico ni el esencialismo naturalista han sido suficientes para lograrlo hasta el día de hoy. Él filosofo norteamericano Richard Rorty dice que, tal vez, un argumento más eficaz seria el de concentrar nuestras energías en manipular nuestros sentimientos a través de esa forma de educación que relacione gente de diferente tipo con la esperanza de que el mutuo conocimiento disminuya la tentación de pensar en aquellos diferentes a uno mismo como solo cuasi-humanos. Manipular sentimientos es imaginarse en los zapatos de los oprimidos, despreciados y perseguidos. Es desarrollar la capacidad de sentir por el otro de una manera mucho más intensa de lo que habitualmente somos capaces y de abrir la posibilidad de expandir nuestra identidad más allá de los términos puramente discriminatorios. Cuando Pinochet, hace algunos años atrás, corrió el riesgo de ser juzgado en un tribunal ingles por los crímenes cometidos durante su dictadura, Ariel Dorfman escribió en aquella ocasión “Yo creo que el penúltimo, el último, el definitivo estertor del general debería darse en aquella tierra de Chile”. La magnanimidad del escritor chileno de perdonar al asesino Pinochet en los últimos días de su vida y creer que tenia el derecho a morir en su patria (sabiendo que la patria no tenia el poder ni el coraje para juzgarlo), es posible que se deba, no al imperativo de la especie -normas, reglas, principios- que él imagina escuchar, sino mas bien, a esta manipulación sentimental de la que habla Rorty.
Pero, esta manipulación de nuestros sentimientos ¿nos llama también a ser “simpáticos” con los torturadores, asesinos y fascistas? ¿Qué la inclusión y tolerancia son ilimitadas? Por supuesto que no. La idea aquí no es despojarlos de sus derechos, sino, confrontarlos con sus decisiones y acciones sociales. Los asesinos políticos deben responder a la justicia de su Nación o a la Comunidad Internacional por sus crímenes. Chile no logro estar a la altura de este proyecto. Su impotencia institucional no pudo responder completamente a la necesidad de justicia de las victimas. El poder militar, que sé auto designa custodio de los valores de la Patria (propiedad privada, familia e iglesia), se asegura que los que pertenecen a su elite se ubiquen más allá del poder legal. La amenaza golpista se desata cada vez que su inmunidad esta en juego. Esta fue una oportunidad perdida para ingresar plenamente a la“cultura de los derechos humanos”.
La sensación de frustración de los que han venido luchando por los derechos humanos surge, primariamente, debido a la ausencia de estructuras institucionales adecuadas capaces de implementarlos. El único poder disponible pareciera ser la persuasión moral y la manipulación afectiva, como dice Rorty. Solo que, a pesar de sus importantes logros, constituyen meros mecanismos retóricos más bien que marcos legales. La intervención de la NATO en Kosovo en 1998 se basó en él poder militar de las naciones dominantes que colocaron la defensa de los derechos humanos por encima del principio de la soberanía nacional, pero solo, en tanto esta soberanía era la de los otros, no la nuestra. La lección de ello fue que la aplicación universal de los derechos humanos no puede realizarse sin la institucionalización de su estructura legal. Las diferentes “comisiones de la verdad” que surgieron después de las violaciones masivas de los derechos más elementales en Sud África, Guatemala, Argentina y Chile intentaron establecerse como estructuras legales capaces de trascender los marcos nacionales al confrontar crímenes cometidos por el estado. El problema con ellas es que solo se limitaron a revelar los hechos del pasado sin buscar castigo para los culpables y, muchas veces, incluso, garantizando la inmunidad a aquellos que testificaron. La revisión de los casos históricos apuntaba, principalmente, a una discusión nacional y a un cambio en el balance político y en otros, como en Chile, el objetivo fue la búsqueda de una terapia nacional que dejara los problemas en el pasado y se restaurara el orden tradicional. Al final del día, tales comisiones no constituyeron una institución efectiva de justicia. Los tribunales internacionales, por otra parte, constituidos después de conflictos nacionales para juzgar crímenes de guerra, son otro intento de crear instituciones legales que se ubiquen más allá de las estructuras legales nacionales. Desgraciadamente, su espectro es limitado (solo consideran los crímenes más horribles, con mandato limitado) y muchas veces funcionan únicamente como una excusa para cubrir las operaciones de los victoriosos o neutralizar y pacificar conflictos más que para crear justicia. Diferentes de estos son los experimentos de la corte internacional permanente. En el 2002 la Corte Criminal Internacional Permanente fue establecida. Todos los países que ratificaron sus estatutos están sujetos a sus dictámenes. Pero, a diferencia de los Tribunales Internacionales de Rwanda y Yugoslavia, no tiene precedencia sobre las cortes nacionales y solo considera crímenes que están mas allá de su jurisdicción. Sin embargo, a pesar de ello, las cortes internacionales, mas que ninguna otra institución existente hasta el momento, abren la posibilidad de un sistema global de justicia cuya función es la de proteger igualitariamente los derechos de todos. El mayor obstáculo a instituir un sistema global o supra nacional de justicia proviene de las naciones más poderosas (como Estados Unidos, por ejemplo) que se niegan a ratificar los estatutos de la corte criminal internacional, haciendo imposible la consolidación de las aspiraciones a una justicia universal, lo que deja solo en su lugar la ley del mas fuerte. Hasta ahora, no es mucho lo que podemos esperar de las “comisiones de la verdad”, de los tribunales y de las cortes internacionales de justicia criminal. En muchas ocasiones ellas solo han funcionado para neutralizar o pacificar conflictos, más que para hacer justicia.
La afirmación de alguna forma de universalidad de los derechos humanos, sin los cuales una sociedad realmente democrática es imposible, es uno de los vocabularios construidos temporalmente por agentes sociales que han entrado a formar una parte central de nuestros valores y nuestra cultura. Su universalidad es mejor entendida en su versión histórica y contingente mas bien que en su versión metafísica (dios, naturaleza, razón). Se originan en el discurso religioso, se insertan en el mundo político durante el iluminismo y empiezan a generalizarse, cada vez más, con las revoluciones democráticas de los dos últimos siglos. La conciencia de su historicidad nos hace responsables de su existencia. Confrontados con las masacres del siglo XX necesitamos, en lugar de buscar refugio en el trascendentalismo de lo mitos religiosos o racionalistas, de todo nuestro coraje moral para admitir la contingencia de nuestras creencias y que, a pesar de su contingencia, o mejor, debido justamente a ella, la lucha por los derechos humanos es una lucha que vale la pena llevar a cabo.

