Saturday, June 28, 2008

Salvador Allende, Un Revolucionario Para El Siglo XXI

por Mario Amorós

El 26 de junio se conmemora el centenario del nacimiento de Salvador Allende, una de las grandes personalidades políticas del siglo XX. De Allende perdura el recuerdo imborrable de su inmolación en el Palacio de La Moneda, del sacrificio de su vida como prueba definitiva de su lealtad al pueblo, que le confío la Presidencia de la República en 1970. Sin embargo, su memoria se ha quedado atrapada en la tragedia del 11 de septiembre de 1973: su prolongada trayectoria política anterior a 1970, su defensa de un socialismo democrático y revolucionario o su solidaridad con las luchas del Tercer Mundo (Vietnam y Cuba, principalmente) han caído en el olvido; ni siquiera las grandes conquistas de sus mil días de gobierno son comúnmente reconocidas. Y, sin embargo, junto con el 11 de septiembre, conforman su legado político.
Allende nació en Valparaíso siete meses después de la masacre obrera de la escuela Santa María de Iquique, en un tiempo histórico en el que la clase obrera pugnaba por convertirse en un actor relevante de la vida nacional. Se incorporó a las luchas sociales en su etapa como estudiante de Medicina en Santiago, cuando se sumó a las movilizaciones contra la dictadura del general Ibáñez (1927-1931), actividad por la que fue encarcelado y expulsado temporalmente de la Universidad.
Uno de los hechos determinantes fue su participación en la fundación en 1933 del Partido Socialista, del que pronto se convirtió en uno de sus principales dirigentes, como secretario regional de Valparaíso en 1935, subsecretario general en 1938 y secretario general entre enero de 1943 y julio de 1944. En 1937, con sólo 29 años, fue elegido diputado y después dirigió en Valparaíso la campaña del radical Pedro Aguirre Cerda, vencedor como candidato del Frente Popular en las históricas elecciones presidenciales de 1938, que quebraron una hegemonía oligárquica cuyas raíces se hundían en la colonia. Como diputado y desde octubre de 1939 hasta 1941 como ministro de Salubridad de Aguirre Cerda, defendió varios proyectos para mejorar las precarias condiciones de vida de las grandes mayorías.
En 1945, logró un escaño en el Senado por las provincias australes, hasta entonces un feudo conservador, y confirmó su prestigio en la política nacional. En 1948, criticó la persecución del Partido Comunista [1] impulsada por el gobierno de González Videla y defendió que los principios socialistas estaban impregnados de un profundo humanismo y entrelazados, de manera inseparable, con los derechos humanos y las libertades ciudadanas.
En 1951, cuando la mayor parte del socialismo decidió respaldar la candidatura presidencial del ex dictador Ibáñez, con un proyecto populista que podía evocar al peronismo, impulsó su candidatura para las elecciones presidenciales de 1952 con el apoyo de un sector minoritario de los socialistas y del Partido Comunista desde la clandestinidad, en una coalición que se denominó Frente del Pueblo. Aunque apenas obtuvo 51.975 votos, a partir de entonces se convirtió en el adalid de la unidad de la izquierda, que se concretó con la creación del Frente de Acción Popular en 1956 y la reunificación del socialismo en 1957. En las elecciones de 1958, en la que venció el derechista Jorge Alessandri, se quedó a apenas 33.000 votos de La Moneda: había nacido el “allendismo”, un movimiento popular que se formó en torno a sus propuestas de transformación del país y que rebasaba las fronteras de los partidos Socialista y Comunista.
En 1964, con una gigantesca “campaña del terror” financiada por la CIA y el apoyo de la derecha, el democratacristiano Eduardo Frei le derrotó, pero en 1970 la Unidad Popular alcanzó la anhelada victoria y logró derrotar las maniobras de Washington y de la derecha para impedir su elección como Presidente por el Congreso Nacional tras su apretado triunfo del 4 de septiembre. Lo que sucedió después es ampliamente conocido.
En 2008 Salvador Allende regresa. Regresa el joven que fue capaz de asumir un compromiso temprano con los valores de la democracia y del socialismo y que consagró toda su vida a hacerlos realidad. Regresa el diputado y el senador que impulsó numerosas iniciativas para mejorar las condiciones de vida de las clases populares. Regresa el militante socialista que dedicó sus energías a unir a la izquierda en torno a un programa político para transformar la realidad chilena. Regresa el dirigente que nunca abandonó la crítica al capitalismo y no claudicó en el anhelo de construir el socialismo. Regresa el Presidente de la República que nacionalizó el cobre y erradicó el latifundio, promovió la participación de los trabajadores en la dirección de la economía nacional, convirtió a los campesinos en ciudadanos, impulsó el reparto de medio litro de leche diario a todos los niños, defendió ante las Naciones Unidas un nuevo orden económico mundial y ante la nación más poderosa del planeta la determinación de su pueblo a construir el socialismo.

