Hambre y Desamparo en el Imperio
Por Manuel E. Yepe*
Una investigación reciente indica que el número de personas hambrientas y sin techo en algunas de las mayores ciudades de los Estados Unidos creció una vez más en 2007.
El informe dado a conocer a fines de diciembre de ese año, aunque superficial y maquillado, es de los que no disfrutan de amplia divulgación en la gran prensa corporativa del país, no obstante haber sido patrocinado el estudio por los alcaldes de 23 importantes urbes que realizan este tipo de encuesta desde hace más de 25 años.
Este estudio fue concebido originalmente por un grupo de alcaldes afiliados al partido demócrata en las condiciones del duro golpe propinado a las poblaciones urbanas del país por los recortes presupuestarios federales a los programas sociales dispuestos por el gobierno del presidente Ronald Reagan a inicios de la década de de los años 80 del pasado siglo.
El incesante crecimiento de la demanda de ayuda alimentaria de emergencia y de albergue para personas sin techo durante las administraciones de Reagan, Bush, Clinton y Bush hijo, constituye un verdadero testimonio del deterioro creciente que caracteriza al panorama social estadounidense a lo largo del ascenso y reinado de la orientación neoconservadora en este período, sin excluir los ocho años de la administración demócrata de Clinton.
Los alcaldes patrocinantes integran la nombrada Conferencia de los alcaldes de EEUU para tratar el hambre y los sin casa (US Conference of Mayors’ Task Force on Hunger and Homelessness). La encuesta y el informe están referidos al período de un año que culminó el 30 de octubre de 2007.
El número de las solicitudes de asistencia alimentaria de emergencia creció en 4 de cada 5 ciudades estadounidenses. En 15 ciudades que aportaron datos cuantitativos, la media de incremento alcanzó un 10 por ciento y en algunas ciudades fue mucho mayor.
En Detroit, las solicitudes de ayuda alimentaria de emergencia se incrementaron un 35% en el período de doce meses concluido en octubre de 2007. En esta ciudad y en algunas otras grandes urbes industriales se reportó un incremento en el número de trabajadores (con empleo) que solicitan ayuda alimentaria.
Trece de las 19 ciudades encuestadas reportaron que no estaban en condiciones de aportar la alimentación de emergencia demandada.
Los Ángeles fue una de las ciudades que reportó dificultades para hacer frente a las crecientes necesidades.Según el Banco Regional de la Alimentación de esa ciudad (FOODBANK), más del 30% de sus despensas han tenido que rechazar clientes… y las que no lo han hecho están entregando raciones con menos alimentos.
En 2002, el número de productos diferentes que distribuía el Departamento de Agricultura (USDA) a través de las despensas regionales fluctuaba entre ocho y diez, en tanto que en el 2007 se ha distribuido un promedio de tres productos.
Las despensas han sido obligadas a servir a más clientes con los mismos recursos que recibían hace seis años y, según el informe, el 21% de la demanda total no ha podido ser satisfecha.
El 15% de las familias con hijos ve rechazadas sus solicitudes de asistencia. Nueve de cada diez ciudades en la muestra teme que la demanda de ayuda para alimentación crecerá aún más en 2008.
Dirigentes de las administraciones urbanas manifestaron que los factores que exacerbaron el hambre fueron la crisis hipotecaria, los elevados precios de la comida y la gasolina, y la escasez de viviendas asequibles. También influyeron como problemas graves la reducción de beneficios sociales tales como la asistencia pública y la erosión del valor de los cupones para alimentos. Los motivos más señaladas para el rechazo de solicitudes fueron la disminución de las donaciones de alimentos y el financiamiento insuficiente.
Según las autoridades superiores de las ciudades que contribuyeron al estudio, factores económicos como el desempleo y la pobreza, junto a los elevados costos de la vivienda y de la asistencia médica, constituyeron las causas principales de la cronicidad del hambre. Se citaron también, aunque menos, el abuso del consumo de drogas y las enfermedades mentales.
En 20 de las 23 ciudades bajo estudio, 183,183 ciudadanos han estado en refugios de emergencia o en albergues transitorios en el curso del año objeto del análisis. La permanencia promedio en ellos fue de seis meses para familias y cinco meses para individuos.
Aunque se constató que en el año 2007 se han agregado miles de camas para alojar personas sin casa en las ciudades incluidas en la muestra, la mitad de ellas reportaron que se habían visto obligadas a rechazar a personas necesitadas, en algún momento o durante todo el período. La ciudad de Phoenix, por ejemplo, tiene cada noche de cualquier día del año entre 7 mil y 10 mil personas sin casa, y tiene que rechazar otras 3,000 por falta de camas.
Se aprecia una gran diferencia entre las ciudades participantes en la muestra. Por ejemplo, Santa Mónica, una ciudad de 83,000 habitantes en el estado de California con un ingreso per cápita de $58,000 anuales reporta 728 individuos y 142 familias con niños albergados por carecer de domicilio en 2007. Sin embargo, Filadelfia, con una población de un millón 400 mil habitantes y una tasa de pobreza del 23 %, reporta 8,103 individuos y 3,300 familias con niños en esta categoría.
Estos datos incluyen solo a las personas que reciben albergue y por tanto no registran a los que permanecen en las calles. De ahí que Miami, registre 735 familias y solo 365 individuos albergados cada noche, en tanto que Des Moines, una ciudad con la mitad de la población de Miami, reporta 3,632 familias y 2,436 individuos sin casa albergados en 2007.
El informe incluye una sección titulada “Limitaciones de este Estudio” que parece encaminada a justificar los aspectos más alarmantes constatados y contemporizar con las críticas de la derecha que, en años previos, ha impugnado estos análisis alegando que no son representativos de toda la sociedad estadounidense y que sobreestiman la extensión de la pobreza y del malestar entre las personas humildes en la superpotencia.
Es significativo que no se incluyan en el estudio -ni siquiera se mencionan- los datos de Nueva Orleáns, ciudad que fuera azotada por el ciclón Katrina en el año 2005 con enormes afectaciones a los sectores más humildes que, lejos de ser reparadas, han servido para agudizar las inequidades sociales en aquella urbe.
Nota: El autor es abogado, economista y profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de la Habana.
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