*Los autores son escritores y docentes chilenos residentes en Ottawa.

Sunday, September 14, 2008

Nuestro 11 de Septiembre es Creador, Alegre y Popular

Por Mauricio San Cristóbal M.*
“La historia es nuestra y la hacen los pueblos…” Presidente Salvador Allende G.
Ya en los primeros días de septiembre comenzamos a ver como nuestros lugares de trabajo, estudio y vivienda se comienzan a llenar con consignas recordando los 35 años del Golpe de Estado de perrochet y sus secuaces de la mafia militar y empresarial. En la T.V. hacen programas y reportajes sobre un bonachón -con “corazón de abuela” y la “candidez de un adolescente”-, Allende bueno para los “copetes” y las “minas” pero que de economía -según ellos- no sabía mucho, rodeado de organizaciones de Izquierda que lo único que buscaban era la violencia y la destrucción de la “centenaria y pacífica democracia chilena”, democracia de ricos, llena de revueltas burguesas y más de alguna matanza a proletarios.
Se recuerdan 35 años con esa cantinela hippie de “para que nunca más en Chile…para que nunca más en Chile” soñemos, nos organicemos y luchemos por la construcción de una sociedad distinta: Socialista y Popular, y la frase típica de “si todos fuimos responsables de la violencia…”. Cuando hasta el día de hoy los gestores de la violencia son los que poseen el monopolio de ella: el Estado y sus Fuerzas Armadas y de Orden, es decir, los perros guardianes de los ricos y poderosos.
Por otro lado, las izquierdas tradicionales, hacen actos y marchas para ir a expiar sus culpas de no ser tan socialistas como Allende, de ser “socialistas” de mercado y disculparse de ser renovado y dirigir los servicios de inteligencia que encarcelan y matan en “democracia” a nuestras hermanas y hermanos revolucionarios, subversivos y del Pueblo Nación-Mapuche –como Ariel, Cecilia, Andrés, Claudia, Daniel, Alex, Matías y tantos otros. Son los mismos “Socialistas” que privatizan nuestras vidas convirtiendo los derechos a la Educación, Salud y Vivienda en meras mercancías que sólo son accesibles a quienes tienen el capital para comprarlas.
El resto de la izquierda tradicional se preocupa, más que de expiar culpas, de mostrarse como las víctimas únicas de la violencia política del golpe y los años venideros. Su estrategia de luchar por los derechos humanos se limita a las “víctimas” de violaciones de los derechos civiles y políticos dejando de lado las violaciones de los derechos económicos, sociales y culturales de los pobres. Tampoco son capaces de reivindicar el proyecto político, revolucionario en muchos casos, de los miles de compañeras y compañeros asesinados por las hordas pinochetistas y en la política de conflictos de baja intensidad mantenido por la Concertación en los primeros años de la “democracia” y en la actualidad en el territorio Mapuche. Son ellos los que en su propaganda electoral reivindican al Presidente Allende haciéndose dueños absolutos de la iconografía de la “Izquierda”. Son ellos las que hacen acuerdos electorales a espaldas de los(as) pobres para dejar de ser excluidos del poder de los ricos.
Todos estos discursos antes planteados son parte, en el ámbito de lo ideológico, del consenso básico de las clases dominantes, realizado al fin de la dictadura para mantener el capitalismo tal cual pero con nuevos administradores: la Concertación.
