La Nueva Izquierda en América Latina
Nieves y Miro Fuenzalida.
Mientras la izquierda brilla por su ausencia en la mayor parte del mundo en América Latina, en cambio, ha resurgido asombrosamente. O, a lo menos, eso es lo que pareciera. Venezuela (1998), Chile (2000 y 2006), Brasil (2002), Argentina (2003), Uruguay (2005), Bolivia (2006), Perú (2006), Nicaragua (2006) y Ecuador (2006). Y con gobiernos de centro izquierda la Republica Dominicana, Haití y Honduras. Esto no tiene precedencia, considerando que en el pasado la izquierda raramente lograba la victoria y cuando lo hacia terminaba en desastre. La noción de que la vuelta de la izquierda es explicable solo como eventos singulares o victorias aisladas es difícil hoy de sostener, incluso, considerando las agudas diferencias en sustancia y estilo entre Bachelet y Chávez. Entre una izquierda surgida del comunismo, la revolución Bolshevique, la identificación con la revolución cubana de Fidel Castro, leninista en su ideología y que, sorpresivamente, hoy día se vuelve hacia el pragmatismo y la moderación y la otra izquierda basada en símbolos nacionalistas y populistas del pasado que apela a los pobres con retóricas inflamatorias y programas de redistribución financiados por la expansión fiscal. Sin embargo, estas diferencias entre una izquierda social demócrata moderada y una izquierda populista, radical y peligrosa, aunque reales, no deben ser exageradas. Tanto una como la otra son predominantemente moderadas. Chávez, a pesar de que es el único presidente populista que activamente sobrepasa las fuentes independientes de autoridad institucional y prefiere sustentar su poder político en una conexión carismática y paternalista con las masas no es un peligro para el sistema de mercado capitalista. El resto, incluyendo Evo Morales de Bolivia, actúan dentro de los constreñimientos legales y muestran poco interés en personalizar y concentrar el poder político. La izquierda latinoamericana es más homogénea y menos radical de lo que la retórica revolucionaria de algunos podría indicar.
La característica más sobresaliente del continente es la desigualdad. En mayor o menor medida todos los países contienen desigualdades económicas y sociales. Pero es aquí, desde el Río Grande a la Patagonia, en donde encontramos las desigualdades más grandes del mundo. En Argentina, Chile y México esta es comparable a la de Nigeria, Zimbabwe y Malawi. Solo que el GDP per capita de los tres primeros excede el de estos últimos por una gran magnitud (Gini coefficients) (Brasil US$12000, México US$10000, Chile US$9000, Nigeria US$1050, Zimbabwe US$2400 y Malawi US$600…UNDP Report, 2005). A través del mundo la desigualdad tiende a disminuir cuando los países se hacen más ricos. Pero este modelo no es aplicable a Latino América. En todos, excepto Jamaica, la desigualdad excede las predicciones basadas en niveles de riqueza, incluso cuando la evidencia disponible indica que la actividad macroeconómica ha sido relativamente buena en los recientes años, la situación permanece invariable. Si damos por supuesta la existencia de instituciones democráticas y elecciones libres el triunfo de la izquierda pareciera tener una explicación obvia. La izquierda triunfa porque las elites gobernantes han fracasado en la re-distribución de las riquezas.
La desigualdad por si sola, por supuesto, no explica toda la historia. El factor adicional es la naturaleza de la movilización de masas. La desigualdad se transforma en triunfo electoral para la izquierda solo en los países que históricamente han tenido una organización basada en la movilización de masas (organizaciones obreras o movimientos sociales de izquierda como los que encontramos en Brasil, Argentina, Uruguay y Chile o partidos políticos indígenas surgidos de los movimientos sociales de los 90s como en Ecuador y Bolivia) En algunos países las organizaciones estructurales de la izquierda tienen profundas raíces históricas y en otros solo surgen a partir de la redemocratización. Lo común a todos ellos, sin embargo, es que el desarrollo de las estructuras de movilización de masas preceden las victorias electorales por lo menos en una década.