Nota: El autor es periodista y escritor español quien presentó recientemente en Chile su libro “Compañero Presidente: Salvador Allende, Una Vida por la Democracia y El Socialismo”.

Articulo publicado en el periódico digital PiensaChile.

Wednesday, June 25, 2008

En el Centenario y Siempre, Seamos Como Allende

Por Rolando H. Vergara

Compleja y promisoria época la que nos toca vivir. Llena de obstáculos para avanzar, pero con horizontes luminosos que se asoman en la lejanía. En esta nueva realidad el legado político de Salvador Allende, según algunos tránsfugas de la izquierda, no tendría ninguna vigencia ni relevancia.
El estrepitoso derrumbe de los socialismos reales en la URSS y en Europa del Este, imprevistamente, nos despojaron de las imprescindibles utopías y sueños de que era posible un modelo de sociedad mejor que la capitalista para organizar el crecimiento de las fuerzas productivas y la convivencia humana. Nos habríamos quedado, como dice Tomas Moulian, sin “imaginario de la historicidad”.
La euforia del imperio y las burguesías fue tanta que llegaron a proclamar el fin de comunismo, el fin del socialismo y el fin del marxismo. Francis Fukuyama, ideólogo ultraderechista, fue incluso más lejos llegando a hablar del fin de la historia.
El capitalismo a simple vista había triunfado de manera decisiva y los modelos económicos neoliberales se propagaban por el mundo dando paso a la globalización. Ahora sí que la humanidad, gracias a la libre empresa y las privatizaciones, transitaría hacia una etapa de paz duradera, democracia, estabilidad y bienestar para todos.
Han transcurrido cerca de cuatro décadas desde los inicios de la globalización y las promesas del capitalismo no se ven por ninguna parte. Para entender la realidad actual no se necesita ser economista ni tampoco marxista, sólo basta con encender el televisor y observar lo que esta ocurriendo en el mundo. Los milagros ofrecidos por el capitalismo no se ven por ningún lado. Las guerras continúan azotando a varios países entre ellos Irak, Afganistán y el Medio Oriente, no se ha eliminado el terrorismo, la inestabilidad política se generaliza, y las promesas de prosperidad económica se han esfumado. Por el contrario, la crisis económica y social se profundiza, la brecha entre ricos y pobres aumenta. A la par con la globalización del neoliberalismo se globalizan también las desigualdades y aumentan, al mismo tiempo, las diferencias entre ricos y pobres dentro de los propios países desarrollados. (1)
En América Latina, en particular, el descontento de los pueblos y el rechazo de las políticas neoliberales y de las privatizaciones ha ido en constante aumento.
¿Deberíamos entonces, a estas alturas, concluir que el capitalismo ha resuelto los grandes problemas de la humanidad y que no es necesario imaginar alternativas políticas distintas? ¿O tendríamos que estar de acuerdo con la absurda idea de Fukuyama que se acabo para siempre la historia?
De ninguna manera. Seria una conclusión enteramente errónea, contraria a la lógica y a las evidencias que suministra la realidad concreta. Es en esta nueva realidad, precisamente, donde el legado político fundamental de Salvador Allende se hace más actual y vigente que nunca.
El estudio de la practica política de Allende es una fuente indispensable para la reflexión y la acción creadora en estos días. Este es, en esencia, el gran desafió que tienen por delante quienes se proponen rescatar el legado político fundamental de Allende. Los monumentos oficiales, aunque alguna utilidad puedan tener, no han sido creados para incentivar la reflexión acerca de los problemas y la realidad existente, para educar ni menos para convocar a la acción.
Ser Allendista en estos tiempos marcados por una gran debilidad y dispersión de las fuerzas del pueblo, significa asumir resueltamente la ardua y prolongada tarea de reagrupar la izquierda y buscar sin descanso la unidad del movimiento popular.
Desde 1952, año de su primera postulación a la presidencia, hasta sus últimos días Allende fue un perseverante constructor de la unidad de socialistas y comunistas, principales partidos de la izquierda, en ese entonces. Ni por un instante claudicó en sus esfuerzos unitarios, a pesar de lo compleja y fatigosa que muchas veces, se tornaba esa misión.
Ser Allendista, en esta nueva realidad, implica empujar creativamente distintas iniciativas de unidad a partir de las propias organizaciones sociales, para culminar en el diseño de un proyecto alternativo de sociedad. En estos tiempos difíciles para la izquierda, se nos viene a la memoria una imagen captada en una fotografía de los años 60, que muestra a un Allende con megáfono en mano hablándole a un puñado de pobladores en plena labor de educación, creación de conciencia y movilización.
Ser Allendista en esta época de capitalismo globalizado y salvaje, significa refutar el modelo económico neoliberal, denunciar sus notorias inequidades económicas, sociales y culturales, y sus desastrosas consecuencias ecológicas. Requiere impulsar decididamente la lucha anticapitalista.