Para nosotras y nosotros, estudiantes revolucionarios, cada nuevo 11 es recuperar nuestra memoria de insumisas e insumisos para aprender de ella y aplicarla novedosamente, dialécticamente, en nuestras construcciones y luchas por una Educación Gratuita, Popular y Liberadora. Hacemos que la rabia por tanta soberbia e injusticia de los poderosos se convierta en rebeldía organizada que potencie nuestras ganas de trasformarlo todo por los que fueron, somos y los que vendrán. Para que todos y todas construyamos la más grande de las felicidades, con una alegría infinita que nos alcance a todas y todos en una sociedad radicalmente distinta. Es en este contexto de lucha que recordamos a nuestra hermana, estudiante revolucionaria, Claudia López, asesinada por Carabineros un 11 de septiembre de 1998 en la Población La Pincoya.
Es hora que nosotros y nosotras, los que creemos que los Pobres, más temprano que tarde, tomaremos en nuestras manos la creación de la historia nos tomemos el 11 en las calles, plazas, universidades, liceos y lugares de trabajo, construyamos nuestro 11 alegre y popular.
A Recuperar las Ganas por la Transformación
Con Memoria, Rabia y Rebeldía
Se Organiza la Lucha del Pueblo Cada Día.


Nota:
El autor es estudiante y pertenece al Movimiento de Estudiantes Revolucionarios. Articulo publicado originalmente en el periódico digital El Ciudadano.

Thursday, September 11, 2008

A 35 Años de Salvador Allende: El Lado Oscuro del Chile de Hoy

Por Ernesto Carmona*
¿Qué ha cambiado en Chile desde que fue derribado el gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende? Han transcurrido 35 años, 17 de dictadura militar y 18 de “transición a la democracia” conducida por una coalición hegemonizada por los partidos Socialista, Demócrata Cristiano y Por la Democracia, seguidos de otros menores, como el partido Radical, llamada Concertación de Partidos por la Democracia.
La primera observación es que la “transición” lleva ya más tiempo que la dictadura. Pero las condiciones de vida del pueblo han empeorado dramáticamente desde la época de Allende. Y hay poca cabida para protestar. Hoy existe una perversa democracia formal que limita el acceso de los pobres a la política y excluye de cualquier participación a la minoría comunista y a otros grupos izquierdistas. Existe un sistema binominal de elecciones que fue creado precisamente para que dos grandes bloques –la derecha y la Concertación– se alternen perpetuamente en el poder, tal como ocurre con los demócratas y republicanos en EEUU.
El fin de la dictadura no fue sólo el resultado de la lucha del pueblo, que aportó generosamente su sangre, instigado por quienes hoy gobiernan al país, sino que prevaleció un acuerdo político impulsado por los mismos factores internacionales que provocaron la caída de Salvador Allende, es decir, EEUU, la CIA, la USAID, el Fondo Nacional para la Democracia (NED, su sigla en inglés) y las grandes corporaciones transnacionales, cuyos negocios de explotación de los recursos naturales mejoraron notoriamente en estos últimos 18 años, según todos los indicadores. Los sectores que producen mayores ganancias al capital local e internacional son la minería del cobre, que es 70% privada, y la industria de la celulosa que se extrae de los bosques del territorio indígena, entre muchos otros rubros.

