Estatua a Galileo en el Vaticano No Lo Rehabilita
Por Hermes H. Benítez*
En días pasados se ha hecho pública la noticia de que la Iglesia católica ha ordenado, para el próximo año, la instalación de una estatua de Galileo en los jardines vaticanos. En realidad, esto no merecería ni siquiera ser anunciado públicamente, si no fuera porque aquella institución tiene una larga y oscura historia de desencuentros con la ciencia moderna. Es conveniente reproducir en su totalidad el texto del comunicado oficial del Vaticano, porque allí se da expresión a la imagen que la Iglesia de hoy quiere proyectar en lo que a su actitud hacia Galileo y la ciencia se refiere. En realidad este comunicado es un verdadero compendio de falsedades e imposturas acerca de algunos de los puntos más litigiosos del tristemente célebre “Caso Galileo”. He aquí la noticia:
La imagen del científico condenado por la Inquisición y rehabilitado bajo el pontificado de Juan Pablo II será de mármol y de estatura natural. Se trata de un homenaje de la Academia Pontificia de las Ciencias. Una estatua de Galileo Galilei, el gran científico condenado por la Inquisición por sus teorías heliocéntricas y rehabilitado bajo el pontificado de Juan Pablo II, será erigida en los jardines del Vaticano el próximo año. El monumento será levantado, se confirmó este sábado en la Santa Sede, cerca de la Casina de Pío IV, sobre la colina que mira hacia la cúpula de San Pedro. Será una estatua de mármol, de estatura natural. Se trata de un proyecto impulsado por la Academia Pontificia de las Ciencias, para rendir homenaje a uno de sus miembros más prestigiosos. Galileo formaba parte de la “Academia de los Linces”, antepasado del actual organismo científico de la Santa Sede. “Será una nueva prueba de que la Iglesia no tiene nada en contra de la ciencia”, se comentó en los ambientes de la curia. Por el momento [solo] falta el dinero para llevarlo a cabo (1).
Desde su primera línea este comunicado contiene ya una falsedad, porque Galileo no fue nunca efectivamente rehabilitado por la Iglesia de Juan Pablo II, más allá de lo que se haya dicho y escrito en la prensa de la época. Si se examina con algún sentido crítico el documento oficial de la Iglesia en el que se expresaría aquella supuesta rehabilitación, el así llamado Informe Final de la Comisión Interdisciplinaria encargada de estudiar el caso Galileo (cerca de tres siglos y medio después de la condena de aquél), que fuera hecho público en El Vaticano el día 31 de octubre de 1992 por el cardenal Paul Poupard, se llega, indefectiblemente, a las siguientes conclusiones:
La Iglesia católica no llegó a revisar el proceso instruido por la Inquisición romana en contra del científico toscano en 1633, aunque desde el momento en que el Papa anunció que se constituiría la Comisión Interdisciplinaria se declaró que se tenía la intención de hacerlo. Tampoco llegó la Iglesia a disculparse formalmente ante el mundo por su conducta represiva y autoritaria hacia el gran físico y astrónomo, aunque todos quedaron convencidos de que, efectivamente, así lo había hecho. Galileo no fue rehabilitado, ni invalidada su condena; aunque gracias a la astucia de la Iglesia y a la falta de sentido crítico de la prensa occidental, en especial la del mundo católico, se nos hizo creer que así había ocurrido.
Todo lo que la Iglesia llegó a conceder en esta oportunidad fue un cualificado “reconocimiento formal de error”, consistente en declarar que los jueces de la Inquisición se equivocaron en 1623, al no haber sabido distinguir entre los dogmas de la fe y las afirmaciones de la cosmología geocéntrica (2). El comunicado nos informa que el monumento a Galileo será levantado cerca de la Casina de Pío IV, lugar donde se encuentra situado el Cuartel General de la “Academia Pontificia de las Ciencias”, en medio de los jardines vaticanos. Aparentemente se trataría de un proyecto impulsado por aquella institución, pero sin duda que con la anuencia del Papa Benedicto XVI. La frase siguiente también es engañosa, porque en realidad Galileo no fue nunca miembro de la “Academia Pontificia de las Ciencias”, sino de “La Accademia dei Lincei” (Academia de los Linces), fundada en 1603 por su amigo el Príncipe Federico Cesi (1585-1630). Al morir su fundador y patrono, la academia se disolverá. Más de dos siglos después (en 1847), Pío IX tomará el nombre de aquella, y aparecerá como refundándola bajo el nuevo nombre de “Academia Pontificia dei Nuovi Lincei”. Posteriormente, en 1936, ésta volverá a ser rebautizada por el Papa Pío XI, con la denominación actual de “Academia Pontificia de las Ciencias”.
En realidad la continuidad entre la academia científica creada por el Príncipe Cesi y estas últimas dos academias de clara inspiración católica es, por decir lo menos, sumamente discutible. Más aun cuando aquella academia se constituyó en oposición a la filosofía natural de Aristóteles y a la dogmática escolástica. Como lo indica el estudioso Antonio Beltrán Marí, la “Accademia dei Lincei” tuvo desde su fundación un carácter manifiestamente laico, y se creó como “una alternativa a la política cultural de los jesuitas, cuya normativa interna defendía explícitamente el criterio de autoridad y exigía fidelidad a la filosofía aristotélica“(3).
Pero al afirmar el comunicado que “La Academia Pontificia de las Ciencias” estaría “rindiendo homenaje a uno de sus miembros más prestigiosos”, esto es, a Galileo, se arroja un manto de confusión sobre las verdaderas relaciones entre el gran científico y la Iglesia católica en el siglo XVII, induciendo la idea de que éstas habrían sido fundamentalmente de armonía y no de conflicto. En realidad, de acuerdo con la Iglesia de hoy “el conflicto entre la ciencia y la fe fue un mito”, tal como lo declaró sin ruborizarse el propio cardenal Paul Poupard , en una entrevista que le concediera en 1993 al escritor norteamericano John Reston Jr.(4).
Por último, la frase final del comunicado oficial delata nítidamente la intención subyacente a todo este ejercicio de relaciones públicas: demostrar ante la faz del mundo que la Iglesia “no tiene nada en contra de la ciencia”. La pregunta que se plantea aquí por sí sola es obvia: ¿por qué la Iglesia católica quiere convencernos tan tardíamente de tal cosa?
Notas
1. Para el texto del comunicado oficial de la noticia , véase, en Internet, el Periódico electrónico Valores Religiosos, 12. 3. 2008.
2. Véase: Hermes H. Benítez, “El Mito de la rehabilitación de Galileo”, en “ENSAYOS SOBRE CIENCIA Y RELIGION. De Giordano Bruno a Charles Darwin”, Santiago, Bravo y Allende editores, 1999, pág. 102.
3. Antonio Beltrán Marí, “TALENTO Y PODER. Historia de las relaciones entre Galileo y la Iglesia católica”, Barcelona, Editorial Laetoli, 2006, pág. 137.
4. John Reston Jr., GALILEO. A LIFE, New York: HarperCollins Publishers, 1994, pág. 285
*El autor es escritor, profesor, Doctor en Filosofía y miembro fundador del Latin American Research Institute.
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