Allende a partir de la publicación de su libro La Realidad Medico-Social Chilena en 1939, pasando por sus innumerables intervenciones en el congreso en su calidad de diputado y senador, así como en sus campañas presidenciales y como presidente electo del Gobierno Popular mantuvo una constante denuncia de las desigualdades e injusticias del sistema capitalista.
Ser Allendista en estos días de neoliberalismo globalizado exige mantener una critica anticapitalista intransigente y una posición antiimperialista consecuente. Esta postura tiene afinidad con el ideario Allendista, y al mismo tiempo rescata el legado histórico de la izquierda chilena.
El latinoamericanismo y el antiimperialismo constituyeron rasgos sobresalientes del pensamiento y la acción política de Allende. Él tenia la firme convicción que el sometimiento, la expoliación, el atraso y la pobreza de los países de América Latina tenían causas conocidas y precisas. “Somos países dependientes, englobados en el proceso de desarrollo económico de las grandes metrópolis. La razón dialéctica se expresa con claridad. Existe el subdesarrollo porque existe el imperialismo. Existe el imperialismo porque existe la pobreza”, señalaría en cierta ocasión.(2)
Ser Allendista en el umbral del siglo XXI, por último, significa reconocer que el mundo ha cambiado, que se vive una nueva época y que existen condiciones distintas. Adecuarse a las nuevas condiciones, sin embargo, no conlleva a renunciar a la lucha contra el sistema capitalista ni menos abandonar la aspiración de superar dicho modo de producción, por un proyecto alternativo de sociedad auténticamente democrática, libertaria y humanista que ya comienza a vislumbrarse en el horizonte de América Latina con el nombre de socialismo del siglo XXI.
Ser Allendista hoy día consiste, justamente, en creer con pasión al igual que el Presidente Mártir en la posibilidad de un nuevo socialismo. Sin dudas, el legado político esencial de Salvador Allende, su contribución fundamental a la historia de lucha social en nuestro país, consiste en haberse dado cuenta mejor que nadie dentro de la izquierda que en la sociedad chilena existían las condiciones para la instalación del socialismo; y haber luchado con dicha convicción durante cuarenta años. (3)
La figura de Allende crece y se agiganta con el tiempo en la memoria de todos aquellos que luchan por un mundo mejor. Sus ideas, a pesar del empeño de sus enemigos, resurgen más convincentes y luminosas. Algunos quizás se atrevan a objetar sus conocimientos teórico-marxistas, pero lo que es imposible cuestionar es su ejemplo imperecedero de consecuencia; su consistencia entre su conducta y sus creencias, su valentía para defender sus convicciones con su propia vida.
Porque en estos días, hay una gran ausencia de esta especie de hombres, es que el legado de Allende esta más actual y vigente que nunca. No solamente en el centenario de su natalicio sino siempre, seamos como Allende.
Notas:
1. Alan Woods, El Socialismo no es Utópico sino una Necesidad, Rebelión, 2004
2. Salvador Allende, Discursos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975.
3. Zalmak Alexander, (seudónimo de Hermes Benítez), Allende; Su Legado Político Esencial, Revista Entrelíneas, Edmonton, 1990.

*El autor es profesor e investigador del Latin American Research Institute (LARI), Canadá.