Neo-Derecha “Progresista”
La dictadura sigue presente, pero con otra apariencia, en el exitoso modelo de “desarrollo democrático” que padece Chile, pero que se exporta como imagen envidiable para otros países. La carta magna de la dictadura, que data de 1980, ha sido legitimada por sucesivas reformas constitucionales “de parche” concertadas por el gobierno con la derecha parlamentaria. Cada vez que tienen la oportunidad, las organizacionales patronales de la derecha económica manifiestan su satisfacción por la marcha de sus negocios bajo la administración concertacionista, particularmente bajo el sexenio presidencial de Ricardo Lagos (2000-2006).
En estos 18 años de “transición a la democracia”, la Concertación se convirtió en una neo-derecha, con tintura socialista y social cristiana, como ocurrió antes con los partidos “progresistas” en Europa y en otras latitudes, donde la social democracia imitó a la democracia cristiana como nueva expresión partidaria renovada de la derecha tradicional. El socialismo de hoy no es el mismo de los tiempos de Allende. El partido del presidente inmolado que pretendió realizar reformas sociales involuciona por el mismo camino que siguieron antes sus colegas socialistas de España y Francia, los laboristas del Reino Unido, el partido “trabalhista” de Brasil y tantos otros. El Chile de hoy se puede transitar libremente pero por carreteras privadas. Santiago tiene una red de autopistas urbanas que cobran. La gente se ve triste porque está endeudada, aunque existe algo de trabajo, pero precario y “flexibilizado”. Los empleadores no tienen que complicarse con la seguridad social de sus trabajadores. La educación, la salud y la previsión social se han privatizado, convirtiéndose en negocios o “industrias”.
Una nueva clase política de apariencia “democrática y progresista” se incrustó en la superestructura del poder del Estado para administrar la expoliación del pueblo chileno y de sus recursos naturales con mayor “eficiencia” que los militares y con pocos reclamos de los trabajadores, gracias al control de la Concertación sobre la Central Unica de Trabajadores (CUT). Esa clase política también ha puesto en marcha un proceso de corrupción a expensas de los fondos públicos sin precedentes en la historia política republicana del país.

Los Rebeldes Son Jóvenes

Los disidentes, incluidos cientos de miles de izquierdistas allendistas, no tienen cabida en esta democracia, porque el sistema electoral binominal les bloquea su acceso al Parlamento. Los jóvenes se niegan a inscribirse voluntariamente en los registros electorales. O sea, rehúsan adquirir el derecho al voto. Una vez inscritos tendrían la obligación de concurrir a votar a riesgo de severas sanciones. Si el derecho a voto no se ejerce, en Chile hay castigo. Y el gobierno pretende legislar una inscripción automática al cumplirse la mayoría de edad de 18 años, manteniendo la obligatoriedad del voto, en un esfuerzo desesperado por recuperar la representatividad perdida. Paradojalmente, quienes se oponen a esta medida totalitaria son los propios herederos políticos del pinochetismo que ahora juegan al populismo electoral al mejor estilo del Partido Popular español.

Cuando algunos sindicatos que no están bajo el control de la Concertación y ciertos sectores de la sociedad chilena manifiestan su descontento con el nuevo modelo político-económico que favorece a los ricos, son brutalmente reprimidos por el gobierno nominalmente “socialista”, en nombre del sagrado sistema legal heredado de la dictadura que garantiza la expoliación neoliberal. Los más afectados han sido los sindicatos de trabajadores subcontratados –o tercerizados con empleo precario y “flexible”–, los estudiantes y la etnia mapuche, cuyo territorio permanece ocupado militarmente por años, sin nada que envidiarle a Palestina. Y al igual que Israel, Chile hace caso omiso a las recomendaciones de los organismos de derechos humanos de Naciones Unidas. La región mapuche, con sus habitantes en extrema pobreza perpetua, es un territorio ocupado por Carabineros bajo permanente estado de sitio, mientras sus tierras son explotadas por las industrias madereras de los grupos económicos más ricos de Chile.
El gobierno de la socialista Michele Bachelet eligió el camino de la represión, hasta con 1.500 detenciones de jóvenes estudiantes en el mes de julio 2008. La policía militarizada de Carabineros ejerce una brutalidad sin restricciones, incluso en detenciones regulares ordenadas por algún tribunal. El fallecimiento del jefe policial en un accidente aéreo en Panamá, mientras andaba de compras con su familia y ciertos allegados, fue convertido en tragedia nacional por el gobierno y los medios de comunicación, con duelo oficial y un derroche propagandístico que elevó al difunto a la categoría de un santo.