A la desigualdad y las organizaciones de masas es necesario agregar un tercer factor el cambio gradual de táctica de la izquierda debido a las limitaciones impuestas por pactos o por la naturaleza de los acuerdos llevados a cabo durante el periodo de las transiciones. A diferencia de los tiempos pasados la izquierda en todos los países latinoamericanos ha optado, libre y concientemente, a participar en el juego electoral abandonando la vía violenta o la ideología revolucionaria al reorganizar las fuerzas laborales y las organizaciones cívicas y partidistas con miras a la victoria electoral. Este significante cambio estratégico ha ocurrido gradualmente después del periodo de redemocratización. Es cierto que muchos de los movimientos sociales a través de la región permanecen comprometidos con formas de protestas controversiales (huelgas, demostraciones, bloqueos de caminos, tomas de edificios públicos). Pero estas protestas son vistas ahora como una forma legitima del sistema democrático y no como un desafío directo a él. Más aun, estas estrategias son usadas, cada vez más, en conjunto con participaciones electorales y no como una alternativa a él. Esta moderación política surge como producto de esta transición pactada a la democracia cuyo principal objetivo era la marginalización de la izquierda. El peligro de ir demasiado a la izquierda fue internalizado por el electorado y los grupos progresistas que reconocieron que el apoyo a candidatos centristas podría asegurar el restablecimiento de las instituciones democráticas y evitar el retorno del autoritarismo (Chile, Brasil). Este modelo ha durado entre dos a tres términos presidenciales y ha preparado el estadio para el surgimiento de las victorias de la izquierda cuando la administración de centro derecha fracasa en su actuación y, especialmente, cuando el electorado se siente mas seguro de la estabilidad de las instituciones democráticas. Claro que seria ingenuo creer que los golpes militares son cosas del pasado (Venezuela, 2002, Ecuador, 1997, 2000 y 2005). Solo que hoy hay una diferencia en la forma en que el poder tradicional, incluyendo los militares, reaccionaban en el pasado y como pueden reaccionar hoy día. Las normas internacionales de respeto por la democracia, o al menos por procesos electorales, son cada vez más fuertes en la región haciendo los golpes de Estado más difíciles. Por otro lado, la integración de la economía internacional y el predominio del neoliberalismo han limitado a la izquierda, una vez en el poder, a llevar a cabo políticas socialistas o de redistribución radical que, en el pasado, fueron la causa que instigaran a la derecha a los golpes militares.
Las políticas neo-liberales son anatema para la izquierda, porque han sido un fracaso en el alivio de la pobreza, la redistribución y el desarrollo humano. Otros sectores, en cambio, reconocen que las políticas neoliberales han sido capaces de controlar la hiper inflación y lograr un moderado crecimiento económico. Los gobiernos de izquierda inclinados a desafiar las políticas neoliberales se ven obligados a evitar, si quieren mantener la coalición, provocar serios problemas macro económicos o la vuelta de la inflación. La integración económica internacional, además, constriñe a los gobiernos que dependen del libre intercambio y del capital internacional a perseguir políticas que podrían amenazar el flujo de capitales. El caso de Venezuela es ilustrativo, porque muestra cuan difícil es para los gobiernos de la izquierda escapar a los dictados del orden económico internacional. Las reservas de petróleo y su alto precio lo hacen el único país latinoamericano con una fuente de riqueza verdaderamente independiente que le da a Chávez cierta capacidad de movilidad política comparado con los otros, que al no tener esa riqueza, se les hace difícil desafiar de manera significativa el sistema económico regional. Evo Morales, por ejemplo, incluso con su limitado poder negociador que le dan sus reservas de gas natural, se ha visto forzado a moderar sus aspiraciones anti neoliberales y es difícil que podamos ver allí un rompimiento radical con el sistema neoliberal lo que nos deja, al final del día, con una curiosa situación. Es un lugar común entre los analistas sociales de que existe una alta correlación entre desigualdad económica y gobiernos antidemocráticos. La paradoja del continente Latinoamericano es que la desigualdad no solo coexiste con la democracia, sino que es su condición.
Si las circunstancias que han hecho posible el viraje a la izquierda (desigualdad, movilización de masas) son características constantes del continente, no hay razón, entonces, para pensar que la participación de la izquierda en los procesos electorales es algo transitorio, lo que indica una transformación significativa en su actuación política. La izquierda no siempre ganara, pero permanecerá como una fuerza competitiva por un largo tiempo. Su futuro dependerá de su habilidad para balancear las necesidades pragmáticas de moderación y el imperativo moral a perseguir estrategias que lleven a la disminución de la pobreza, la distribución y el desarrollo.
¿Significa esto que la conclusión que debemos extraer es que la izquierda se ha resignado a aceptar este arreglo social como el único sistema social posible, al abandonar cualquier intento real de reemplazar el régimen capitalista liberal existente? Hubo un tiempo en que podíamos entender claramente lo que Marx significaba cuando hablaba de reemplazar el régimen capitalista, porque lo hizo explicito tantas veces. Y lo mismo, Lenin y Trotsky. Pero hoy día ¿Qué significa la lucha por cambiar el capitalismo? ¿La imposición de la dictadura del proletariado? ¿La socialización de los medios de producción y la abolición de los mecanismos del mercado? ¿O se postula otro modelo social alternativo? ¿Y cual seria la estrategia política para lograrlo? Lo cierto es que no sabemos con claridad lo que la actual retórica revolucionaria propone. Sin empezar a responder estas cuestiones las posturas anticapitalistas son vacías y no significan absolutamente ninguna cosa. ¿O lo que realmente se tiene en mente, en cambio, es algo distinto a esto, como por ejemplo, el cambio del modelo económico neoliberal y la introducción de regulaciones estatales y control democrático de la economía para disminuir o evitar los peores efectos de la globalización? Si es esto último, entonces, de lo que estamos hablando es de algo diferente.
Nota: Los autores son escritores y docentes chilenos residentes en Ottawa.
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