El Rol de los Medios

Todo esto ocurre mientras existe una creciente criminalización de la protesta civil, que comenzó reduciendo a 14 años la responsabilidad penal de los jóvenes. Los estudiantes que protestan en las calles corren el riesgo de ser procesados como autores de crímenes, no de desórdenes públicos, como ya ocurre en países como El Salvador, que hizo suya la ley antiterrorista de EEUU, la Patriot Act. Sin embargo, cuando un estudiante de 15 años es detenido y apaleado por Carabineros en las calles de cualquier ciudad, debe permanecer detenido hasta que sus padres vayan a rescatarlo a la comisaría. Es decir, hay un doble estándar entre los derechos ciudadanos y la responsabilidad penal que siempre opera contra los jóvenes.
El debate parlamentario se realizada entre cuatro paredes, casi igual que en los tiempos de la dictadura, sólo que ahora la sala es más grande y hay más protagonistas de la clase política disfrutando de un salario que pagan “todos los chilenos”. Tampoco hay debate público democrático en la prensa, donde no hay acceso para todas las opiniones ni existe cabida para los críticos y disidentes. Los grandes medios de comunicación –cuya propiedad está súper concentrada– apoyan las medidas represivas y demás políticas del gobierno que son del agrado de los grupos económicos y de los poderes fácticos. Los medios practican un doble juego de apoyo y crítica, aunque las portadas más populares se dedican a temas banales. Dos empresarios controlan la prensa escrita del país, Agustín Edwards y Alvaro Saieh, a través de sus diarios insignia El Mercurio y La Tercera. La televisión exhibe el mismo signo ideológico, estigmatiza las protestas sociales, cultiva la banalidad y criminaliza peyorativamente a sus protagonistas a través de todos los canales. El candidato presidencial Sebastián Piñera, que es la versión local de Silvio Berlusconi, tiene su propio canal de televisión, mientras otro responde al Vaticano, un tercero pertenece al multimillonario Ricardo Claro, del Opus Dei, otros dos pertenecen al magnate mexicano Angel González y el canal del Estado es co-gobernador por los intereses comunes de un directorio acordado en cuotas entre la derecha y la Concertación.

Diputados “Elegidos” a Dedo

Resulta imposible describir in extenso en una simple crónica al Chile de hoy, a 35 años de la muerte de Salvador Allende. Hay múltiples brochazos para pintar esta situación. Por ejemplo, en estos días los chilenos se enteraron de la asunción de un nuevo diputado que jamás fue sometido al voto popular. Se trata del reemplazante socialista del fallecido Juan Bustos, presidente de la Cámara. La ley permitió que el sucesor fuera designado a dedo por el partido del difunto. El premio recayó en Marcelo Schilling, que se hizo célebre como organizador de “La Oficina”, una instancia de espionaje interno creada por Patricio Aylwin (2000-2004) que Ricardo Lagos convirtió en la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), para vigilar a los disidentes domésticos.
Los empresarios exportadores de productos primarios como uvas, manzanas y peras llevan años quejándose de la devaluación del dólar, que es un fenómeno mundial, no chileno. Con dinero proveniente de las ventas del 30% del cobre que el Estado sigue poseyendo (Allende nacionalizó el 100% de ese recurso), el Banco Central destinó 8 mil millones de dólares para comprar dólares durante todo 2008, haciendo subir artificialmente el precio de la divisa extranjera en el mercado interno a fin de beneficiar a los exportadores. Con esta medida se desató una inflación que eleva dramáticamente el costo de la vida y de la energía, que es básicamente importada como gas de Argentina. De paso, se violó una de las sagradas normas de la economía neoliberal, al manipular “la mano libre del mercado”, pero esto no le importa a los diarios como El Mercurio, que defienden a sangre y fuego el neoliberalismo. El ministro de Hacienda Andrés Velasco llegó a decir que las últimas cifras de aumento del desempleo son buenas porque indican que hay más gente buscando trabajo (sic).

Y Echaron a Mi Vecino..

Chile fue el país más golpeado por el retrógrado experimento neoliberal mundial que comenzó en los años 70. Precisamente para esa experimentación con un pueblo atado, encarcelado o asesinado, sin capacidad de reclamar, se estableció una dictadura militar. Hoy sus cifras macroeconómicas son buenas, se muestran como ejemplares para otros países, pero los números benefician exclusivamente a los que ya son ricos y al capital extranjero. Los grandes empresarios suelen decir por televisión que ahora sí el país va por “el camino correcto” del crecimiento. Pero crecimiento ¿para dónde? ¿Hacía qué?... Mientras yo escribía esta historia en esta mañana de lunes, vino la policía, un tribunal y la fuerza policial a desalojar y lanzar a la calle a mi vecino de clase media porque no ha pagado su departamento… Como diría Bertolt Brecht, ¿cuándo vendrán por mí?..

Nota:

Ernesto Carmona Ulloa es periodista y escritor chileno. Es autor de varios libros entre ellos Los Dueños de Chile, Chile Desclasificado y Morir es la Noticia. Articulo publicado originalmente en Rebelión.

Thursday, September 4, 2008

El Temple Moral de Allende

Por Hermes H. Benítez*

"Es preferible morir de pie que vivir de rodillas".
Emiliano Zapata
Han transcurrido 35 años desde aquel trágico 11 de septiembre en el que el Presidente Allende, luego de combatir por más de cuatro horas contra las abrumadoramente superiores fuerzas militares golpistas, cuando ya se le había terminado el parque, y no quedaba otra salida digna, enfrentó solo la muerte en el Salón Independencia de La Moneda, en los momentos en que su vetusto edificio era envuelto en las llamas y la humareda provocadas por la metralla, los cañonazos y el bombardeo aéreo.
Tomará aún muchos años más poder comprender en toda su magnitud los efectos y el significado moral, político e histórico de estos hechos, pero fuimos muchos los chilenos que aquella mañana, al escuchar el discurso final de Allende, y posteriormente el zumbido de los aviones y las explosiones de los rockets, comprendimos ahí mismo la grandeza y el valor de la conducta del Presidente.
No cabe duda que Allende tiene asegurado un lugar de honor en la historia de Chile y de las luchas libertarias de los pueblos del Tercer Mundo. Los valores por los que dio la vida, su sentido de la dignidad y del honor serán apreciados, celebrados y emulados mientras haya en este mundo seres humanos amantes de la virtud, la consecuencia y la justicia.
Pero, ¿en qué consistió específicamente la grandeza de Allende? Como es manifiesto, a esta pregunta puede responderse de diversas maneras, según se haga referencia a sus diferentes facetas de hombre, de político y de estadista. Pero hay una especial cualidad suya que se proyecta en cada una de sus dimensiones: nos referimos a la profunda moralidad que caracterizó siempre cada una de las grandes decisiones de su vida política.
Como lo registra su biografía, Allende, que había nacido en el seno de una familia con una larga tradición de profesionales burgueses progresistas, se hizo socialista al tomar conciencia, durante su época de estudiante, de los sufrimientos, la explotación y las postergaciones de las clases trabajadoras chilenas y latinoamericanas. Esa decisión suya se basó en un repudio moral de la desigualdad y la injusticia, que se manifestó inicialmente en él bajo la forma de un compromiso ético contraído con su padre en 1932, ante cuyo lecho de muerte juró dedicar su vida a la lucha social.
Pero es evidente que ese rechazo de las injusticias de la sociedad era sólo la expresión parcial de una profunda disposición moral que abarcaba la totalidad de su identidad de hombre y de médico. Es esta disposición constitutiva suya lo que hizo que se inclinara ya en su juventud hacia el socialismo, y que se vinculara también tempranamente a una institución iniciática como la Masonería, inspirada centralmente en los valores éticos, intelectuales y políticos de la Ilustración. Juan Gonzalo Rocha ha investigado con gran acuciosidad esta faceta de la vida de Allende, en su libro ALLENDE, Masón,(1) al tiempo que ha tratado de iluminar la relación que sus creencias masónicas guardaban con sus convicciones políticas marxistas.
Si se examina la personalidad de Allende a la luz de su decisión final, se ponen de manifiesto a lo menos tres valores característicos: su dignidad de hombre, de líder de la izquierda y de Presidente, la consecuencia entre sus ideas y convicciones, y su valentía. Conjuntamente con estos tres valores personales se destacan en él tres actitudes morales hacia los demás: la compasión por el oprimido, la tolerancia hacia las ideas y creencias ajenas, y el respeto por la vida humana.
Fue su profunda dignidad personal, lo que lo hizo elegir la muerte antes que rendirse y someterse a sus enemigos, sentimiento que se potenciaba en él en una aguda conciencia de la dignidad que conllevaba su doble condición de líder de la Izquierda y Presidente de la República. Una persona es
consecuente cuando su conducta no hace sino confirmar sus creencias, palabras y promesas; Allende había dicho muchas veces, en discursos y conversaciones privadas, que sólo muerto podrían impedirle terminar su mandato, pero la coherencia entre estas palabras y su conducta el 11 de septiembre demandaba una valentía a toda prueba. Por eso, al declarar, refiriéndose a Ernesto Che Guevara, en la famosa entrevista que le hizo Regis Debray en 1971, (2) que no creía "que hubiera existido un hombre en la historia latinoamericana que hubiera demostrado tanta consecuencia en sus ideas, tanto coraje, tanto desinterés", Allende no pudo entonces sino caracterizarse a sí mismo.
De las tres referidas actitudes morales de Allende hacia los demás, la primera de ellas se manifiesta en su constante preocupación, como médico, como dirigente social y como parlamentario, por la salud, los derechos, y los intereses de las grandes mayorías postergadas. La segunda actitud moral, su sentido de la tolerancia, se expresó con gran claridad en su negativa a imponer por la fuerza su propia postura táctica a las fuerzas de la izquierda, polarizadas en un "empate catastrófico" entre ultras y moderados, como lo ha mostrado brillantemente Tomás Moulian.
En cuanto a la tercera actitud moral de Allende hacia los demás, su respeto por la vida humana, se revela en su aspiración a realizar en Chile una revolución sin sangre: pero cobra especial relieve tanto durante el Tancazo del 29 de junio como en el propio 11 de septiembre, en sus esfuerzos por proteger la vida y la integridad física de los partidarios de su gobierno, y de los trabajadores en general. Sin embargo, pocos hechos destacan mejor su profundo respeto por la vida humana que su constante vigilancia y preocupación por sus compañeros y compañeras, durante las horas más críticas de la heroica resistencia en La Moneda.
La actitud viril y digna del Presidente de no rendirse, ni entregarse vivo a sus enemigos, condenó en un mismo acto a la bancarrota moral a aquellos que se habían levantado en armas contra su gobierno. La superioridad moral de la conducta de Allende puso de manifiesto la bajeza de los motivos y la acción de sus enemigos, a los que deslegitimó para siempre, política y moralmente, ante la faz del mundo y de la historia.
¿Qué ocurrió con los valores de la dignidad, la tolerancia y el respeto por la vida humana a consecuencia del Golpe? La violenta irrupción militar en la política chilena vendría a manifestarse en la forma de una completa reversión de los valores que el Presidente Allende había encarnado y defendido con su propia vida. La dignidad del hombre y del líder-Presidente sería reemplazada por la bestialidad ignorante del dictador dotado de poderes homnímodos. La tolerancia hacia las ideas y convicciones ajenas, se convirtió, bajo la dictadura, en la más brutal persecución y represión del pensamiento de Izquierda, y de cualquier forma de disidencia, de que se tenga memoria en el país. Mientras que el respeto de Allende por la vida humana vino a encontrar su más completa negación en los asesinatos, la tortura y el desaparecimiento de miles de chilenos a lo largo de 17 años. Que cada cual saque de esto las conclusiones que sus luces y su código moral le permitan.

Notas:
1. Juan Gonzalo Rocha, ALLENDE, MASON. La visión de un profano, Santiago, Editorial Sudamericana, 2000.
2. R. Debray, CONVERSACION CON ALLENDE, México, D.F., Editorial Siglo XXI, 1971.

*El autor es escritor, profesor, Doctor en Filosofía y miembro fundador del Latin American Research Institute.